La portada del Once (2004) de Nightwish refleja un poco el letargo de estos días. Tras aceptar el desafío de reseñar un álbum que va en contra de mis gustos, el bueno de JoseMa Codón Blanco me desafió a escuchar el ya mencionado álbum. Tras las primeras tres escuchas, la agonía parecía no tener fin. No podía tomarle algo de apreció a los finlandeses. Tras las últimas dos escuchas (así es, fueron cinco veces las que lo reproduje), fui digiriendo mejor las piezas; cada corte fue cobrando sentido y, en definitiva, recordé por qué no suelo escuchar mucho de sinfónico. Encontré en el Once un atisbo de mi archienemigo musical: el power metal. Atisbo que fue suficiente para despreciar el trabajo de Nightwish las primeras tres veces.
Vamos señalando un punto que me resultó bastante curioso y del cual ni de broma que estaba enterado… bueno, que sean dos. El primero es lo emotivo que puede ser este Once para los fans de hueso colorado de Nightwish, para aquellos que sí se ponen la camisa por ellos. Eso sí, sabía que Nightwish había fichado a Floor Jansen como vocalista, pero ¡oh, sorpresa! Hubo un remplazo de Turunen antes que Jansen, Anette Olzon. Seré honesto, no me puse a escuchar el disco póstumo al Once, porque lo consideré innecesario y con uno de Nightwish fue más que suficiente. Algún día tendré el valor de explorar su colección de canciones, pero por ahora no. Señalado esto, es un disco importante en la carrera de Nightwish el cambio de Tarja Turunen a Anette Olzon y posteriormente a Floor Jansen, pues indagando un poco en el contexto del álbum, me topé con muchos partidarios de que Turunen es la única y mejor vocalista que ha desfilado por la banda. ¿Será verdad? Habría que prestar atención a toda la discografía, pero esto es una opinión muy general de aquellos que sí siguen a la banda.
El segundo punto es la manera en que se produjo la salida de Turunen de la banda. En el mundo del metal no sé con cuanta frecuencia se despida a alguien de la forma en que lo hicieron con Turunen. Me llamó la atención que fuera a modo de una carta abierta, es decir, que todos los curiosos supieron los motivos. La carta fue escrita por Toumas Holopainen, firmada por todos los miembros de la banda y puesta en la red. Tuve la oportunidad de leerla y es bastante curiosa, pues se detallan varios aspectos y señalamientos colocando a Turunen en el rango de diva. La situación marcó la salida definitiva de Turunen y puso fin a la relación con la banda. En fin, son cosas que pasan en el mundo del espectáculo, supongo.
La música
Quiero dejar una cosa muy clara: a mi gusto, la voz de apoyo de Marco Hietala no la soporté. Listo, ya lo dije, ahora sí, al lío de montepío.
El primer tema, “Dark Chest of Wonders” me resultó ser un buen tema de apertura, bastante enérgico y la orquestación trabajó muy bien sus partes. La voz de Turunen me agradó bastante, me parece que estaba en buena forma cuando grabó la canción. Creo que lo que más destaco de este corte, sin duda, es la orquestación. “Wish I Had an Angel” me resultó insoportable. De entrada, la manera como empieza no me atrae, lo siento, pero no; lo que la hizo un tanto molesta para mi gusto, fue ese “ligerísimo” toque de power metal y la cansina voz de Hietala.
“Nemo” me resultó ser la mejor canción del disco. La voz de Turunen es muy buena aquí; el coro está muy bien logrado y cumple con su función. Lo mejor de todo es que Hietala no metió sus narices y no cantó para nada. Dando una revisada al contexto del álbum, me topé que “Nemo” les llevó bastante tiempo en grabarla y, juzgando por lo que pude apreciar, no me resulta descabellado el pensar eso. Muy buena canción y sin duda estará en mi lista de reproducción. “Planet Hell” tiene una introducción con violines y con coros muy interesante. El tema va bien hasta que Hietala comienza. No es nada personal, es sólo que no me agrada su voz y creo que pudieron buscar a alguien que cantara mejor y sirviera de apoyo a Turunen. Ese guiño al power metal terminó de matar mi apreció por el tema.
“Creek Mary’s Blood” es un tema emotivo y que tiene arreglos bastante hermosos. Es uno de los pocos cortes que me agradaron bastantes y que disfruté escuchar. “The Siren” tiene una atmósfera muy interesante que se pierda tras las vocales de Hietala; sino las tuviera, el tema sería mejor. “Dead Gardens”, lo siento, pero no fue de mi agrado, me resultó algo monótona. “Romanticide” tiene sus momentos, aunque la verdad, sentí un parecido con la canción anterior; no supe en que momento terminó una y comenzó la otra.
“Ghost Love Score” fue un tema que pude escuchar sin tanto aburrimiento. Creo que el mérito de ello fue que la orquestación resultó bastante buena y compagina bien con la intención que busca interpretar la banda. “Kuolema Tekee Taiteilian” me pareció eterna. Sencillamente, no termino de apreciar este Once o a Nightwish. “Higher Than Hope” es un buen cierre.
Como apunte final, diré que el álbum dura 60:07 minutos y fue la hora más larga de mi vida escuchando un álbum… maldito seas, Jose Ma Codón Blanco…
Lo que digo es que…
Me costó mucho trabajo encontrar aprecio al Once, no a todo el álbum, pero sí que a unas cuantas rolitas que por ahí se esconden. Creo que pude haber disfrutado mejor el plástico sino fuera por la entrometida voz de Marco Hietala que, en opinión personal, su voz no debió de haber estado en el disco; pudieron encontrar a alguien mejor.
También los pequeños dejes de power metal que por momentos se asoman, terminaron por hacer más monótona la escucha, y, no es que el disco sea malo, sino que no es lo mío éste tipo de cosas, aunque puedo decir que fue un ejercicio interesante y que descubrí canciones que valen la pena.
Once representa ser un álbum importante para los fanáticos de Nightwish, para los miembros de la banda e incluso puedo apostar que para la misma Tarja Turunen; sin embargo, no para mí, pues, en definitiva, unas cuantas canciones añadiré a mi lista, y quién sabe.
La orquestación me agradó bastante y, buscando un poco, me encontré que fue nada más y nada menos que la Orquesta Filarmónica de Londres.
Hace ya 18 años del Once… como se va el tiempo…
Y siguiendo con la dinámica de dar sentencia a otra pobre alma incauta, aprovecho para dar aviso a Franz S. Heiligen con el Stoner Witch (1994) de unos tales Melvins. A ver qué sale de esto…