Hoy me toca a mí meterme en terrenos pantanosos, en camisas de once varas, en territorios desconocidos para el ciudadano Rubén de Haro, y solo puedo decir una cosa: «¡Guau!» Jamás, en mi puta vida, se me hubiera ocurrido escuchar un álbum así, pero supongo que, de vez en cuando, va bien ampliar miras y mirar un poco más allá. Es un ejercicio, no solo muy sano para los oídos, sino que se lo recomiendo a cualquiera que se jacte de ser un amante de la música.
En 1990, Judas Priest lanzó su obra de metal definitiva, Painkiller, y pilló a todo el mundo desprevenido, con el culo torcío, sorprendiendo a todos. Yo, aún no siendo fan de la banda, reconozco que se trata de un álbum muy bueno y, en pocas palabras, un puto clásico. Ah, por cierto… su última entrega, la cual ya os analizamos aquí, es la puta bomba. Sin embargo, este álbum que aquí me ocupa, que sigue unas líneas muy similares al Painkiller, llevaba ya dos años publicado antes de que se publicara el álbum de Halford & Co., y me temo que le mete un pequeño repaso.
Riot es una de las bandas de metal más antiguas de los Estados Unidos, si no la más antigua, formada en 1976. Este trabajo suyo vio la luz en 1988, y es el primer álbum que escucho de los de Nueva York. La banda está compuesta por los elegantes solos de Mark Reale, una base rítmica made in Don Van Stavem (bajo) y Bobby Jarzombek (batería), y los gritos de otro mundo de un soberbio y contundente Tony Moore. Estos Riot nos presentan en este Thundersteel (1988) una combinación de rock clásico de los 70 y de speed metal, todo ello aderezado con una pizca del tradicional sonido de Judas Priest. Por favor, que algún purista me corrija si no estoy en lo cierto.
Las canciones son bastante creativas, pegadizas y realmente, porqué no decirlo, buenas. Las voces son extremadamente adictivas y se te meten en la cabeza incluso después de haber escuchado esta obra solo una o dos veces. Tony Moore puede sonar, en ocasiones, demasiado como el bueno de Rob Halford, pero no creo que tenga nada que envidiarle, sinceramente. El tipo tiene talento, mucho talento, y por aquél entonces era un valor en alza, un talento muy prometedor. Las líneas de guitarra son absolutamente espectaculares; abrasadoras y claras. Me gustan especialmente cómo suenan en «Fight or Fall» y en «Run for Your Life».
«Sign of the Crimson Storm» tiene algunas similitudes con Deep Purple y con los Judas de los 70, sobre todo por culpa de esos riffs y de esas melodías vocales. Cuando combinan esas influencias con un poco de heavy metal (como sucede durante el solo), la banda crea un sonido extremadamente… no sé, ¿agradable? Bueno, la verdad es que no sé cómo definirlo, pero me gusta. Una gran canción. La pista que da título al álbum es una puta joya, una auténtica maravilla, y está ahí ahí con cualquier tema incluido en Painkiller. Es un estallido de velocidad, de diversión y de furia metálica que se me ha metido en la olla… y que ahí se va quedar un tiempo, oiga. «Johnny’s Back» tiene ese tufillo rebelde del metal de los 80, y es otra de mis favoritas: «Tell the boys to step aside. Tell the girls to form a line. The king is back to claim the land again»… ♥. A «Bloodstreets” le sobra la flauta inicial, todo sea dicho. Es una especie de semi-balada, pero aún así termina siendo un tema bastante movidito. “Flight of the Warrior” y “On Wings of Eagles” forman un gran dúo de virtuosismo power metalero gracias a esos gloriosos coros.
Pero ningún lanzamiento de heavy o de power metal es realmente redondo sin la épica obligatoria, y creo Riot se dieron buenas cuenta de ello, y de ahí la existencia de “Buried Alive (Tell Tale Heart)”. Se trata de una adaptación musical del cuento clásico de Edgar Allan Poe The Tell-Tale Heart (El corazón delator), y os diré que creo que Riot hizo un trabajo más que aceptable. Comienza con una intro hablada que me recuerda a una película de terror de los 80, y luego se abre camino, desembocando en un acto bastante más oscuro, de ritmo intermedio, que no se parece a nada que hayamos escuchado antes en este álbum. Es, sin lugar a dudas, el tema en el que más me ha costado entrar, por complicado y, en ocasiones, inaccesible, pero es una canción muy buena una vez que se pone en marcha. El coro es más oscuro y sombrío, no como los felices paseos por campos de amapolas a los que nos tienen acostumbrados las bandas de power metal en general, y Riot en concreto durante el resto del álbum. Un cierre épico y oscuro para un muy buen álbum. THUNDERSTEEEEEEEEEL!!!!!
La producción, obviamente, no es tan buena como podría serlo hoy en día, pero para tratarse de un trabajo del año 1988, es bastante correcta. Todos los instrumentos son audibles y se notan pulidos, y nada tiene prioridad sobre el resto de la mezcla. Es raro que tratándose como se trata de un álbum clásico, no haya sido remasterizado todavía… ¿por qué no lo está, verdad?
Bueno, hasta aquí mi primera cita con Riot, los actualmente conocidos como Riot V tras el trágico fallecimiento de su líder, Mark Reale. Prometo revisar el resto de su obra, pero con la mas absoluta de las calmas, no jodamos. Trataré de escucharlos todos, aparezcan o no ¿nutrias? en su portada. Madre del amor hermoso: si la portada de Thundersteel es horrible, peor aún son las de los trabajos anteriores de la banda. Me gustaría analizarlas, si no os importa. Total, ya he confesado que me ha gustado el álbum, así que hagamos esto just for the LOL’s. Atiende. Panorama post-apocalíptico. Ciudad destrozada por las bombas con una señora robot de color azul paseando por una de sus calles junto a una especie de híbrido -a medio camino entre Silver Surfer y Freezer de Dragon Ball– mitad humanoide, mitad tanque. Las drogas nunca han sido buenas… y creo que escuchar power 24/7 te destroza la olla que no veas.
Cualquier fan del power/speed metal de los 80 debería escuchar este álbum al menos una vez en su vida, porque es absolutamente esencial, que lo he leído no sé dónde. Así que, ya sabes. Si eres fan de este tipo de cosas, apostar por Riot es apostar a caballo ganador. Muy recomendable.
Bueno, tras la parrafada, ahora se supone que he de nominar a alguno de mis compañeros para que hagan lo propio. Pues bien, nomino al puto Albert Vila para que nos explique qué opina sobre uno de los pilares del nu metal, el The Fundamental Elements of Southtown (1999), el tercer y más célebre álbum de la banda de metal cristiano P.O.D.. Que Dios nos pille confesados…
Tipo peculiar y entrañable criado a medio camino entre Seattle, Sunset Boulevard y las zonas más húmedas de Louisiana. Si coges un mapa, y si cuentas con ciertos conocimientos matemáticos, verás que el resultado es una zona indeterminada entre los estados de Wyoming, South Dakota y Nebraska. Una zona que, por cierto, no he visitado jamás en la vida. No soy nada de fiar y, aunque me gusta “casi todo lo rock/metal”, prefiero las Vans antes que las J’hayber.