Vuelta a una de mis secciones favoritas de Science of Noise (cuando no me toca a mí pringar, claro está…) con un dardo con tufo a veneno que me manda mi compañero Rubén de Haro. En este caso el reto recae referenciando a una banda la cual no conocía hasta ahora, The Chariot, y un género que, ni controlo mucho, ni nunca ha estado demasiado presente en mis gustos musicales, como le hice saber en la post-birra del concierto de Soen de hace unas semanas. Si lo llego a saber… no te digo nada.
Veamos, reconozco que, a pesar de considerarme una persona bastante abierta en esto de escuchar música, y de haberme movido por todos los submundos del dispar y atractivo universo sonoro del mundo del rock y del metal, siempre me han entrado algo de ardores cuando he visto el término -core al final de algún género, sobre todo en este actual siglo. En los noventa, me podía gustar algo el grindcore (los primeros Carcass, Napalm Death, Rotten Sound, o incluso nuestros gorrinos de Karne de Zerdo), y también el hardcore, cuando tiraba más al thrash (D.R.I., Suicidal Tendencies…) o en su estado más punk o melódico (Bad Brains, o Pennywise), pero en los últimos 10 o 20 años me he atragantado de ver tanto -core: deathcore, mathcore, blackcore, easycore… incluso ya he visto varias veces por ahí el término trapcore. También hay que decir que con la edad me he sentido incluso “fuera de lugar” con este tipo de música y su entorno, o lo que es lo mismo, me he sentido viejoven (nunca viejo) con este panorama.
Lo primero que hice es ver quiénes eran estos desconocidos The Chariot, así que me puse a indagar, y resulta que es una banda cristiana de mathcore (al principio me los he imaginado vestidos de amarillo y negro tirando biblias al público…), que son de Douglasville (estado de Georgia), que fueron fundados en 2003 por Josh Scogin, ex vocalista de Normal Jean (éstos sí que los conozco), que se separaron en 2013, y que el disco que aquí ocupa, One Wing, fue el último que editaron, además con una formación que por lo que veo poco o nada tiene que ver con la de sus inicios.
El disco se abre con dos cortes que me resultan algo caóticos y frenéticos, como son “Forget” y “Not”. Mucha potencia, mucho grind, mucha pesadez, sobre todo en el segundo, y con Scogin gritando hasta la extenuación. Mi primera sorpresa viene con el tercer corte, pues se aleja totalmente de lo escuchado hasta ahora. “Your”, de apenas un minuto, es un híbrido entre algún himno sureño y algo muy eclesiástico cantado por una tal Angela Plake. Si líneas arriba he fantaseado con Stryper, este tema me ha servido para imaginarme la entrada de fieles familias perfectas, con mucho que esconder, a esas típicas iglesias americanas de blancas paredes coronadas por una extensa torre en forma de punta. “First”, con otra sorpresa incluida, retoma la potencia de los dos primeros cortes, pero culmina como si se tratase de la soundtrack de un western, con su banjo, trompetas, orquestaciones, y hasta latiguillo incluido. “Love” es muy intensa, explosiva en su inicio y densa en sus minutos finales, que desembocan a una pesadez muy pantanosa y sludge.
Rápidamente “Speak” vuelve a descolocarme con ese oscuro y triste piano y esos lamentos de Scogin, que se desgañita que da gusto. Es un tema que parece hablar del perdón y del amor a los demás:
“Lovers, beg your forgiveness right now
Fathers, speak to your kids, right now
To the prince
To the king
To the fathers of the free
Beg for your workers, and pray to God for me”
“In” es otro de los momentos más esquizoides del disco, potentes riffs y buena sección rítmica. Como me gusta decir: “un patadón a tu puta boca”. El tempo y las guitarras de “Tongues” se me antojan más stoner, la parte central se convierte más armónica gracias al piano y los teclados, pero con un ritmo muy marcial, que sirve de puente para retomar esas guitarras iniciales. Los primeros segundos de “And” me hacían temer lo peor (una especie de swing surfero), pero nada de nada. “And” es un cañonazo de tema donde vuelve ese caos y frenetismo sonoro.
El álbum lo cierra “Cheek”, el corte de mayor durada, que no es otra cosa que buscar lo épico en el desgarrador y conmovedor discurso final del barbero de la película El Gran Dictador, de Charles Chaplin. La verdad es que acabar un disco tan pesado y punzante con lago así suena a locura, y es que locura es lo que no les falta a estos The Chariot.
Me he tomado mi tiempo para escuchar de una manera adecuada el disco a pesar de su poca duración, apenas treinta minutos, y he de decir que ha sido un ejercicio bastante satisfactorio. Momentos como “Not”, “First” o el épico cierre de “Cheek” me han parecido bastante interesantes. Aunque es un tipo de música que no controlo demasiado no me considero un completo ignorante en el asunto, y mientras iba desgranando One Wing me venían a la cabeza bandas como Converge o The Dillinger Escape Plan, así que he decir que estos The Chariot no me han desagradado en absoluto.
Y bien… aquí voy a convocar a la siguiente víctima de esta gran sección, en concreto a la benjamina del grupo… Prepárate Irene Vernedas porque aquí te mando el marrón de reseñar uno de los mejores discos de los 90, el Different Class de Pulp, que lo petó en el año 1995, cuando tú aun no habías nacido, con jitazos como “Common People” o “Disco 2000”. ¡Suerte!
Pota Blava y fanzinero de los 90. La música siempre ha sido una de mis grandes pasiones, y aunque el Metal es mi principal referencia, no he parado de moverme por diferentes estilos sin encerrarme a nada. Con los años el escribir también se convirtió en otra pasión, así que si junto las dos me sale la receta perfecta para mi droga personal. Estoy aquí para aportar humildemente algo de mi locura musical, y si además me lo puedo pasar bien…pues de puta madre.