La reseña improbable: Thy Art Is Murder – Holy War

Ficha técnica

Publicado el 26 de junio de 2015
Discográfica: Nuclear Blast Records
 
Componentes:
CJ McMahon - Voz
Andy Marsh - Guitarra
Sean Delander - Guitarra, bajo
Lee Stanton - Batería

Temas

1. Absolute Genocide (4:25)
2. Light Bearer (3:55)
3. Holy War (4:00)
4. Coffin Dragger (2:55)
5. Fur and Claw (4:16)
6. Deliver Us to Evil (3:06)
7. Emptiness (4:03)
8. Violent Reckonong (2:55)
9. Child of Sorrow (3:33)
10. Nacked and Cold (5:30)
11. Vegeance (2:23)

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Si eres asidu@ a esta sección, recordarás este momento señor Lobo en cederme el testigo mi querido Dídac

«Para compensar tanto brillo, edulcorante y soserío, nombro a mi gran amigo Abel Marín, para que sea el siguiente en hablar sobre el disco de un grupo que no sea su estilo, pero que lo va a disfrutar en grande. Así que se vaya preparando con los reyes del deathcore (con permiso de Lorna Shore), y se ponga en vena el fantástico Holy War (2015) de los australianos Thy Art Is Murder

Hooombreeeeee, si he llegado a disfrutarlo lo iremos viendo durante el desarrollo del artículo. Porque no lo voy a negar, el reto al que me exponía era atractivo, pero a priori un poco sapo también. Así que parafraseando a Siniestro Total:

«No hay cuestión ni depresión
Que aprenda a nadar
Todas se ahogan en licor
Todas se atascan en pan (…)»

Pues eso, pasemos este trámite brindando para aclarar la carraspera tras intentar emular algunos guturales de esta barbaridad sonora.

Much@s de l@s que estaréis leyendo estas líneas ya sabréis quienes son estos Thy Art is Murder que tratamos hoy, porque no lo vamos a negar, el salseo llama y ese hater que llevamos dentro nos remueve para afilar el cuchillo contra la pobre víctima que se enfrenta a esta aventura. Pero para quienes no, siempre va bien hacer un pequeño resumen de la trayectoria de estos australianos.

Australia, tierra de mis amados AC/DC a la vez que también de Airbourne, Rose Tattoo, Jet o Kylie Minogue (¿en serio? pensaréis. Pues sí, amor platónico adolescente), también se prodigan en terrenos más extremos y actuales como Parkway Drive, los cuales encabezan una de las jornadas del Rock Fest de este año junto a estos Thy Art Is Murder que nos ocupan. Así que acostumbrados al calor de su tierra natal, la temperatura del mediterráneo les parecerá de lo más confortable.

Thy Art Is Murder llevan ya la friolera de 18 años en activo, por lo que para nada se les puede catalogar de nueva aunque para un servidor sea la primera vez que se enfrenta a una de sus obras. Últimamente volcado en sonidos más alejados de lo que aquí se reseña, me ha costado bastante enfrentarme a la ofrenda de mi amigo Dídac. Pero esta sección es de lo que se trata, de lanzarnos al monte, cual espartano, ataviado únicamente con un taparrabos para curtirnos como guerreros.

Si algun@, después de leer esta turra quiere conocer mi opinión sobre estilos semejantes, puede leer mi otra lucha en gallumbos frente a las desgarradoras fauces de Meshuggah.

Pero no me alargo más en esta, nuestra agonía. ¿Qué es lo primero que me llama la atención? Su logo, más molón que en sus primeros discos siempre me ha llamado la atención en cualquier cartel que estuviera. Incluso era una de las desconocidas formaciones que quería descubrir en directo, como apuntaba más arriba, en este Rock Fest 2024.

Aún así, he buscado actuaciones en directo de estos australianos y me encuentro con lo habitual en las formaciones de deathcore o metalcore, tienen más pinta de informáticos que de músicos de metal. Algo más acentuado si vemos a la formación actual tras la sustitución de su clásico vocalista.

No lo digo como algo despectivo, pero si antes identificábamos al músico / seguidor metalero por sus elásticos y greñas, ahora entre gafas de pasta, barba cuidadísima, peinados bien elaborados (o cabezas escrupuladamente bien rasuradas) y multitud de tatuajes no podríamos diferenciarlos de un técnico de cualquier departamento informático en importante multinacional del sector.

Pero en lo referente al disco, la fotografía de la portada, obra de Thomas Savage, es de lo más inquietante. Soy más fan de las ilustraciones clásicas para portadas que de las fotografías, pero la frialdad que transmite, con esos tonos azulados, quedando en la penumbra el rostro de la imagen de lo que reprentaría a la virgen cristiana es de lo más llamativa. Si miráis con atención, poco a poco veréis que el rostro ocultado en la sombra del velo acaba descubriendo una mirada fija y penetrante que hiela el alma. Mejor carta de presentación, imposible.

Musicalmente, pues que queréis que os diga, ha llegado a saturarme un poco. Cierto es que el hecho de no ser un death metal a la vieja usanza, es más variado y machacón que da lugar a un headbanging automático, como el perrete con cuello de muelle que se ponía en las bandejas de los coches, durante su escucha. Pero vocalmente CJ McMahon, el burraco a los guturales, a parte de tener un mal gusto horrible por esa predilección por las camisas de leopardo (según he visto en algunas fotos de la época y algún que otro video en directo) y no ser nada “Mahon” (majo, perdón por el chiste horrible) pues parece ser que lo zumbaron de la banda por unas polémicas declaraciones en contra de la comunidad trans, acaba superándome.

Antiguamente hubo una época que le daba a los sonidos más crudos, pero a día de hoy los tengo más apartados para momentos puntuales. La voz acaba convirtiéndose en monótona a pesar de utilizar variaciones, nunca bajando del estilo gutural. Tal vez algo más de variación melódica o intervalos más chillones darían lugar a una escucha más amena que evitarían mi desconexión, porque musicalmente me encantan.

Si he de quedarme con canciones, evidentemente con la que da título a esta obra. “Holy War” es de las más amenas del disco, al igual que “Emptiness” con ese inicio calmado seguido de la hostia sonora marca de la casa.

¿Disco de reproducción habitual? Posiblemente, no, pero sí recurrente por momentos. No entrarán en mi estatus de grupos imprescindibles, pero sí que iré a verlos en breve sin prejuicios.

Y ahora sí, llegados a este momento, ¿quién será la próxima víctima? Nada más y nada menos que el hombre con el mejor pelazo de la redacción, con permiso de nuestro amado líder.

Rubén de Haro, con el cariño que te tengo, desempolvo y te hago entrega de una de las joyas de nuestro metal patrio. Aprovechando que Jero Ramiro trae al Leyendas de este año los clásicos de Santa, te hago entrega del Reencarnación (1984), disco que este año cumple su 40º Aniversario y que traerá la gloria de aquellos metálicos 80 ocultos bajo la gubernamentalmente apadrinada Movida madrileña.

Salud, tachas y metal.

Abel Marín
Sobre Abel Marín 200 Artículos
Amante del metal en su variedad de estilos. Vivo con la esperanza de poder llegar a viejo acudiendo a salas de conciertos y festivales. Si los rockeros van al infierno, que me guarden sitio y una cervecita. Salud y Heavy Metal.