¡Hola!
Si habéis venido hasta aquí esperando ver un vídeo de Lars Ulrich pillándose un huevo con la cremallera del pantalón, lo sentimos mucho pero no vais a encontrar ninguno. Tampoco sabemos si el entrañable batería de Metallica ha sufrido ese tipo de accidente o no (bien, alguna vez supongo que sí, como todos), pero en caso de que así fuera, y aunque la vida y milagros de la banda californiana suele estar sobradamente expuesta en todos los medios, dudamos bastante de que exista ninguna muestra audiovisual que documente tan doloroso momento. Pero bueno, que sepáis que aunque le hubiera pasado realmente y existiera ese fascinante vídeo, nosotros tampoco lo habríamos compartido a pesar de que sabemos que la mayoría de vosotros (supongo que casi todos los que estáis leyendo esto, por lo menos) tendríais mucha curiosidad por verlo.
De hecho, y para decepción de la mayoría, este artículo y el título que lo acompaña no son más que una especie de experimento social simplón (sazonado con algo de vinagrismo, no lo niego) que pretende poner de manifiesto lo fácil que es atrapar a la gran mayoría de la gente con un titular eminentemente sensacionalista y que, para más inri, en este caso no promete más que entretenimiento inmediato y barato de lo más superficial. Ojo que yo no tengo necesariamente nada en contra de este tipo de entretenimiento (el cuál consumo en dosis moderadas), y tampoco penséis que estoy sentado en el aterciopelado sillón de mi biblioteca decimonónica fumándome una pipa mientras juzgo con altiva severidad lo soez y vulgar que es el mundo al otro lado de mi monóculo. Ni mucho menos, pero muy a menudo me da la sensación de que un poco menos de superficialidad e inmediatez y un poco más de chicha y profundidad no nos vendrían nada mal a todos.
Ya sé que hay titulares ante los que es complicado resistirse a clicar. Hay veces que el titular afirma, todo motivado: «¡Tres nuevas bandas confirmadas para el Rock Fest!«, y en vez de nombrarlas en esa misma frase o en el correspondiente post de Facebook, te obligan a entrar a la noticia de la forma más ruin e innecesaria para ganarse un mísero click. Hay otros que son tremendamente engañosos, insinuando polémicas donde no las hay o llevándote a una noticia insulsa de no más de cinco líneas que no explica nada de lo que prometía esa frase rimbombante con la que te habían pescado en un primer momento. A veces se nos informa en todos sitios del excitante último modelo de vibrador con forma de Papa Emeritus que ha salido al mercado o de que el propio Lars Ulrich entretiene su tiempo de confinamiento jugando a juegos de mesa en su casa. Y claro, ante promesas tan excitantes el dedo se nos va solo.
Pero que sepáis que el motivo tras este tipo de publicaciones es sencilla y únicamente el hecho de que noticias tan paupérrimas como estas (muchas de ellas, por cierto, robadas de Blabbermouth y similares y maquetadas atropelladamente en 10 minutos) consiguen acumular un montón de visitas mientras que en demasiadas ocasiones (por suerte no en todas) se publican reportajes o artículos curradísimos con horas de trabajo detrás que se quedan en unas pocas y frustrantes decenas. Por no hablar, por supuesto, de la reseña del nuevo álbum de una banda bielorrusa de black metal progresivo que creemos que es la leche, pero eso ya lo damos por perdido porque no me los leo ni yo. «¿Para qué matarme, pues?«, pensarán muchos. Y creedme que les entiendo perfectamente.
Pero pensad una cosa: lo que es relevante y lo que no lo es, o la manera cómo se nos presenta esa información, no es tanto decisión del medio como de nosotros mismos como consumidores. Es la ley de la oferta y la demanda. ¿Demuestras que quieres morralla superficial? Pues te damos morralla superficial. ¿Lo que lo peta son los artículos o los programas profundos y que invitan a la reflexión? Pues pondremos más artículos de este tipo. Así ocurre en este pequeño y más o menos inofensivo mundillo del rock y el metal, pero es prácticamente igual en aquellos ámbitos que mueven el mundo. Y por ello, y más allá de aquellas informaciones que las élites del poder tienen en agenda para nosotros, las noticias más simplonas, frentistas y manipuladoras lo petan en redes y perpetúan el absurdo y peligroso ambiente bélico que reina a todos los niveles. Y por otro lado, el Marca es el periódico de referencia y ¡Sálvame! y demás morralla gozan de récords de audiencia avergonzantes.
Yo, en lo personal, aparte de no mirar ¡Sálvame! también intento no clicar JAMÁS en este tipo de titulares que se ve a la legua por dónde van (y eso no quiere decir – una cosa no quita la otra – que no lea muchos de los artículos que publican estas mismas revistas y que me parezcan interesantes), ya que entiendo que al igual que mi responsabilidad (y mi único poder) como consumidor y ciudadano es no darle el dinero de mis compras a quién creo que no se lo merece, lo mismo ocurre con mi click. Por supuesto, nadie va a notar nada si lo hago yo solo, pero si todos penalizáramos las cosas que decimos que no nos gustan y premiáramos las que sí lo hacen (tanto en este ámbito como en la vida real), creedme que veríamos muchos cambios.
No sé si ha quedado del todo claro, pero mi intención con esta reflexión no es en absoluto la de culpar a ninguno de los medios que lleva a cabo ese tipo de prácticas en mayor o menor medida, ya que el motivo detrás de ello no es otro que la certeza empírica de que vosotros clicaréis en masa. E ir a buscar visitas, ya sea por dinero, por ego o por pura satisfacción personal (nosotros no vemos un duro de esto, pero no os niego que esos días en los que nos llueven miles y miles de visitas gracias a algún artículo que lo peta de verdad, se nos pone una gran sonrisa en la boca) es algo que me parece totalmente legítimo.
Mi queja, amigos y amigas míos, es para todos vosotros (y tranquil@, que si tú personalmente no te sientes identificad@ con lo que digo, entonces no va por ti) que os quejáis desde vuestro sofá de que tenemos un periodismo de mierda y luego clicáis como locos y sin ningún tipo de rubor ni consciencia a cualquier titular mierdoso que no hace más que perpetuar ese modelo. Porque el periodismo, como la política, no es más que un reflejo de la sociedad de la que se nutre. Así que los responsables últimos de tener un periodismo cutrón y un nivel político digamos que bajo, somos nosotros y nadie más que nosotros. Y en nuestras manos está cambiarlo, no validando aquellas formas que no nos gustan y, a veces, con el poder que da un solo clic.
Por cierto, visto el titular, me imagino que este artículo será todo un exitazo de visitas. Y es curioso, porque quizás por primera vez en los casi 4.000 que hemos publicado hasta ahora, me alegraría sinceramente de que no lo fuera.
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.