Con la inminente visita de Metallica para presentarnos su exitoso Hardwired… to Self-Destruct (2016), es un buen momento para clasificar las mejores canciones de la banda.
Más de tres décadas después de que los dioses del metal de la Bay Area aplastaran los cráneos de los incautos desprevenidos que se hicieron con una copia de su primer lanzamiento en 1983, la piedra angular del thrash metal, Kill ‘Em All, los fans más acérrimos esperan con ansia la visita de Hetfield & Co.
A medida que Metallica ha ido lanzando discos, en constante evolución, que marcan transformaciones notables en su composición y estilo, los maestros del metal han alcanzado una fama y una fortuna vertiginosas, han consolidaron su estatus dentro de la nobleza rockera y han capturado un ejército multigeneracional de leales y fieles fanáticos; y todo mientras todavía continúan vendiendo discos y llenando estadios como churros.
Lo más importante es que lo han hecho todo sin abandonar por completo su integridad artística y su sonido más distintivo. No ha sido fácil, pero revisamos la extensa discografía de Metallica y os regalamos sus, según nuestro parecer, cinco mejores canciones.
«Seek & Destroy» por Rebeca López
Álbum: Kill ‘Em All (1983)
Autores: James Hetfield y Lars Ulrich
Si hay un álbum de Metallica que adoro por encima de todos, ese es Kill ‘Em All (1983). Seguramente influya el hecho de que fuese el primer disco que escuché de la banda (y de un estilo musical que marcaría toda mi adolescencia y posterior juventud). O que una servidora tuviese unos 15 añitos en ese momento. O quizá que, a día de hoy, cuando lo escucho, todavía me haga revivir esas sensaciones de una época adolescente en plena fase de ebullición, de descubrimiento, de necesidad de derrochar energía… y el recuerdo de alguna que otra visita a garitos heavies los sábados por la tarde. Sea como fuere, este disco ocupa un lugar especial en mi ranking personal. Y si hay un tema que sintetice todo eso, y que yo destacaría de este álbum es, sin duda, «Seek & Destroy»; seis minutos y medio de pura adrenalina.
Desde los primeros acordes de la canción se respira ese sonido sucio, “metálico” (nunca mejor dicho) que caracteriza el álbum en general. Es ese sonido, precisamente, lo que me encanta; capaz de transportarte directamente a aquellos 80 de vaqueros ajustados, zapatillas deportivas, chupas de cuero y peleas callejeras, en un abrir y cerrar de ojos. Una letra con una carga “violenta”, un “te busco, te persigo por las calles y cuando te pille vas a flipar” que ha dado lugar a diversas teorías e interpretaciones y que acompaña esa esencia “macarra” que nos transmite el disco debut de Metallica.
La canción sigue las líneas marcadas en todo el álbum: un thrash primerizo, crudo, sin artificios, y unos ritmos anormalmente rápidos para lo que venía escuchándose en la época (aunque este tema en concreto no es de los más acelerados del disco), que abrirían camino, junto con otras bandas históricas, al thrash metal. El desarrollo del tema es genial; el riff de apertura, más que pegadizo, ha pasado a la historia como uno de los más reconocidos del thrash y del heavy metal en general (no en vano la banda suele utilizarlo a modo de cierre en sus conciertos, habiendo logrado que el público lo interprete automáticamente como una señal inequívoca de que el show está llegando a su fin). La estructura de la canción parece simple, podría incluso decirse que monótona, pero tiene algo que te atrapa, que te hace vibrar y sentir que quieres más (Yes, please!). Y, cuando crees que estás llegando al Nirvana… ¡Zas! Te sorprende un cambio de tercio en mitad de la canción (¡Cómo me gustan esos cambios típicos en las canciones de Metallica!); una pausa que da lugar a un ritmo todavía más acelerado (¡Subidón!) y un solo de guitarra magníficamente ejecutado por un Kirk Hammett recién llegado para la grabación del disco, tras haber abandonado Exodus con el propósito de suplir al que, posteriormente, sería el líder de Megadeth, Dave Mustaine.
Y, tras esa explosión de guitarras, llega la última parte del tema y, con ella, un final que termina en seco. Y una se queda con la sensación de haber estado corriendo un maratón o de acabar de bajarse de una montaña rusa.
En fin… ¿He mencionado ya que es uno de mis temas favoritos de Metallica? ¡Pues eso!
«Creeping Death» por Albert Vila
Álbum: Ride the Lightning (1984)
Autores: Cliff Burton, James Hetfield, Kirk Hammett y Lars Ulrich
Durante casi un año de mi vida adolescente me alimenté exclusivamente de los cinco primeros discos de Metallica. Sabía absolutamente todo sobre la banda y sobre cada uno de esos álbumes, y daba la brasa a quienquiera que hacía el amago de querer escucharme. Aunque desarrollé una devoción inquebrantable por todos y cada uno de ellos, Ride The Lightning (1984) siempre me hizo un tilín especial: suponía el eslabón perfecto entre la suciedad y la agresividad de Kill ‘Em All (1983) y la pulcritud y perfección de Master Of Puppets (1986). Y entre todas las canciones de este disco, tres destacaban especialmente en mis preferencias personales: la vacilona «For Whom the Bell Tolls», la espectacular instrumental «The Call of Ktulu» y la mejor de todas, el tema que, a mis ojos, que tiene todo lo que hace de Metallica lo que es: «Creeping Death».
En esta canción todo me parece ocupar su lugar a la perfección, y la fluidez y naturalidad con la que se navega entre cada una de sus partes me parece sencillamente brillante: desde su bombástico inicio (y final), a su icónico riff thrashero; desde su inconfundible y recordable melodía y estribillo, a su aire vagamente orientaloide, sus punteos jebis, su airguitarrero solo o su potente parte intermedia («die, by my hand, I creep across the land, killing first born men»), que en directo se amplifica con un montón de motherfuckin’s. Incluso la letra, algo infantil, acaba por tener su gracia.
Metallica son unos grandes y tienen un cancionero absolutamente impresionante, pero si tuviera que escoger un solo tema de entre todos los que nos ha regalado la banda de James Hetfield y Lars Ulrich a lo largo de su carrera, creo que tendría que decantarme por éste.
«Orion» por Sergi Plaza
Álbum: Master of Puppets (1986)
Autores: Cliff Burton, James Hetfield y Lars Ulrich
El pasado septiembre se cumplieron treinta y un años de la muerte de Cliff Burton. Todo ese tiempo no ha servido más que para agrandar la leyenda de uno de los miembros originales de Metallica, que sigue siendo considerado, ranking tras ranking, como uno de los tres mejores bajistas de la historia de la música rock.
Antes de que les abrieran las cárceles para rodar vídeos entre presos, tocar rodeados de la orquesta de San Francisco, rodar películas o poder cobrar lo que les diera la gana por una entrada, hubo otra Metallica que iba de concierto en concierto con un vehículo que ahora no serviría ni para hacinar fruta. Lo más increíble es que los cuatro miembros de la banda más grande del heavy metal estadounidense todavía viajaban en unas pésimas condiciones después de sacar al mercado tres discos como Kill ‘Em All (1983), Ride The Lightning (1984) y Master of Puppets (1986). En un viaje de su gira europea, de Estocolmo a Copenhague, Cliff se dejó la vida en la carretera aplastado por el mismo autobús en el que viajaba después de salir despedido de él.
Un año antes el añorado Burton compuso su canción más personal, “Orion”. La séptima pista del Master of Puppets es un maravilloso tema que nace de una memorable línea de bajo para mezclarse con guitarras y solos para el recuerdo entre cambios de ritmos, creando una atmósfera que es lo más cerca que estaremos todos de un viaje por el espacio. Ocho minutos y veintitrés segundos para dar forma a uno de los mejores y más significativos temas instrumentales de la historia del metal. Ocho minutos y veintitrés segundos de inolvidable legado, que invitan a hacerse una pregunta. Porque todos sabemos lo que fue Metallica con Cliff y lo que ha sido después, pero nadie puede saber hasta qué cuotas musicales hubiera llegado esta banda si aquel autobús no hubiera patinado en la madrugada del 27 de septiembre de 1986. A mí me da vértigo pensarlo. Es imposible imaginar qué maravillas hubieran nacido en un viaje más allá de Orion…
«For Whom the Bell Tolls» by Rubén de Haro
Álbum: Ride the Lightning (1984)
Autores: Cliff Burton, James Hetfield y Lars Ulrich
Uno de los temas más recurrentes en Ride the Lightning (1984), segundo larga duración de Metallica, es la soledad. Hasta en tres canciones, este tema tiene una connotación negativa dentro del álbum: la que da título genérico al trabajo, «Fade to Black» y «Trapped Under Ice». En «Escape» también se habla sobre ello, pero las connotaciones son, por así decirlo, algo más positivas. Y luego tenemos la que aquí nos ocupa, «For Whom the Bell Tolls», que es ambivalente, ya que el primer verso trata sobre esos “men of five”, esos cinco soldados, mientras que el segundo verso cambia a perspectivas singulares de segunda persona («just before you die») y tercera persona («he hears the silence so loud»). Durante los tiempos de guerra es cuando realmente se prueba la capacidad de los humanos para unirse, por lo que esta ambivalencia derivada de la obra homónima de Hemingway es bastante apropiada.
For Whom The Bell Tolls, es una novela publicada en 1940, cuyo autor, Ernest Hemingway, participó en la Guerra Civil Española como corresponsal, pudiendo ver los acontecimientos que se sucedieron durante la contienda. Y quién nos lo iba a decir que, además de ser el título de una novela, estemos ante una las mejores canciones de los de San Francisco. El tema en cuestión puede verse como una adaptación lírica de una escena en particular del libro, que tiene lugar a lo largo del capítulo veintisiete.
Dejando un poco de lado la visión de Hemingway, la estructura de la canción es muy interesante pues, hasta que no pasan más de dos minutos, no se escucha la tan característica voz del bueno de James por ningún lado. Esos primeros sesenta y siete segundos están copados por campanas, ciclos interminables de riffs -con o sin distorsión- y de diferentes registros, algo de tamborileo, e incluso hay una especie de descanso/pausa de cuatro segundos antes de que unos tresillos antémicos a cargo de Kirk Hammett nos metan de lleno en vereda. Y dos minutos más tarde, una outro que dura un minuto más.
Si analizamos todos estos parámetros, nos damos cuenta de que la canción tiene, aproximadamente, un 40% de introducción, un 40% de letra y un 20% de salida (outro). Es mucho tiempo de preparación hasta que entra la voz de Hetfield, que dura tanto o menos de lo que dura una canción punk. Que me lo digan a mí, que una vez me animé a cantarla en un karaoke jebi y me las vi putas sobre el escenario hasta que tenía que empezar a articular palabra. “¡Mueve la melena!”, me gritaban desde el público. Pero, en mi opinión, la canción es perfecta así. Esta configuración es una clase magistral en dinámica y aprovecha al máximo algunos de los ingredientes principales de lo que ha de ser un tema de Metallica.
Considerad los primeros cuatro ciclos de riffs. El primero es un puño cerrado, un puñetazo en toda regla. La caja no asoma por ningún lado, excepto en el golpeteo al final de cada verso. La tensión aumenta porque los tambores así lo quieren, pero cada cosa va por su lado; no se complementan. Esto no ocurre hasta el segundo ciclo de riffs, y uno se ve atrapado por la “trampa” que se oculta tras la canción, pues ahora los riffs sí responden a la llamada de los tambores. El tercer ciclo de riffs es el Apocalipsis, pues desata el puño. El riff de dos acordes se relaja y Burton desconecta la distorsión. Es un buen ritmo, pero no te acomodes demasiado, porque… ¡zascaaa! Las guitarras retoman las cromáticas de Burton con grandes y poderosos acordes… muy en la onda de Anthrax, por cierto. Después, la sensación se relaja nuevamente para dejar oír esos tresillos de Hammett. Es una gran representación de “Take a look to the sky just before you die”.
En general, el ritmo es perfecto para el tema: una marcha lenta y mortal. No hay muchas bandas de metal que escriban canciones a esta velocidad (tresillos de, a alrededor, 118 BPM). De hecho, la única que me viene a la cabeza es «Walk» de Pantera. Esta canción, por supuesto, es otro himno en mayúsculas. Ambas canciones son pesadas, pero se balancean a una velocidad a la que el cuerpo responde naturalmente. A ese ritmo, uno no puede esconderse detrás de la velocidad; tienes que tener algo que decir. La mayoría de las bandas carecen de los cojones y el conocimiento para jugar a esa velocidad. Que Metallica la clavara en su primer intento (esta era su canción más lenta hasta la fecha) es un claro ejemplo de las poderosas fuerzas que ejercían por aquél entonces.
Hasta el 22 de septiembre de 2017, el tema ha sido interpretado en vivo hasta en 1.399 ocasiones, solo por detrás de «One» (1.408), «Creeping Death» (1.458), «Seek & Destroy» (1.484) y «Master of Puppets» (1.553) dato este que, curiosamente, coincide bastante con nuestro Top 5.
Esta es la canción, sin lugar a dudas, que me metió de lleno en Metallica. Es mi tema preferido de ellos y hace que los títulos de crédito iniciales de una película como Zombieland (2009) sean considerados de los mejorcitos de la Historia del Cine. Ahí es nada:
La reputación de la divertida reinvención de las películas de zombies que mi tocayo Ruben Fleischer filmó hace ahora ocho años se ha desvanecido en los últimos años, pero todavía tiene mucho encanto, sobre todo su llamativa secuencia de apertura en la que ve la voz en off neurótica del actor Jesse Eisenberg va introduciendo sus reglas para sobrevivir a un apocalipsis zombie, antes de que los créditos rueden sobre imágenes inteligentemente compuestas de los ataques de los muertos vivientes, con la melodía de «For Whom the Bell Tolls» de fondo. Y es que sabes que va a ser una película de puta madre cuando Metallica suena durante los créditos de apertura. Masterpiece.
«One» por Rubén de Haro
Álbum: …And Justice for All (1988)
Autores: James Hetfield y Lars Ulrich
«One» es, probablemente, la canción más popular de Metallica, y la única aquí incluida que cuenta con el respaldo de un videoclip, hecho este que, según me he enterado, hizo enfadar a muchos fans de la banda. Fue la primera vez que Metallica lo hacía, pues era inevitable. bandas como Slayer, Megadeth o Anthrax ya lo habían hecho, incluso antes de 1988. Pero, aún así, Metallica recibió todas las críticas del mundo. También es la canción preferida de la inmensa mayoría de esa pequeña gran familia que es la redacción de Science of Noise.
La pista comienza con el sonido de fuego de una ametralladora que nos conduce a una hermosa introducción melódica. Líricamente, la canción habla sobre un soldado herido que recuerda sus días en el campo de batalla. El enfoque directo de Hetfield para escribir la letra nos muestra todos los males de la guerra vistos a través de los ojos de un soldado.
La canción, inspirada en la novela de Dalton Trumbo Johnny Got His Gun (1939) y la película del mismo nombre (1971), también dirigida por Trumbo, comienza lentamente y se va haciendo cada vez más dura a medida que avanza. Los cambios de tempo son alucinantes. Si uno escucha solo la intro y el solo del outro, es prácticamente imposible creer que son partes de una misma pista. La canción tiene una introducción acústica lenta con unos efectos de sonido bélicos de fondo. Las guitarras acústicas continúan durante unos cuatro minutos y, a partir de ese mismo momento, el tempo comienza a aumentar. Un poco más tarde, a partir del minuto 4:35 y hasta el final del tema, llega uno de los momentos más influyentes, quizá, de la historia del metal; los riffs, que vendrían a representar el sonido de una ametralladora, y la agresividad son parte de la historia de este género. Estos últimos tres minutos representan la mejor versión de Metallica y, unos de los pocos fragmentos (ever!) en los que Lars Ulrich realmente brilla. La letra también está, como decimos por aquí, molt ben parida. No es de extrañar que esta canción se haya convertido en la favorita de los fans y que suene prácticamente en todos los shows que los de la Bay Area, desde su lanzamiento el 10 de enero de 1989.
Pero… no se trata de un tema perfecto; no es del todo redondo. La única razón por la que se queda en un 95/100 es porque el bajo del recién llegado, por aquel entonces, Jason Newsted es apenas audible, algo muy común, por otro lado, en todo el álbum (¿boicot al nuevo?). Pero la genialidad de la canción como un todo, tanto musical como líricamente, compensa tal «ausencia».