Sold out. En la sala y en plazas de aparcamiento, y no me esperaba ninguna de las dos. Al llegar, la fila era larga, quizá la mayor que haya visto en Salamandra. No solo eso, sino que había algunas personas aguantando bajo la lluvia con cartelitos de «compro una entrada». Sinceramente, no esperaba que los The HU tuvieran tanto tirón, y me alegré de que así fuera.
Dentro de la sala se vio el primer cambio respecto al último concierto al que fui: el merch (que, por cierto, era carísimo) no estaba en la misma pista, sino que volvían las tradiciones y estaba en la sala aparte. También destacar la heterogeneidad del público asistente: señores, señoras, niños y niñas, de aquí pero también muchísimos de Asia Oriental. Gente que podían ser, perfectamente, mis padres, y gente que podían ser, también perfectamente, mis hijos. Metaleros y no metaleros… en fin, que The HU es algo que va más allá de la música del metal, y como en el párrafo anterior, yo me alegré. Eso sí, como sardinas en lata.
Una de las primeras consecuencias del gentío reunido las sufrieron los fotógrafos, en especial nuestra Marta: a hacer fotos a la parte de arriba, durante los tres primeros temas y luego la cámara, en su mochilita, al guardarropa, con el peligro que eso puede conllevar para el material. La cara de asombro cuando, bien entrado en concierto, vi a una persona con su reflex en las primeras filas, fue pintoresca, cuanto menos.
El escenario, sobrio: a izquierda, el set de batería, a la derecha, un set de timbales, en primera fila cuatro micros y, entre medias y a los lados, otros dos micros. En total, ocho músicos que, a las nueve en punto, hicieron acto de presencia. De fondo una proyección con el logo del grupo. Pero bueno, la cosa empezaba. Como decía, a las nueve los ocho músicos se plantaban en el escenario ataviados con unas botas y chaquetas de cuero histriónicamente molonas que ya quisiera para mí (ese look es superior al de las Vans, se diga lo que se diga). Luces en alto y la horda atacó.
Empezamos con «Sihi Hutu», de su último lanzamiento, y algo quedó patente: no iba a ser un concierto movido (en cuanto a música), lleno de temas rápidos y divertidos, que es lo que me gusta. Iba a ser un canto a la guerra con un ritmo, en general, lento, exorcitante y perfecto para entrar en trance antes de la batalla. Este primer tema, como digo, fue una clara muestra. Y la respuesta del público fue también una muestra de cómo discurriría la noche: estaba entregado. «Shoog Shoog» siguió el camino marcado, a pesar de esos gritos iniciales a lo AC/DC. Las ganas de invadir las estepas mongolas iban en aumento. Los protagonistas, serios como una roca (creo que no vi más de tres sonrisas encima del escenario durante todo el bolo), incitaban a la gente y les alentaban en su lengua materna y en un inglés difícil de entender. Entre tema y tema, gritos de «¡Hu Hu Hu!» salían del escenario y tenían respuesta en el público. «The Gereg», también de su primer trabajo, seguía añadiendo trance con su ritmo marcado de llamada a la guerra, al igual que «Hohochu Zairan».
Cargamos contra filas enemigas de la mano del líder absoluto de su cultura ancestral. «The Great Chinggis Khaan» sonó atronadora, poderosa, inmensa, como el personaje del que nos habla. La gente estaba entregada, los de aquí y los de (origen de) allí. Seguían los gritos de «Hu Hu Hu» y no sé qué nos decían desde arriba, pero la locura se había apoderado de las filas. Jaya tocaba la flauta y otros instrumentos vocales, mientras que el canto gutural se repartía a partes iguales entre él mismo, Gala, Enkush y Temka. «Shireg Shireg» no levantó las revoluciones, cosa que sí hizo (tímidamente) «Bii Biyelgee». Con «Tatar Warrior» volvimos a los ritmos lentos para entrar en trance e invocar al dios de los caballos.
Ahora empezaba no lo bueno, que fue todo el concierto, sino lo mejor. «Yuve Yuve Yu» sonó atronadora. Yo, personalmente, la hubiera dejado bien para el final o los bises, ya que creo que es su mejor tema. La respuesta del público fue tremenda. Con «Wolf Totem» se formó un pogo en el que quisieron meterme y del que huí, que la edad no perdona. Serían siete u ocho chicos y una chica, algunos con la cara pintada para la guerra, saltando, chocando y girando. Y oye, está bien, pero viendo que por allí había niños y ancianos, quizá sobraba. La cosa siguió igual con «Black Thunder», single de su último lanzamiento y puso punto y final con «This Is Mongol», que sonó atronadora. Los músicos, como es costumbre, saludaron y se fueron, pero la planificación y los gritos del público les hicieron volver para acabar con «Sad But True», de Metallica. Ahora sí. Ahora había acabado. Se lanzaron púas, se hicieron fotos, siguieron sin sonreír y el público salió tras vivir un concierto sobrio, serio, poderoso y brutal. La única pega, si es que puede llamarse así, es que yo hubiese subido el tempo de las canciones.
Setlist The HU:
Sihi Hutu
Shoog Shoog
The Gereg
Hohochu Zairan
The Great Chinggis Khaan
Shireg Shireg
Bii Biyelgee
Tatar Warrior
Yuve Yuve Yu
Wolf Totem
Black Thunder
This Is Mongol
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Sad But True
Llevo en esto del heavy más de media vida. Helloween y Rhapsody dieron paso a Whitesnake y Eclipse, pero Kiske sigue siendo Dios.
Como no sólo de música vive el hombre, la literatura, Juego de Tronos y los tatuajes cierran el círculo.
Algunas personas dicen que soy el puto amo, pero habrá que preguntarles por qué.