Ya son cerca de 35 años de carrera para Las Novias, una de las más legendarias bandas de la denominada Escena de Zaragoza. Una movida maña, para entendernos, que nos regaló un triunvirato encabezado por Héroes del Silencio y secundado por Niños del Brasil y los hoy aclamados Las Novias.
Curioso el mundo del rock, pues ya lejos del mejor momento de la escena -década de los 90- llega el cenit creativo y el mejor disco de la banda: Detente bala. Para ello, los maños han tenido que vivir una pandemia y distar ocho años de pausa entre Invicto (2014) y su último plástico. El resurgido cuarteto ha cultivado durante tres décadas una base de fans fieles y un prestigio que les sitúa como una de las formaciones más queridas y respetadas entre nuestras fronteras.
Detente bala no es un disco fácil. Ninguno de los trabajos previos de la banda lo es. Las letras no son fáciles de cantar, no hay estribillos simples. Pero indagar dentro de la temática de cada pieza es moverte en un mar de actualidad adornada por algunos de los mejores momentos de Óskar Díez en la guitarra. La dureza que aporta Germán, el último en incorporarse en la banda, en la batería ha dotado de un poderío novedoso dentro del catálogo de los maños. Además, la profundidad y pesadez que ha moldeado Pedro García con su trabajo de bajo ha aportado un trasfondo aún más siniestro y gótico al disco.
Las letras de Toño son más viscerales que nunca. El resurgir de la extrema derecha, el mundo actual y sus despropósitos, los daños colaterales de la pandemia… han servido como alpiste para uno de los letristas más afilados e inspirados de nuestro país. No tiene desperdicio pasearse por las entrañas de cada una de las once piezas que forman el disco. Pero si debemos pararnos en alguna en concreto, personalmente me escondo en “Ruido blanco”, una canción en primera persona del femenino, brutal. Tampoco puedes pasarte por alto el trío inicial entre las que brillan con luz propia “Misericorde” y “Dos hemisferios”.
De principio a fin, una vez conectar son él, Detente bala es una obra mayúscula. Sin duda alguna, el mejor trabajo nacido en Zaragoza en los últimos 25 años y el mejor disco de Las Novias. La producción, mimada y cautelosa, también es digna de ser mencionada como uno de los puntos fuertes del disco. Atrás quedan las toscas producciones de discos como Sueños en blanco y negro (1992) y Todo / Nada sigue igual (1994).
En resumidas cuentas, sin esperarlo, Las Novias han firmado su mejor disco y uno de los mejores discos de la escena nacional del curso. Un disco no apto para gente que busca la inmediatez de la actualidad, pero que da un gozo increíble al oyente paciente que degusta cada sorbo de la mejor bebida. Un discazo.