Cada entrega del proyecto Legado de una tragedia te convence de que el señor Joaquín Padilla es uno de los grandes nombres de la escena nacional. El secreto de los templarios es la cuarta entrega del proyecto Legado de una tragedia y me atrevería a decir que estamos ante el mejor de los tres, algo difícil de afirmar pues los tres son excepcionales. Padilla es el Sammet hispano y su proyecto se inspira en Avantasia, en el que vemos grandes músicos y un potente elenco de vocalistas firmando un más que notable trabajo. Pero aquí lo que más brilla es el trabajo de composición y los arreglos de todos los temas. Puede que los templarios sea un tema trillado a más no poder, pero en sus manos no tarda en convencerte.
La historia de los templarios, su oscuro ídolo Baphomet y sus conexiones con los cátaros de Occitania siempre han disparado la imaginación e intrigas. Lo que está claro es que el genocidio contra los cátaros es uno de los episodios más bochornosos de la historia europea y su única explicación fue la de finiquitar a cátaros y templarios de todo su poder. Jacques de Molay (último gran maestre del Temple y aquí representado por la voz de Joaquín Padilla) fue quemado vivo ante la catedral de Notre Dame, acusado de herejía e inducción a la sodomía. Los templarios fueron destruidos, y todas sus muchas riquezas pasaron a manos de la Iglesia en la que fue la primera cruzada de la historia.
La intro de rigor da paso a un “Orden del temple” que fluye de forma orgánica, con destellos arábigos y diálogos entre Padilla y Miguel Franco de Saurom. Power metal de primera división que se adentra entre coros y orquestaciones. Los ecos a lo Kamelot despuntan en “Escrito en piedra” en otro precioso ejercicio de clase y composición. Un gran Israel Ramos le da la réplica al cantante que da voz a Roberto de Craón. El coro de “El cruzado” entra cabalgando a lomos de un folk metal muy conseguido, dando una excelsa variedad al disco, aquí con José Andrea y con ciertos aires Mägo de Oz que facilitan el trabajo a su exvocalista, violín solista incluido. Al más puro estilo Virgin Steele se recurre a cortes enlace que facilitan el tránsito de un tema a otro y que hacen lucir a la narrativa. Así pues “París”, “Notre Dame” o “La conspiración” tiran de coros o de orquesta para alcanzar su menester.
El momento más operístico es el diálogo en “Intrigas” entre Jose de Ópera Magna y David Arredondo de Taken. Quizá la composición más compleja y en la que sorprende un arranque espectacular para terminar en un estribillo luminoso. Aquí la sombra de Sammet y Avantasia es diáfana… pero si quieres oír Avantasia de manual no te pierdas la brillante “Y Judas traicionó al Señor”, Thomas Vikstrom tiene un timbre muy cercano a Sammet. Si tuviéramos que elegir un single posiblemente estaríamos ante el corte ideal. Hay momentos sumamente teatrales a lo largo del disco y las voces se hacen muy expresivas y teatrales ayudando a seguir el hilo de la historia. Otro de los ejercicios preciosistas de la obra es otro momento muy clásico con Chus Herranz a la voz. Vuelven las sonoridades cercanas a Kamelot debido a esos teclados y los juegos con los coros de “Sangre inocente”. Es bonito escuchar a Padilla acompañado de piano en la breve pero intensa balada “Plegarias”. La verdad es que las letras están cuidadas tanto como lo musical.
Las tres caras del ídolo Baphomet invitan a que aparezcan voces guturales (siempre que se trata los Templarios es obligado titular un tema así y que centre este uno de los clímax). Aquí hay un acercamiento a Therion con muchos vocalistas, coro y orquesta. Tete Novoa canta junto a Padilla en la balada “La penitencia de la duda”, dando mucha fuerza a una balada que es el corte más extenso del disco. El final está dominado por baladas enlace como “Entre un padre y un hijo” para acercarnos al gran final con “La maldición”. Aquí Jacques, con Notre Dame de testigo, lanza una maldición que tomaría cuerpo antes que las llamas lamieran su cuerpo. El final rimbombante no decepciona para luego llegar al epílogo “El letargo del guerrero”. Sabor de réquiem con la viola y el violín poniendo el toque triste: la calma tras la tormenta.
El trabajo de Joaquín Padilla vuelve a ser espectacular en todos los sentidos y supera sus tres ya excelentes entregas. Menos recargado que su anterior obra y con el mismo sello de calidad que va desde el libreto a la producción del disco. Es una obra abrumadoar que desborda detalles y que he preferido ir escuchando con tiempo y reposo. Otra vez Padilla vuelve a conquistarnos, y, me sorprende, que este señor no esté ya en todo lo alto de la escena hispana y que festivales como el Leyendas no se planteen llevar una obra como esta al directo. “Hacer un Avantasia” de esta maravilla sería el siguiente paso. Se agradece también que su autor haya podido reducir la historia a un solo disco pues lo normal es que una temática como esta te desborde.