Nunca he sido un gran fan de Rosendo ni de Leño, pero estos aniversarios te sirven para desempolvar esos viejos discos que están aparcados entre los muchos montones de CDS y… un poco apetece ponerte los deberes de indagar en ellos hasta el fondo. Leño son historia viva del rock patrio y uno de los puntales de lo que fue el rock urbano. A ello hay que sumarle la negativa que siempre tuvo el grupo de hacer una reunión, por lo que la autenticidad del combo fue absolutamente respetable.
Era un trío madrileño de Carabanchel y se inspiraron especialmente en Rory Gallagher en su versión castiza, con sus luces y sus sombras, pero en ellos hubo mucho himno y canciones inolvidables que han formado parte de las imprescindibles del rock en castellano. Su anterior disco Más madera (una canción que ha inspirado un nombre de banda) de 1980 ahondó en teclados y una producción algo comercialoide que no terminó de convencer al grupo, sí a sus seguidores.
Eran auténticos y vestían en directo como vestían en por la calle. A pesar de que se les asoció con el heavy metal o cuando les acercaban a músicas más comerciales ellos siempre reivindicaban a grupos como The Specials o The Clash.
¿De dónde sale el nombre de Leño?
Rosendo formaba parte de otra banda mítica como fue y es Ñu, y claro, lo de la “Ñ” no es nada casual. Algunos siempre han dicho que un leño en argot de los 80 era un “porro”, pero creo que hay algo más allá de esta referencia fácil. Se dice que estando en Ñu, el Molina se refería a las aportaciones musicales en forma de canción de Rosendo como “putos leños”. Ambos mantuvieron una relación que siempre fue del odio al amor.
El disco
Ya que las cosas iban viento en popa el grupo quiere dar un salto de calidad y viaja hasta Inglaterra para grabar en los estudios de Ian Gillian, flamante vocalista de Deep Purple, pero la experiencia ni fue tan buena como pensaban y terminan grabando en los estudios de Rory Gallagher bajo las direcciones de producción de Carlos Narea. La premisa estaba clara: estribillos para recordar y teclados prohibidos.
“¡Corre corre!” destapa el tarro de las esencias con un rock ‘n’ roll básico y bien llevado, con una pegada y gancho evidente. Técnicamente el disco es realmente bueno a pesar de que estemos encuadrados en los 80 y en el rock urbano y no suele asociarse este estilo a grandes demostraciones técnicas. Leño poseían mucha musicalidad, más de la que les suponen sus detractores que ven en ellos algo casposo y añejo.
La pieza más emblemática es ese himno por antonomasia que lleva por título “Sorprendente” y que a la postre ha servido para dar nombre a otra agrupación posterior de rock urbano. Este tema sigue sonando en todos los bares de rock español, y no es para menos, pues Rosendo la ha paseado sobre las tablas durante décadas. Las rimas 100% de nuestro rockero de Carabanchel y magia en el todo. Atención al gran papel de Ramiro Penas en las baquetas puesto que es un tema complejo dotado de cambios y un gran solo de guitarra. Himno definitivo.
En “No se vende el Rock n’ Roll” hay toda una declaración de intenciones. Un alegato a lo auténtico con Rosendo cantando de esa forma castiza y añadiendo detalles muy a lo Gallagher, entrando en el blues con clase y muchos detalles por parte del trío. Quizá “La Fina” es de lo que más se sale de lo obvio, con el reverb de batería aumentado por parte de Ramiro Penas. No es de lo más logrado ni en lo musical ni en cuanto a letra, pero mantiene el tipo y da un respiro y amplitud a lo que ofrece el grupo. Incluso hay ese pasaje con silbidos, pues estaba claro que teclados no iban a entrar aquí.
Puede que letras, voz, guitarra y batería sean lo que más luce en el disco, pero es el bajo de Tony Urbano la clave que empasta todo este disco y una de las claves del grupo. Buena muestra de esto es el “¡Que tire la toalla!” (¡otra vez con signos de exclamación!). Estribillo fácil pero efectivo para los directos y una especie de megáfono en intermedios para complementar la poesía urbana de nuestro héroe patrio.
Curiosamente el “No lo entiendo” tiene bastantes influencias de Motörhead, si bien encasilladas en el nicho de Leño. Rock machacón y directo, pero sin llegar a las velocidades de los maestros. Aquí la clave es otra vez el bajo de Tony Urbano y una velocidad (explicitada en las letras) y que consigue uno de los grandes momentos del disco, o si más no… es de lo más arriesgado.
“¡Qué desilusión!” cierra con signos de exclamación y es un tema emblemático pues es el último tema de Leño como grupo en su última obra y es el último que tocó en directo Rosendo en su gira de despedida. Como dice la letra “es sólo una canción… y me siento mejor”, pero va más allá. Probablemente el grupo sabía ya que se separaba y era el epitafio perfecto en el que mostraban lo que mejor se les daba hacer: puro rock urbano con las rimas del maestro de Carbanchel.
Veredicto
Corre, corre va mas allá de ser el último disco de Leño, pues fija las bases de lo urbano en la música patria. Con Leño nace un estilo en si mismo, desde el Madrid de la época, el de la transición, saliéndose por la tangente de lo que fue el petardeo y destape tras la muerte del dictador y que eclosionó en forma de Movida Madrileña. Ellos eran otra cosa y todo el mundo y el negocio les respetó
Es sorprendente especialmente que el grupo decidiera tirar la toalla (véanse aquí los juegos de palabras con los títulos…) cuando ya la consolidación estaba hecha y más tras la gira masiva con Miguel Ríos del Rock de una noche de verano. La gente en sus conciertos acababa cantando todas las letras al más puro estilo Los Suaves de los 90. Y a pesar de que la despedida estaba clara salieron muchas veces por televisión y seguían creciendo. Pero Rosendo cortó el leño y empezó en solitario…