Leprous – Malina

Nuestra Nota


10 / 10

Ficha técnica

Publicado el 25 de agosto de 2017
Discográfica: Inside Out Music
 
Componentes:
Einar Solberg – Voz, teclados
Tor Oddmund Suhrke – Guitarra
Robin Ognedal – Guitarra
Simen Daniel Børven – Bajo
Baard Kolstad – Batería
Raphael Weinroth-Browne - Cello, Cuerdas

Temas

1. Bonneville (5:28)
2. Stuck (6:48)
3. From the Flame (3:51)
4. Captive (3:43)
5. Illuminate (4:21)
6. Leashes (4:09)
7. Mirage (6:48)
8. Malina (6:15)
9. Coma (3:55)
10. The Weight of Disaster (6:00)
11. The Last Milestone (7:30)

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Uuffffff. ¡Vaya! (resoplidos, suspiros…)

A medida que van publicando discos y voy viéndolos en directo estos chicos me dejan más y más sin palabras. De hecho, casi lo único que me queda por decir es que Leprous me parecen, me atrevería a decir que de largo, la banda más interesante y personal que yo he descubierto esta década. Los conocí, como muchos otros, a raíz de la publicación de Bilateral (2011) y de ser la banda de soporte a Ihsahn, ex líder de Emperor y cuñado de Einar Solberg. Ambas bandas provienen de Notodden, un pueblo no demasiado grande la región de Telemark en Noruega. Ese disco, Bilateral, está muy bien, y también lo está su début Tall Poppy Syndrome (2009), pero a mí me comenzaron a atrapar del todo con Coal (2013), que es justo cuando algunos fans old school de la banda empiezan a renegar de ellos. Canciones como «Foe» o la absolutamente increíble «The Valley» son hitos al alcance de pocos. La culminación vino con The Congregation (2015), para mí su mejor álbum hasta la fecha y uno de los discos que más he escuchado y disfrutado en los últimos años, con una lista de temazos absolutamente ecstáticos que no vale la pena ni ponerme a enumerar.

Superar ese disco a mis ojos es una tarea altamente complicada, pero aquí viene este Malina dispuesto a intentarlo. Después de unos días escuchándolo obsesivamente en bucle, he llegado a la conclusión que no tengo ni idea de si este nuevo trabajo supera a The Congregation, y que además me da igual. Tengo suficiente con saber que estos chicos lo han vuelto a hacer: han sido capaces de crear otra obra maestra sublime. Y lo han hecho evolucionando sin ningún recelo, hasta el punto de casi marginar el metal dentro de su propuesta, e incluso eso me da igual: para mí, Leprous ya han trascendido las etiquetas y los géneros. Los podemos catalogar de progresivos, de avant-garde, de experimentales… y sin duda lo son, pero lo que les hace especiales es que utilizan su indudable complejidad técnica para conseguir resultados sensibles e inmediatos, que ni tan siquiera necesitan de varias escuchas para ser asimilados y que remueven las entrañas de cada día más gente con una facilidad aparentemente pasmosa. En Malina las guitarras suenan más delgadas, los sintetizadores tienen aún más protagonismo, hay un montón de cuerdas y un aire más atmosférico y, según como, sinfónico, los guturales están más que desterrados… Todo cierto. Pero las canciones, la esencia y el sentimiento no solo siguen ahí, sino que florecen con una fuerza increíble, tocando las mismas fibras que en álbumes anteriores y expandiéndose además a terrenos más puramente líricos.

Una prueba de que esta banda tiene algo especial es que aun y ser aún bastante pequeños (cada día menos, está claro), la publicación de este disco se esperaba en muchos círculos como un evento realmente trascendental, y la sensación que se respira es que un nuevo disco de Leprous lleva consigo un rún-rún y una explosión de euforia (o de decepción, en algunos casos minoritarios) que parece destinada solamente a los elegidos. A mí, sencillamente, la música de Leprous me pone totalmente en trance y es capaz de conectar conmigo a todos los niveles. Lo hace directamente en una primera escucha y lo hace aún más en escuchas posteriores, donde me atrapa sin piedad y no me deja ir aunque lo intente. Y no hablemos ya del directo, donde son una de las mejores bandas que pululan hoy en día por ahí. Poseen una especie de conjuro que hace imposible que me resista: debo entregarme por completo a ellos, a escuchar sus discos maniáticamente, a sacudir la cabeza y emocionarme en cada una de sus canciones y cada uno de sus conciertos. Entiendo a los que dicen que en este disco pierden algo de la contundencia que tenían antes. También a los que dicen que la electrónica tiene cada vez más y más protagonismo. Y a los que dicen que se están «poperizando». Pero es que mi opinión va mucho más allá de todo esto. Estos chicos lo tienen. Tienen ese algo en sus melodías, en sus ritmos, en sus ideas, en su atmósfera, que los hace tremendamente especiales, que los hace totalmente viscerales a pesar de parecer cerebrales. Hay gente que se queja de que las líneas vocales y los estribillos se repiten innecesariamente. Yo digo que eso es exactamente lo que les confiere unas capacidades hipnóticas sin igual.

Todo lo que vemos aquí es fruto de la mente probablemente retorcida de un genio de la música contemporánea como es Einar Solberg, con su pinta de camarero, su voz histérica, sus rebuscadas melodías y sus violentas sacudidas de flequillo detrás del sintetizador con el que se inventa todos estos temazos. Pero aunque Einar es el maestro de ceremonias, esta banda no sería lo que es sin las afiladas y entrecortadas guitarras del pequeño Tor Oddmund Suhrke y de su nuevo guitarrista, Robin Ognedal, incorporación reciente después de la sorprendente marcha hace pocos meses de Øystein Landsverk, que había estado en la banda desde casi el principio. Y mucho menos sería lo que es sin el estilo y la técnica inimitables que hace del señor Baard Kolstad un monstruo detrás de los parches, con un groove y un feeling como pocos. De hecho, si no habéis visto ningún playthrough en youtube de sus interpretaciones de varias canciones de The Congregation, ya estáis corriendo a por ellos. ¡Y ojo! A parte de sonar maravillosos… ¡Leprous por fin nos obsequian con una portada decente! Porque los tíos serán unos cracks, pero joder, sus portadas hasta ahora no son precisamente bonitas. A ver, tampoco es que la de Malina sea lo mejor que he visto jamás, pero como mínimo mejora con mucho lo que habíamos visto hasta ahora. ¿Incluso podría ser que tengan hasta camisetas bonitas? Si llegan a mejorar esto, ya sí que no sé qué más le puede faltar a esta banda.

Curiosamente, una de las canciones que menos me convence del disco es la inicial «Bonneville». A ver, entendamos lo que quiero decir: es un temazo, pero no ha llegado a removerme por dentro como casi todas las otras, e incluso me pasa un poco desapercibido. A partir de ahí, todo lo contrario, ya que las siguientes canciones me parecen maravillosas: «Stuck» es excepcional, infecciosa y compleja, «From the Flame» tiene un ritmo tremendamente adictivo y, curiosamente, dentro del conunto del disco me gusta bastante más que como adelanto, mientras el puñetero «Captive» (madre mía qué temazo) es probablemente mi corte favorito a día de hoy, con su ritmo absolutamente apoteósico y sus partes más rebuscadas brillando con luz propia. De hecho, estos tres temas, junto con la rabiosa, luminosa y sinuosa «Coma», otra maravilla con profusión de agresivos arreglos de cuerda que quizás es mi favorita (¡dudas!), se erigen como los temas que, ahora por ahora, más me flipan de todo el disco. Pero hay mucho más: «Illuminate», «Lashes» y «The Weight of Disaster» (ésta apunta alto) también son la leche, muy en la línea The Congregation, mientras que, no sé por qué, la ruidosa «Mirage» fue un corte que no me entró demasiado en las primeras escuchas, pero que ahora me parece absolutamente soberbio.

El tema título supone una pequeña vuelta de tuerca a los paradigmas habituales de la banda. Renuncia casi por completo a la electricidad, a la que solo recurre en momentos muy concretos, y se erige en un exitoso ejercicio de hipnotismo gracias a la obsesiva repetición de acordes y líneas vocales una y otra vez. Pero donde llega la revolución total es en la final «The Last Milestone», la canción más larga del disco con sus siete minutos y medio, y también el corte más diferente que han publicado nunca. Una pieza clásica, muy oscura y misteriosa, que parece escrita para ser interpretada a lo grande en una iglesia o en una sala de conciertos. Las cuerdas, bajo el mando de Raphael Weinroth-Brownetoman, han tenido una presencia destacada durante todo el disco, pero aquí abarcan un protagonismo total, creando una capa de épica lúgubre sobre la que Einar entrelaza sus aullidos hasta acercarnos a una experiencia casi mística. Un final inquietante y apoteósico para un disco espectacular que supone un paso más en el firme camino de Leprous hacia la cima del rock progresivo contemporáneo.

Decía en la última crónica que hice de un concierto suyo, en el AMFest del año pasado en la Sala Apolo, que una de las cosas que más me flipa de la música es cuando una banda que adoras es capaz de sorprenderte y de superar tus expectativas. Huelga decir que Leprous consiguió hacerlo en ese concierto, y con Malina vuelve a conseguirlo. Y no os creais que hay tantas bandas que lo consigan, y si cada vez hay más gente entregada a la música y a la fórmula de Einar y los suyos no es casualidad. Tanto es así que sus próximos conciertos en España van a estar ocupando salas más grandes que nunca. Porque si de una cosa podemos estar contentos los fans de Leprous es de que no escatiman visitas a nuestras ciudades. De hecho, los fans barceloneses los hemos podido ver hasta cinco veces en los últimos dos años (dos Be Progs!, un AMFest, ese concierto raro junto a Annihilator en el Razz 2 y de teloneros de Devin Townsend). En noviembre volveremos a tenerlos por aquí de nuevo, esta vez como indiscutibles cabezas de cartel, y aunque los hayamos visto cien veces, es un concierto marcado en rojo en mi agenda y en la de muchos otros devotos. Por si fuera poco, en esta ocasión los acompañan los encantadores y dulces islandeses Agent Fresco, unos tíos de los que es imposible no encariñarte de lo majos que son, cuya música esperanzadora y llena de luz es un soplo de alegría y aire fresco.

Si habéis llegado hasta aquí, quizás creéis que esta reseña es una felación exagerada y que no hay para tanto. Me tendréis que disculpar: soy fanboy y me es imposible disimularlo. De hecho tampoco lo pretendo. Después de escuchar este disco me reafirmo en lo que ya estaba rondándome por la cabeza desde hacía un tiempo: Leprous me parece la mejor banda de esta década. Llamadme flipado que me da igual. En mi mundo, así es. Cuando entro en uno de estos trances a los que tan pocas bandas consiguen llevarme y que tan poco les cuesta a ellos, me entra la urgencia de gritar a los cuatro vientos lo buenos que son, de compartirlo en este y ese grupo, de enviar un mensaje inevitable a ese amigo y a aquel otro, y de ofrecerles todos mis piropos. Y eso, amigos, es lo que hace que la música sea maravillosa. ¡Gracias!

Fotografía: Irene Serrano
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Sobre Albert Vila 954 Artículos
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día. Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.