Por algún motivo extraño, tenía un borrador con la reseña que empecé a escribir una vez este disco llegó a mis manos, pero he sido absolutamente incapaz de encontrarlo (mi sistema organizativo, a veces, deja mucho que desear). Más allá de la putada que supone siempre tener que volver a empezar de nuevo con algo que ya tenías a medias, en este caso me lo tomo como un pequeño aviso de la providencia: entonces, con el disco recién escuchado, mi impresión sobre él era más que dudosa. Aún estaba en estado de shock y no era del todo capaz de procesar ni de valorar qué leches les había pasado por la cabeza a Einar y compañía para salirnos por estos derroteros. Hoy, en cambio, con el disco asimilado y después de haber podido hablar con todo detalle con el líder de la banda noruega, mi opinión sobre Pitfalls ha crecido y se ha matizado de muchas maneras.
Antes de continuar, aprovecharé esta situación para hacer una pequeña reflexión sobre esto de las reseñas, algo de lo que ya he hablado en alguna que otra situación. Los que me conocéis y estáis acostumbrados a mi manera de escribir y a los tochazos que meto (y los que no, pues hola), sabréis que para atreverme a hacer una reseña de cualquier trabajo me lo escucho un mínimo de seis veces (y pueden llegar tranquilamente hasta doce o más). Por supuesto, de la primera impresión a la doceava hay todo un mundo: a veces un disco entra a la primera pero luego se desinfla. Otras veces no te entra ni a tiros, pero al cabo de tres o cuatro o cinco escuchas tienes una especie de revelación y pasa a convertirse en un álbum casi imprescindible. A veces, te resulta todo tan indiferente que después de tres veces o menos abandonas el álbum, la reseña y todo lo que los rodea….
¿Y qué quiero decir con esto? Pues nada en concreto supongo… que hay mucha gente, en este medio y en la mayoría de los demás, que se escuchan un disco una vez o dos y con eso tienen suficiente para formar y postular su opinión, pero a mí eso se me antoja del todo insuficiente para poder captar la esencia y los matices de algo con alguien que se ha tirado meses componiendo y grabando detrás. De hecho, una de las cosas que más agradezco de poder hacer estas reseñas es precisamente el que me «obliguen» a escuchar los discos con una profundidad con la que, en muchos casos, había dejado de dedicarles desde hacía ya años ante la brutal cantidad de (excelente) producción discográfica con la que somos bombardeados cada viernes. Ahora quizás escucho menos cosas, pero las que escucho las escucho mejor.
Porque la tentación de muchos consumidores voraces de música en esta era de inmediatez artística en la que nos encontramos es la de escuchar un disco una vez (o media), emitir un veredicto precipitado y a otra cosa mariposa. Como mucho, meter un par de canciones en alguna playlist de Spotify y pasar inmediatamente a la siguiente novedad del día (que suele haber muchas, y muy buenas). Y eso (y me incluyo como culpable ocasional) no nos da en absoluto la posibilidad de entender ni de valorar qué es lo que se nos ofrece, algo que en bandas como la que nos ocupa eso se pone, aún, mucho más de manifiesto. Porque ya os lo digo: la primera escucha de Pitfalls os dejará a todos, tal y como me dejó a mí, con la ceja a la altura.
Leprous es una banda que siempre me ha encantado. Aunque ya había escuchado algo de Bilateral, no fue hasta Coal que los descubrí a lo grande, y tanto ese disco como The Congregation me parecen una auténtica pasada. Este segundo, de hecho, es junto al Mariner de Cult of Luna el único álbum que tengo claro que iría a mi top personal de esta década. Malina me pareció también un disco maravilloso (aunque visto a posteriori, reconozco que me tiré bastante de la moto al darle un diez cuando lo reseñé) y cada vez que los he visto en directo (quizás la última la que menos) me han parecido algo bastante complicado de explicar con palabras.
Total, que aunque Einar ya me avisó en la entrevista que mantuve con él a principios de verano, hace unas semanas me encontré de morros con la escucha completa de este Pitfalls, y no os mentiré si os digo que distó bastante de impresionarme. El buen single «Below» (que con el tiempo se ha convertido en temarral), más allá de darme la sensación de que desaprovechaba bastante los talentos de Baard a la batería, no me puso en absoluto en alerta, porque a pesar de que la cosa se atmosferizaba y simplificaba un poquito, seguía conteniendo la suficiente cantidad de elementos 100% Leprous como para apreciarla y disfrutarla sin demasiado esfuerzo.
Pero ay amigos, que el resto del disco (como ya habréis visto en «Alleviate» y «Distant Bells», los dos singles que han seguido a «Below») no va por ahí. No va en absoluto por ahí. Enseguida entraremos en más detalle, pero el hecho es que, a primera vista, los Leprous que vemos aquí tienen poco o nada que ver con los que conocíamos no hace tanto tiempo atrás. No hay casi nada de la obsesiva e intensa precisión matemática que les caracterizó y, al contrario, estamos ante una sensación de apertura y de espacio que, por momentos, resulta incluso algo vertiginosa. Pero dos cosas son ciertas: por un lado, las escuchas harán que se vayan revelando más y más elementos familiares, y por otro, estos chicos han cambiado continuamente y a cada disco, así que supongo que sería de ilusos esperar otra cosa.
Detrás del nombre de Pitfalls (que significa algo así como «escollos«, «trampas» o «dificultades») está la batalla de Einar Solberg contra la ansiedad y la depresión que ha arrastrado durante un buen tiempo. Una batalla ya superada y que ha dejado al vocalista noruego, gracias a técnicas de meditación y mindfulness, en un estado de ánimo mucho más relajado y centrado de lo que lo había estado nunca antes. La propia portada del disco es una imagen bien conocida entre aquellos de vosotros que estéis familiarizados con el mundo de la meditación y que representa el autocontrol mental frente a todos esos pensamientos que intentan hacerse un lugar constantemente en nuestra atención. Una situación en la que, seguro, nos vemos reflejados muchos de nosotros.
La inquietante «Below» sirvió como primer adelanto de este Pitfalls y, como digo, es la canción más reconocible que vamos a encontrar en todo el disco. Sigue teniendo un groove mucho más abierto y orgánico de lo que nos tenían acostumbrados, pero su épico estribillo es marca de la casa y motivo de sobras para engorilarnos sin remedio a medida que lo vamos asimilando (algo que no me ocurrió en las primeras escuchas, ya os lo digo), hasta el punto que a estas alturas me acaba pareciendo un tema muy notable con momentos incluso brillantes (el propio estribillo y la maravillosa e inesperada reentrada del minuto 4:47, por ejemplo). El violonchelista canadiense Raphael Weinroth-Browne vuelve a ser parte importante del sonido de este disco, y en este tema sus arcazos brillan con especial fuerza.
«I Lose Hope» y su principio trip hopero fue la primera gran sorpresa con la que me encontré al enfrentarme a PItfalls. ¿Pero esto qué es? Es pegadiza, es ligera, es bailable y tiene un aire a Muse interesante que no está objetivamente mal, pero ostras, a pesar de que les aprecio el valor y le veo algunas cosas divertidas e interesantes, me desconcierta un poco y no le encuentro ese «algo especial» que Leprous siempre habían tenido para mí. En contraste al dinamismo de esta canción, «Observe the Train» es un tema muy atmosférico, muy tranquilo y sinuoso. Quizás el que más en todo el disco, sin ningún amago de distorsión ni pista sobre el hecho de que esta banda provenga del rock. Sus melodías, sus lamentos y sus arreglos son deliciosos, eso sí, pero más allá de como bonita música de fondo, no consigue levantarme de la silla.
Después de esos dos temas que no acaban de hacerme del todo, el principio de «By My Throne» me despierta bastante la atención con ese riff saltarín y esa batería tan rítmica. Pero a medida que empieza la voz la cosa se me diluye un poco y al final, aunque sigo valorando la valentía de la banda y puedo reconocer algunos momentos muy interesantes en su estructura, acaba por quedarse también un poco a medias. «Alleviate» ha sido el segundo single de adelanto y, evidentemente, ha supuesto una sorpresa generalizada entre el personal. Es un tema inesperadamente luminoso que la propia banda se ha sorprendido que haya tenido una aceptación tan positiva, pero creo que, una vez más, su estribillo sigue siendo, dentro de lo que cabe, bastante reconocible. Guste más o menos a los fans, de lo que no tengo ninguna duda es de que se va a convertir en un tema inamovible en el futuro del grupo.
La segunda parte del disco, en general, tiene un aire algo algo más oscuro e intrincado que la primera, y en general a mí acaba por motivarme bastante más. El principio de la muy electrónica y ambiental «At the Bottom» sigue patrones que ya habíamos en canciones anteriores como «Observe the Train», pero a la hora de alcanzar el estribillo gana mucha fuerza mientras se sirve de una épica adictiva y un ritmo muy progresivo que casi no habíamos visto hasta ahora. A partir de ahí, sus constantes altibajos de intensidad te llevan como en una montaña rusa y la convierten, probablemente, en uno de los grandes temas del álbum, con unos violonchelos de nuevo maravillosos.
«Distant Bells» ha sido el tercer y último adelanto del disco, y si bien los dos anteriores («Below» y «Alleviate») eran singles evidentes, en este caso la cosa es un poco menos inmediata, ya que se trata de un tema bastante más largo y con una estructura más habitual en la carrera de los noruegos. De nuevo estamos ante dos partes muy diferenciadas: la primera es muy lírica, melosa, orquestral y desesperada, mientras que la segunda es una apoteosis final bastante espectacular que se convierte inmediatamente, y sin ninguna duda, en uno de los puntos álgidos de todo el disco. Para llegar de uno a otro contamos con un pasaje opresivo y locuelo que funciona muy bien para cambiar de paradigma y acabar de redondear lo que me parece un muy buen tema.
Otro que me parece un temazo de tres pares (a excepción de un estribillo que me chirría un poco) es «Foreigner». En palabras del propio Einar, y estoy de acuerdo con él, se trata del pegamento perfecto para enlazar los que son dos temas más complejos, más progresivos y con más punch (él le llamó «testosterona») del disco. A mí me flipa porque es directa, ochentera, gótica, potente, llena de sintetizadores y de garra. El trabajo de las guitarras, por fin, toma la importancia a la que estoy acostumbrado, y aunque yo tampoco la consideraría del todo rockera y no creo que encajara en ningún otro disco de la banda (y quizás ni en éste), sí que me ha tocado la patata desde el primer momento. Y esto es precisamente lo que he echado en falta en el global de este disco, cuando en los anteriores era lo más habitual con la mayoría de las canciones.
La cosa acaba otro pepinazo incontestable como es «The Sky is Red». No solo es la canción más larga de Pitfalls con más de once minutos, sino que es casi la más larga de todo su carrera. Y no le sobra ni un segundo, creedme, ya que lo que se empaqueta aquí dentro tiene tanta chicha como, casi, el resto del disco entero (quizás me he pasado). Se trata de un tema 100% Leprous, con un aire progresivo (¿por fin?) grandioso y exuberancia de emociones, drama, pasajes y energía a punta pala. Cerca del minuto siete para de golpe para dar pie a un final inquietante, arrítmico, jubiloso, enardecido y verdaderamente motivante que se torna en algo sencillamente espectacular a la que la fuerza que transmite el coro te atiza con todo lo que tiene. Un final apoteósico para un disco con ciertos altibajos pero que en esta última recta se dispara a base de bien.
Porque si me preguntas si este disco me gusta tanto como Coal o The Congregation, te voy a decir evidentemente que no, que en absoluto. Es más, es posible que Pitfalls sea desde ya mi disco menos preferido de Leprous (cosa que no significa que sea malo, claro), pero que hayan tenido los santos huevazos de componerlo, grabarlo y publicarlo me parece tan admirable y elogiable que no puedo sino levantarme y aplaudirlos. Los noruegos llevan creciendo en popularidad disco tras disco sin dejar de explorar sus límites, de jugar con fuego y de arriesgarse en ningún momento, y eso es exactamente lo que debería significar la etiqueta «prog» en toda su esencia, una etiqueta que EInar Solberg y sus compañeros abanderan con más orgullo que nadie a día de hoy. Y si no nos gusta que sea así, tranquilos que Bilateral, Coal o The Congregation siguen estando ahí para escucharlos cuando queramos.
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.