Lex Lüger – Creepshow

Pintaba especialmente bien este segundo disco de Lex Lüger, y de verdad que convence desde la primera escucha. Es un disco de esos que van a ser de culto pues está basado en cada capítulo de las dos películas Creepshow, y, además, por orden cronológico de esa deliciosa saga con George A. Romero de director, Stephen King de guionista y grandísimos actores. El cómic se hacía realidad en las pelis y aquí el cine se hace música con ocho cortes y dos instrumentales con un sonido deliciosamente ochentero. La gracia es que los temas funcionan, no suena nada forzado y las canciones fluyen y entran a las mil maravillas.

Lo que más brilla en lo instrumental son esos fantásticos sintetizadores de época, que caen en su justa medida, sin llegar a ser cargantes y que consiguen un aire de terror 80ero absolutamente espectacular. Gran culpa de ello es del gran Damasius Venys y su equipo electrónico. La otra parte culpable es de Lucas Theocida en materia de producción, pero el gran protagonista es Lex Lüger, que al igual que los fantásticos Bloody Hammers, no hace falta que salgan del sótano para firmar grandes maravillas. Lex lo hace (casi) todo desde su cripta-estudio.

La intro de “Muñeco vudú” juega con adentrarte en el mundo del cómic Creepshow replicando lo que es la banda sonora que luego nos lleva a “El día del padre”, hecha con deliciosos arreglos ochenteros. De verdad que te mete de lleno en la primera historia de la película. Lex posee una voz muy expresiva y el doble bombo y la guitarra complementan perfectamente. Puede llegar a recordarte al inmenso Tino Casal por momentos, lo cual es todo un logro. “La solitaria muerte de Jordy Verrill” es un capítulo que contaba con Stephen King de protagonista haciendo de paleto infectado. Es una de las mejores canciones y la letra, así como la interpretación de Lex son un gran homenaje al capítulo.

“La marea” cuenta con el saxo de Ilia Skibinsky que le imprime un efecto diferencial al tema. De las más logradas y divertidas en esta historia de venganza en la que aparecía Ted Danson y Leslie Nielsen en un capítulo dedicado al amor y la venganza. Bombo intrincado en “La caja”, poseedora de un estribillo muy luminoso y esos “uooo, uooo”, que siempre suman y que se cantan desde Mirando de Ebro a Sebastopol. El corte hace referencia a uno de los mejores capítulos con un monstruo muy recordado que habitaba bajo la escalera. “La invasión de las cucarachas” como capítulo me pareció el más flojo de toda la serie y aquí ha quedado como un medio tiempo con arreglos de sintetizador y voces en off en partes narradas reflejando la angustia del protagonista paranoico del capítulo.

Una de las mejores canciones es “El viejo jefe cabeza de madera”, tema que viene precedido por la instrumental “Venus carnívora”. Gran estribillo fiel al episodio y termina siendo de las más pegadizas e inspiradas con esa batería sampleada tan de la era de las hombreras. Uno de los capítulos más enfermizos y logrados es el de “La balsa”, aquí bien defendida con un riff base de guitarra sampleada y arreglos de sintetizador. “El autoestopista” es quizá la menos conseguida, pero sigue bien la estela de lo que es el disco y funciona bien contándote la historia del autoestopista atropellado que reaparece para vengar su muerte.

Gran logro de Lex Lüger con un disco tan original como atractivo. Musicar y recrear los episodios de Creepshow, a la vez que mantienes el espíritu añejo de los 80 y que puedes reflejar con carisma y clase ese mundo de fantasía terrorífica, es algo más que remarcable. No sólo me parece uno de los discos nacionales del año, sino que hay muchas ganas de verle sobre un escenario y que presente toda esta imaginería ochentera. Os puedo asegurar que disfruto pinchando el disco para sorprender a amigos y amigas y se enganchan al momento. Cuidado con Lex Lüger, que hay aquí algo muy grande hecho con mimo absoluto y trabajo.

Jordi Tàrrega

Coleccionista de discos, películas y libros. Abierto de mente hacia la música y todas sus formas, pero con especial predilección por todas las ramas del rock. Disfruto también con el mero hecho de escribir.