Lisabö – Lorategi izoztuan hezur huts bilakatu arte

Hay pocas bandas en el panorama nacional con el misticismo que desprenden los irundarros Lisabö. Aún para muchos son una banda incómoda e inaccesible. No encontrarás nada de ellos en redes sociales, ni en plataformas como Spotify. Nunca estarás enterado de sus novedades ni fechas de lanzamiento de sus discos. Viven en un universo paralelo del que, estáticos, nunca saldrán. Es su magia, la imaginería de una banda que vive atrás en el tiempo pero con la visión de un presente tan crudo como la ideología de su trabajo.

A fin de cuentas, lo que realmente importa es lo que nos regalan con su música tanto a nivel de canciones como en sus asombrosos directos. Aún recuerdo la primera vez que les vi en directo en la sala Apolo hace ya una década, nunca había visto nada igual. Lisabö fueron un vendaval inesperado que sacudió todo lo que un servidor entendía al pensar en un “directo de una banda de rock”. Dos lustros más tarde, tras sobrevivir a una pandemia y ver como lentamente nuestro mundo colapsa, Lisabö nos regalan el punto y final de un disco doble. El primero de ellos llegó en 2018 bajo el nombre de Eta edertasunaren lorratzetan biluztu ginen (2018).

Si juntas Eta edertasunaren lorratzetan biluztu ginen y Lorategi izoztuan hezur huts bilakatu arte (2023) conocerás el nombre entero de esta visión doble que Lisabö tiene sobre la música en la actualidad:

«Y tras el rastro de la belleza nos desnudamos hasta transformarnos en mero hueso en el jardín helado.»

Un díptico que precisamente es el último verso del primer disco de la dupla y el primer verso del disco que hoy nos ocupa. Así trabajan, tan fieros como concisos, tan detallistas como lentos. Sin ser lento un adjetivo peyorativo, pues el fuego lento con el que Lisabö cuece su carrera es también parte del misticismo tan impreso en su historia. Tan grande es el carácter de esta banda que no es mera casualidad que el día de lanzamiento del disco sea el 15⁰ Aniversario de la muerte del cantautor Mikel Laboa, uno de los referentes del sexteto de Irún.

El diseño y la estética de estos dos discos es similar, cosa que se agradece. Portadas totalmente simplistas pero honestas. Siguiendo la dinámica de toda su discografía, un artwork que nos recuerda con facilidad a Fugazi, una de las bandas elementales que han moldeado a Lisabö.

Una vez más, el poeta Martxel Mariskal se encarga de poner letra a las densas líneas argumentales del sexteto. Esa mezcla de post hardcore y post rock tan bien definida por la banda vuelve a ser el hilo que entremezcla toda esta paleta de sabores y conceptos ideada por los euskaldunes. Nuevamente, el euskera es la lengua vehicular de Lisabö.

Las seis canciones más la corta introducción del disco forman un total de 41 minutos de duración que, ligados a los 41 de su anterior disco, forman 82 minutos. Equilibrio perfecto también en cuanto a duración de este trabajo doble.

Musicalmente hablando, es ya patrimonio intrínseco de Lisabö este sonido tan puro con unas melodías de guitarra siempre superlativas, el juego de doble batería siempre latente y un bajo que, con cierto disimulo va moldeando los pasajes cristalinos de simbiosis con el post-rock. Cada una de las canciones tiene vida propia y cuando se vierten sobre ellas los emotivos versos de Mariskal con la fuerza del canto euskaldún de deje post hardcore dan como resultado canciones tan memorables como emotivas.

Como no podía ser de otra manera, entrando en tiempo de descuento siempre en las cercanías de navidad, Lisabö vuelven para recordarnos que en términos post hardcore / post rock, no tienen rival entre nuestras fronteras que les llegue siquiera a la suela de las zapatillas.

Beto Lagarda

Rock en todas sus extensiones