Descubrí a Long Distance Calling gracias a que en sus primeros discos, casi enteramente instrumentales, siempre había un tema en el que colaboraba algún cantante que, felizmente, solía contarse entre mis favoritos. En su álbum de debut fue Peter Dolving de The Haunted, en Avoid The Light (2009) le tocó a Jonas Renkse de Katatonia y en su álbum homónimo, publicado en 2011, fue John Bush, ex de Anthrax y ahora en Armored Saint, quien cantaba una canción llamada «Middleville». Justamente este tema es el que, no recuerdo si por recomendación aleatoria de Spotify o por mi propia curiosidad, me introdujo en el mundo de este cuarteto alemán en una época en que el post rock y el post metal eran bastante prominentes en mi rotación habitual.
Y la verdad es que ese día descubrí a todo un grupazo. Es innegable que en el mundo del post rock instrumental hay muchas bandas que suenan bien de buenas a primeras, pero tampoco es menos cierto que es peligrosamente fácil que este buen sonido acabe siendo más o menos el mismo que cien otros grupos a tu alrededor. De hecho, es incluso complicado identificar con palabras qué es lo que hace que una banda sea especial dentro de este género, como lo son Long Distance Calling, Russian Circles o Toundra, por citar tres nombres entre muchos otros, pero el hecho es que, desde el primer momento, su música me atrapó para no soltarme, y esos tres primeros discos pasaron a ser muy pero que muy habituales en mi rotación.
En medio de mi pasión por ellos, les dio por publicar The Flood Inside (2013). Ahí renunciaron al tema del vocalista invitado pero, a cambio, incorporaron a un cantante en plantilla y pasaron a que la mitad de sus canciones tuvieran voz. Aún y sorprenderme, me siguió pareciendo un gran disco, con temazos como «Ductus» o «The Man Within», y recuerdo su concierto en Barcelona junto a Junius y Wolves Like Us como una noche bastante apoteósica (aunque frustrantemente corta). En su trabajo siguiente, titulado Trips (2016), que por lo que parece fue un éxito de ventas, intentaron ir mucho más allá, incorporando voz en todas sus canciones y, para mi gusto, tornándose en una banda un poco insulsa y peligrosamente cercana a un indie rock que, en este caso, me pareció algo insustancial y extrañamente convencional. Aunque también es verdad que no he escuchado el disco tanto como los anteriores ni de largo, no puedo negar que una parte de mí temía haber perdido a Long Distance Calling para siempre.
Pero por algún tipo de crisis catártica que celebro, quizás al darse cuenta que se habían alejado demasiado de su esencia, en este nuevo Boundless (2018) han decidido volver a los orígenes y olvidarse por completo de las voces, y en mi opinión han dado en el clavo. Quizás a priori me hubiera gustado que contaran de nuevo con alguna colaboración VIP, pero visto el resultado final no hace ninguna falta, y lo cierto es que le pongo bien pocas pegas a Boundless (2018): este disco me parece sencillamente genial. En él, han conseguido el balance perfecto entre la crudeza y la sencillez, la épica arreglada y la experimentación y valentía que, ya os lo puedo augurar, va a convertirlo en uno de mis trabajos favoritos de este año que acaba de empezar.
Empecemos por reflexionar sobre el título del disco, sobre la portada y sobre el estilo que encontramos aquí. «Boundless» viene a significar «sin fronteras, sin límites», y las fotos que ilustran tanto la portada del disco como las de los singles de adelanto van exactamente en ese sentido: cuatro siluetas empequeñecidas en medio de una vasto escenario, una sensación de libertad, de amplitud, de humilde pero orgullosa insignificancia, de valentía, de falta de ataduras. Y se las han apañado para que, conceptualmente, todo cuadre a la perfección, ya que la música respira exactamente esto: libertad, atrevimiento, frescura, espontaneidad y disfrute. Es complicado que un disco instrumental cuente con temas tan identificables como aquí, pero Boundless (2018) me ha enamorado a primera escucha y ha recuperado al 100% mi trastabillada confianza en el cuarteto de Münster, que gracias a esta demostración de poder han vuelto al lugar que nunca tuvieron que haber dejado: el de uno de los grandes reyes del post rock y la música instrumental a nivel mundial.
Hace unos días entrevisté a Jan Hoffmann, el bajista de Long Distance Calling, y por ello la gente de su discográfica, Inside Out, me pasó una copia promocional del disco. Sin saber nada de sus intenciones ni de cuál era el camino que querían tomar en este disco, confieso que no las tenía todas conmigo cuando me lo puse por primera vez. Pero este álbum, amigos, me ha enganchado como pocos. En la primera escucha me limité a decir «bueno, no está nada mal esto, es un retorno a las raíces». Y teniendo en cuenta que lo que intentaron con TRIPS no me había gustado, pensé que esto estaba bien. La segunda escucha me sirvió para descubrir el porrón de matices y de variantes que no había visto de buenas a primeras, y a partir de ahí lo siguiente fue andar sacudiendo la cabeza con pasión y picando con los dedos ruidosamente (desde aquí pido mis más sinceras disculpas a mis abnegados compañeros de tren) a cada nueva vuelta. Porque si bien de buenas a primeras pensé que este álbum era algo más sencillo y más básico, al final he descubierto que no es así en absoluto, más bien al contrario: no hay voces pero hay mucho más de todo lo demás. Hay inventiva, hay personalidad y hay atrevimiento. Lo que no hay es límites ni fronteras.
La inicial «Out There» ha sido el primer adelanto del álbum y, aquí sí, se representa ese «back to basics» que comentábamos antes: un tema largo (el más largo del disco) pero directo, una de esas variantes del post rock típica de los primeros discos de los alemanes que te hace asentir con la cabeza y te entra perfectamente en sus múltiples subidas y bajadas. «Ascending» es el segundo adelanto y también va un poco en el mismo camino, así que los que habéis escuchado solo estos avances no estaréis preparados por lo que viene exactamente a partir de ahora, ya que justamente en «In The Clouds» empiezan las experimentaciones. En este caso, destaca la elevada presencia ambiental y la gran riqueza de samplers para conseguir un aire ochentero y casi dark wave muy interesante que no evita que sigan sonando más duros que nunca, cañeros y hasta cierto punto ásperos. Menudo temazo.
«Like A River» es otra puñetera maravilla. Sorprende de buenas a primeras con el aire surfero de sus guitarras y su batería, sorprenden los vientos y los violines intensos, pero sorprende que, a pesar de todo, estemos ante un tema de post rock magnífico, divertido y bailable, que te evoca imágenes en blanco y negro, vientos del desierto, tíos con sombrero, spaghetti westerns y cigarrillos a medio consumir. Un tema ligero, movido y dinámico que supone el respiro perfecto para continuar descubriendo con más ganas lo que nos queda aún por delante.
Porque llegados a este punto, sin aún conocerme el álbum de pé a pá, la expectación y el hype para saber qué van a sacarse de la manga en la siguiente canción ya está por las nubes. «The Far Side» empieza fuerte y bombástica, fluctuando entre redobles de batería y partes más calmadas hasta que aparecen unos coros diabólicos que parecen sacados del «Spirit» de Ghost y que desconciertan maravillosamente. Pesada y melódica, es imposible tener el cuerpo quieto hasta el apoteósico final, en el que creo que podían incluso haber alargado la prometedora y brevísima aparición de arreglos sinfónicos en el último medio compás. Otro tema brillante para certificar un admirable 100% de éxito hasta ahora.
Tampoco «On The Verge» se queda muy atrás. En este tema los alemanes se lo toman todo mucho más lentamente, con unos pianos muy melosos y unos arreglos que lo hacen sonar marino y playero… pero playero de otoño, sin masas, sereno, con cierta melancolía y un viento incómodo pero no del todo desagradable. Si no te ha enganchado de buenas a primeras, lo hará cuando entre la sencilla pero llorona guitarra. De una forma u otra es una de las canciones más simples del disco, en el sentido que en su mayor parte va siguiendo exactamente el mismo patrón mientras añade y quita capas y melodías a gusto. No es hasta cerca del final que se produce un cambio notable de ritmo y de estilo: unos toques de nuevo retro-surferos introducen a un dinámico y potente riff ondulante acompañado de un crescendo maravilloso que acaba engullido por unos poderosos teclados para formar un final opresivo y voluntariamente agobiante. ¡Otro bravo!
Entre tanta maravilla, quizás «Weightless» es ese tema al que le toca palidecer un poco. Se trata de una buena canción, pero, de una forma u otra, no tiene ese algo que hace que enganche del mismo modo. Empieza con espíritu evocador y melancólico, pero alrededor de la mitad de su minutaje cambia de ritmo y de ánimo bastante drásticamente, sin descantillarse demasiado pero armándose de fuerza y mirando al lado positivo y luminoso de la vida. Sorprenden algunas partes cercanas al stoner y rebosantes de energía. Para acabar, la pesada «Skydivers» vuelve a brillar a tope, con una melodía excelente y pegadiza y algunos recursos muy interesantes, como ese bajo machacón que se te incrusta en el hipotálamo (¿dónde está el hipotálamo?), poniendo la guinda perfecta a un disco que me ha lanzado de nuevo a los brazos de estos alemanes que, sin dudarlo, se reafirman como una de las bandas más interesantes y con más a transmitir de la escena post rock contemporánea.
Aunque acabamos de empezar, con Boundless (2018) Long Distance Calling se postulan, desde ya, como grandes candidatos a formar parte de mi listas de honor de final de año. Mientras esperamos esos once meses, confiemos como mínimo que vengan a presentarlo por estos lares. ¡Y vosotros, fans del post rock y de músicas emotivas varias, no dejéis de escucharlo!
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.