A medida que voy acumulando más y más tiempo en esto del periodismo musical aficionado, es evidentemente inevitable que me reencuentre bastante a menudo hablando de las mismas bandas, ya sea porque sacan discos cada dos o tres años o porque se animan a visitar nuestros escenarios a menudo (algo que no es precisamente el caso de la banda que nos ocupa). En mis primeros textos sobre ellas me podía permitir el lujo de gastar medio artículo poniéndolas ampliamente en contexto histórico y personal, pero una vez reseñados, ya, tres discos de Long Distance Calling y entrevistado a su bajista Jan Hoffmann, también, en tres ocasiones, uno se siente un poco pesado revisitando cíclicamente las mismas batallitas.
Así que bueno, para introducir esta reseña me ahorraré mil anécdotas personales y me limitaré a repetir que, desde hace ya muchos años, los injustamente infravalorados (y me atrevería a decir que, por estos lares, sorprendentemente desconocidos) Long Distance Calling forman parte indiscutible de mi particular triunvirato de lujo dentro de esto que solemos llamar post rock instrumental (un género que demasiadas veces peca de repetitivo y poco original), al lado de otras dos bandas que me flipan como son los americanos Russian Circles y los madrileños Toundra. Y a pesar de que no hay duda de que este cuarteto procedente de la ciudad alemana de Münster es bastante menos conocido que sus dos compañeros de olimpo, a mí me tienen absolutamente atrapado desde el mismo día en que los descubrí, en ese ya lejano 2011 y a través a la improbable y brillante colaboración del vocalista de Armored Saint (y ex de Anthrax) John Bush a las voces de la genial «Middleville».
Desde entonces, si los alemanes han tenido una cosa clara es que, visto que enriquecerse con esto de la música es una tarea prácticamente imposible, al menos que se diviertan y crezcan musicalmente en el proceso. Y bajo esta premisa han ido sacando una notable cantidad de álbumes que, a pesar de contar con una línea argumental y musical propia e indudablemente identificativa, han representado también una evolución clara en su propuesta, sin parecerse mucho los unos a los otros. Por ejemplo, a pesar de haber sido siempre una banda esencialmente instrumental, en su reciente disco TRIPS decidieron introducir el concurso de un vocalista en todos sus temas (con un resultado, a mi juicio, tirando a irregular), mientras que en su siguiente y fabuloso Boundless no tan solo regresaron a su esencia puramente instrumental, sino que decidieron explorar la faceta más dura y más heavy de toda su carrera.
El año pasado, los alemanes se embarcaron en una gira de «teatros» de la que salieron con su primer disco en directo, STUMMFILM, y ahora nos vienen con un nuevo trabajo y la intención de sorprendernos de nuevo a todos. Y ya os garantizo que lo han conseguido. Bajo una pregunta tan amplia, tan compleja y tan profunda como «¿Cómo se supone que tenemos que vivir?», los alemanes se han olvidado prácticamente de lo que hicieron en Boundless para lanzarse de cabeza por los derroteros más atmosféricos y electrónicos de su carrera. Y una vez más, su reconocible esencia está tan presente como siempre, pero las herramientas usadas esta vez para vestir su música y su mensaje son totalmente distintas.
Y aunque de buenas a primeras reconozco que la suavización en el sonido me dejó un poco descolocado tras lo mucho que me gustó su anterior trabajo, profundizar en este How do we want to Live? no ha sido sino un camino lleno de sorpresas agradablísimas tras el que no me queda otra que rendirme a la evidencia que, una vez más, estos genios del post rock instrumental han parido otro discarral de padre y muy señor mío. Y que, si lo escuchamos con más detalle y no nos centramos en los matices más obvios y superficiales, tampoco es que hayan cambiado tantísimo, sino que más bien se han centrado en expresar lo mismo de siempre de una forma ligeramente distinta. Algo que, verdaderamente, es de agradecer.
Antes de meternos de cabeza en lo musical, vamos a hacer un pequeño inciso en el concepto de un disco que, a pesar de ser prácticamente instrumental, gira constantemente alrededor de esa pregunta que le dá título. «How do we want to live?» no se refiere al tratado filosófico de nombre muy parecido que el australiano Peter Singer publicó a principios de los noventa y en el que cuestionaba la veracidad del individualismo aparentemente inherente en los seres humanos, sino que se plantea, sobre todo, la relación de hombres y mujeres con la tecnología y la inteligencia artificial que invade nuestras vidas a día de hoy. ¿Hasta qué punto queremos depender de ella y darle poder sobre nuestra realidad? ¿En qué aspectos es realmente positiva y cuándo se convierte en directamente peligrosa?
La primeras frases del disco, plantadas ahí a modo de primera piedra de una narración constante que nos va guiando a través de los 52 minutos que dura este trabajo, nos introducen la disyuntiva filosófica a la que debemos enfrentarnos. «Curiosity is a real bastard» es una afirmación realmente potente, aunque las posteriores «Is actually the drive to adapt to changing circumstances. It fills me with joy to make discoveries, every day, to see things I’ve never seen before.» matizan un poco su fuerza y su juiciosidad. Ese discurso inicial establece las bases de lo que la banda quiere explorar en este disco: ¿Dónde está el límite del progreso? ¿Qué es realmente el progreso? ¿Significa eso que debemos removernos más y más de nuestra realidad y de la realidad del mundo que nos rodea? ¿Hasta qué punto el el hecho de hacernos las cosas fáciles es algo positivo para nosotros? En definitiva, ¿cómo queremos vivir?
Al cabo de un par de minutos de speech, el prominente sintetizador que nos acompañará a lo largo del disco hace acto de presencia por primera vez y nos encamina hacia el sencillo pero potente y bailongo groove de batería que abre la segunda parte de este tema, en el que el guitarreo, la melodía y la potencia toman protagonismo creciente sin dejar de lado el aire atmosférico que domina el conjunto del disco. «Hazard» fue uno de los primeros adelantos del disco, y une las dudas que el perfeccionamiento de la inteligencia artificial puede suponer para la evolución de la humanidad con una delicada propuesta musical que alterna atmósfera y ambiente con un cálido y energético final a base de una especie de jazz y blues progresivo que me resulta precioso y verdaderamente apoteósico.
«Voices» dá mucho que hablar tanto en lo musical (se trata, probablemente, del tema más electrónico que Long Distance Calling ha escrito en toda su carrera) como gracias al vídeo (casi cortometraje) que la acompaña y que no ha dejado a casi nadie indiferente. Con sus ocho minutos también es la canción más larga de este disco, y su rítmica delicadeza evolutiva sirve de perfecta banda sonora a una historia extremadamente visual que mezcla aplicaciones de contactos, androides, inteligencia artificial, homosexualidad, amor, dependencia y sentimiento de una forma tremendamente creíble y realista para sintetizar a la perfección el mensaje y el espíritu de este disco. Un disco, un tema y un vídeo que no tienen otra intención que la que que nos pongamos a pensar sobre los pros y los contras de la evolución hacia la que estamos caminando.
La breve «Fail / Opportunity» se mueve también en la vertiente más ambiental y melódica de la música de la banda, alternando toques saltarines y trip-hoperos con un violoncelo precioso que, como siempre, demuestra que parece hecho a medida para este tipo de música. Las notas y el sintetizador que abría la inicial «Curiosity» parecen estar de vuelta en «Inmunity», pero en vez de recurrir de nuevo a ese «Curiosity is a real bastard» que casi te esperas, apuestan por melodías de guitarra totalmente épicas que acaban evolucionando hacia uno de los temas más eminentemente rockeros de todo el disco.
«Sharing Thoughts» nos presenta otro maravilloso crescendo tranquilo, pausado, hipnótico y apoteósico que se acompaña de nuevo de unos delicados y discretos cellos para formar un tema fabuloso, adictivo y lleno de groove ante el que es imposible resistirse de sacudir la cabeza, mientras que «Beyond your Limits» empieza como lo harían las demás, pero al cabo de nada nos sorprende con la presencia de la elegante y magnífica voz de un tal Eric A. Pulverich, vocalista de la banda alemana de rock alternativo Kyles Tolone, que toma el personaje de un androide creado por el hombre para convertirse en una versión perfeccionada de éste para construir un temarral épico al que es imposible resistirse.
En su disco anterior habían abandonado la sana costumbre de incluir un tema con letra en cada uno de sus trabajos, ya que el experimento de convertirse en una banda mayormente vocal que intentaron en The Flood Inside y, sobre todo, en TRIPS, no les acabó de salir del todo bien. Éste era un detalle que siempre me había encantado de ellos (y que me llevó a descubrirlos en primera instancia, tal y como ya he comentado antes), y aunque es cierto que en esta ocasión no han apostado por un nombre de primer nivel mediático entre la metalada (en el pasado habían contado con el concurseo de crackazos como Jonas Renkse, Peter Dolving y John Bush), lo cierto es que una vez más la presencia de la voz les queda espectacular y complementa la propuesta instrumental de la banda a la perfección.
Tras el que es probablemente el momento cúspide del disco, «True / Negative» actúa como una especie de pesado interludio lleno de ruiditos y de un cierto aire industrial y disonante que acaba por desembocar en la final «Ashes», un tema pausado con mucho espacio que abre con la conclusión (bastante recurrente en muchas historias de ciencia ficción, desde 2001: A Space Odyssey a I, Robot, Terminator o incluso Wall-E) de que la inteligencia artificial ha superado al hombre y que éste no es más que un virus destructor que, quizás, tiene que ser controlado por un ente superior para que no acabe por cargarse el mundo del todo. ¿Es éste el destinto que se abre ante nosotros si así es como queremos vivir? Eso lo dejamos a la conclusión de cada uno.
De buenas a primeras, este How do we want to Live? me pareció demasiado distinto a mi adorado Boundless, pero tras múltiples escuchas no tengo más remedio que rendirme de nuevo ante su inspiración. Es distinto, sí, pero quizás no tanto, y en realidad es muy posible que estemos ante el disco más variado y más completo de una carrera que, excepto algún momento más irregular (hola, TRIPS), se confirma como verdaderamente brillante. Ahora, para acabar de redondearlo, estaría genial poder verlos en directo por estos lares tras demasiados años sin poder hacerlo. Amigos promotores, por favor, tenedlo en cuenta.
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.