Dije y sigo diciendo que el tiempo de Lordi ya pasó, y hace casi 20 años de esto. A mediados de la primera década de los 2000, los monstruos fineses lo petaron muy mucho en el mundo del hard rock melódico, y no sólo por ganar Eurovisión (que también), sino porque sus tres primeros discos son muy buenos. Incluso recuerdo al ex Skid Row Sebastian Bach hablar de ellos con admiración, diciendo que eran como Kiss en una casa encantada. Ojo, que esto no es cualquier cosa, ¿eh? que hablamos de Kiss, una de las bandas que más pasiones ha despertado a lo largo de la historia.
Pero su tiempo pasó, al menos para mí. Los siguientes discos me parecían a cada cual peor, hasta perderles la pista completamente. Sí, recuperaba sus grandes éxitos del pasado, pero ya no me hacían tilín. Hasta finales del año pasado, cuando por un seguido de cosas los vi en directo. Me divertí mucho. Quizá la falta de conciertos post Covid tuvo algo que ver, pero viendo al orondo demonio y su séquito me lo pasé pipa, y además me descubrieron grandes canciones que no conocía, a destacar «Believe Me», que bailo a menudo con mi hija. Así que ver que los nórdicos lanzaban nuevo disco ha sido toda una sorpresa y me he animado a explicaros qué me parece.
Podemos empezar diciendo que, a primera escucha, me ha parecido que su sonido es menos duro que el de sus inicios, cuando les seguía. Ojo, que eso no tiene por qué ser algo malo, pero los encuentro más accesibles en sus melodías, en sus composiciones y en su sonido. Antes hablaba de «Believe Me», que presentan como una canción disco, y me ha parecido adivinar bastante de este sonido escondido entre los instrumentos. También se puede resaltar que este lanzamiento cuenta con 14 temas, muchos, aunque si tenemos en cuenta que dos son midtros y que hablamos de un grupo que lanzó siete discos a la vez, quizá la cosa se entienda. Por último, destacar que respecto a sus últimos lanzamientos, que no desde el bolo que enlazado arriba, vuelve a haber un cambio de formación, esta vez a las guitarras, aunque el resultado final no se resiente. Eso sí, no ver más a la momia duele en el corazoncito de los que ya peinamos canas. Ahora sí, pasemos a evaluar los temas.
Empezamos con «Dead Again Jane», que no es una intro, aunque la canción en sí sí que la tiene. De primeras ya entramos a una casa encantada entre aullidos instrumentales-fantasmagóricos que dan paso a un corte netamente rockero. No es que aporte demasiado, como nada del grupo ni del estilo, pero es un tema divertido. La melodía vocal del estribillo me suena a algo, pero no sé concretar más. «SCG XVIII: Nosferuiz Horror Show» sí es una intro, aunque no sea el primer corte. Una voz nos habla sobre escritores malditos, temática que domina el disco. El tercer corte, «Unliving Picture Show», tiene ese sonido del que hablaba antes, más accesible y melódico. Los teclados lo dominan por completo y el estribillo te hará mover el esqueleto (nunca mejor dicho). El cuarto tema, «Inhumanoid» gana en caña y rapidez, pero sin salirse de los raíles marcados por el estilo. En directo tiene que ser muy potente, y apuesto doble o nada a que las salas caerán por los suelos. Llegamos al final de la primera entrega con «Thing in the Cage», uno de los singles. El principio es extraño, más parecen The Hu que los Lordi,pero luego se convierte en un tema muy bailable, muy Abba, tremendamente divertido.
«Vampyro Fang Club» inicia el segundo bloque a golpes de cadena y teclados, para pasar a ser otro tema netamente hard rockero. El estribillo, de nuevo, podría sonar en cualquier discoteca de hace algunos años. Sí, es divertido, como la música que hace esta gente, pero no pasará a la historia. «The Bride» se destapa como una balada que, ahora sí, no aporta nada (como no lo ha hecho nunca ninguna balada del grupo, ni siquiera «It Snows in Hell»). Prescindible. Otra into incorporada a la canción, y ese es uno de los fallos del disco (demasiadas canciones con intros), nos trae uno de los cortes más salvajes del álbum, «Lucyfer Prime Evil». Escuchando según que tema y, luego, este, cualquier diría que pertenecen al mismo disco. «Scarecrow» baja un poco las revoluciones, aunque no era difícil adivinarlo. El tema, a pesar de algunas cosillas, tampoco es la Biblia en verso. Llegamos al final de esta segunda entrega con «Lycantropal Island», y el sonido de los teclados vuelve a ser muy disco. Me parece, en general, más elaborada que la media de los temas del disco, aunque no es difícil. Más allá de eso, el tema tampoco pasaría a los anales de la historia.
Empezamos la última entrega con «In the Castle of Dracoolove» con un groove tremendo y cierto aroma a funky, solo cierto, que está muy bien. «The SCG Awards» es la otro midtro del disco, que por supuesto, no aporta nada. «Heavengeance» sigue la tónica de los últimos temas. Tiene arreglos interesantes, pero queda lejos de los temas iniciales. «End Credits», que como podemos suponer es el último corte del disco, vuelve a ser una balada, la mayor parte de ella con muy poca instrumentación.
Esta nueva entrega de los monstruos no está mal, pero claramente va de más a menos. Creo, y es una opinión muy personal, que si se dejaran de hacer discos tan largo y concentrasen esfuerzos en ocho o nueve temas, sus discos serían mejores.
Llevo en esto del heavy más de media vida. Helloween y Rhapsody dieron paso a Whitesnake y Eclipse, pero Kiske sigue siendo Dios.
Como no sólo de música vive el hombre, la literatura, Juego de Tronos y los tatuajes cierran el círculo.
Algunas personas dicen que soy el puto amo, pero habrá que preguntarles por qué.