Aquellos que me conocen sabrán que, además de la música, adoro con locura el cine (el de terror y fantástico en particular), y sabrán que mi peregrinación anual al Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya es prácticamente obligada desde hace ya más de 25 años. El Festival de Sitges, que con esta ya lleva 51 ediciones -la de este año, por cierto, está dedicada a 2001 de Kubrick-, es el mejor puto festival que existe sobre la faz de la puta tierra, y punto. Por sus pantallas y por sus calles me he topado a lo largo de todos estos años con personajes de la talla de Guillermo del Toro, Robert Englund, Greg Nicotero, Bruce Campbell y Álex de la Iglesia quien, por cierto, era uno de los cuatro gatos que hemos asistido a la proyección de hoy en el Auditori Melià Sitges (jueves, 11 de octubre a la 1:00 h).
A media tarde me he plantado allí, en Sitges, con la intención, como siempre, de pajarear por las calles de la preciosa población costera catalana para «hacer tiempo» hasta la hora de la proyección. En mi mente rondaba también la idea de ver qué otras películas conformaban la programación del día y, según cómo, adquirir alguna entrada más para que la espera hasta el inicio de Lords of Chaos (2018) no se hiciera tan pesada. Pues bien, mientras estaba charlando amistosamente con mi compañero de redacción Ray, quien lleva ya unos días currando en el festival, un muchacho, entiendo que amigo suyo, se nos ha acercado y, entre otras cosas, nos ha recomendado fervorosamente (pero mucho, mucho) otra cinta que se proyectaba en el mismo recinto justo antes de «la peli de los de Mayhem«. La película en cuestión se llama Assassination Nation (2018)… ¡y menuda decepción! ¿Que de qué va? Pues resulta que después de que un hacker la líe parda exponiendo los datos, los secretos de los habitantes de la ciudad estadounidense de Salem, el caos crece y cuatro chicas deben luchar para sobrevivir, mientras se las ven con el hacker. La idea, como tal, está bien, pero la cinta no está bien resuelta. Es el típico mojón yankee con moralina y tal… allá vosotros.
Tras casi dos horas de suplicio (a ver, algún puntillo tiene, de acuerdo), salgo del auditorio para disponerme a hacer cola one more time con el fin de entrar again, pero cuál es mi sorpresa cuando, faltando escasos 15 minutos para el inicio, no éramos más de 30 o 40 personas allí esperando. Bueno, seamos realistas: una película sobre black metal a la 1:00 de un día laborable. Con deciros que son ya casi las 6:00 y todavía no me he metido en la cama… pero como estoy de vacaciones, pernoctar haciendo cositas para la web es muy top para mí.
«Basado en la realidad… y en mentiras». Ya desde el principio, el director (de videoclips) Jonas Åkerlund (miembro fundador de Bathory) nos advierte: los eventos que sacudieron la escena del verdadero black metal noruego a principios de la década de los 90 han sido tan estudiados, ampliados y publicitados que es muy difícil distinguir entre ficción y realidad. Lords of Chaos no pretende retratar los hechos tal y como ocurrieron. Se trata, simplemente de una película… de una buena película, añadiría yo.
Antes de entrar en materia, os haré cinc cèntims de lo que se supone que pasó en realidad…
En 1988, un joven cantante sueco se une al grupo noruego Mayhem, dirigido por un músico (Øystein Aarseth) que se hace llamar Euronymous. Con solo veintipocos años, Dead -que así se hace llamar este muchacho sueco, cuyo nombre real es Per Yngve Ohlin– revoluciona el género black aportando algo de teatralidad a través de caras pintadas, voces torturadas, representaciones teatrales (automutilación, cabezas de cerdo arrojadas a la multitud) y, sobre todo, a través de su fascinación por la muerte. Deprimido y posiblemente padeciendo el síndrome de Cotard (enfermedad mental relacionada con la hipocondría), se suicidó en 1991. Su cuerpo fue descubierto por Euronymous, quien fotografió el cadáver para ilustrar la portada del álbum Dawn of the Black Hearts (1995), actitud esta que fue rebelaba a algunos de sus amigos, incluyendo al bajista Necrobutcher (Jørn Stubberud), quien decide abandonar la banda viéndose el percal que estaba por llegar.
El suicido de Dead sirve para que Euronymous acentúe todavía más su fascinación por el mal y por la muerte, afirmando que el gesto de su amigo no era más que una respuesta a la comercialización del black metal. Sin embargo, no es Euronymous quien se radicaliza, sino otros miembros del movimiento. Una iglesia arde en 1992, el primer incendio de una serie impulsada por Varg Vikernes, miembro único del proyecto musical Burzum y, por poco tiempo, bajista Mayhem. Ese mismo año, el batería de Emperor, Bård Guldvik «Faust» Eithun, apuñaló a un hombre después de ser acosado sexualmente.
Guerras de poder, disputas financieras, diferencias de opinión: la fricción aumenta entre Euronymous y Varg, quien expone la situación a la prensa. Su batalla termina en 1993, cuando Varg apuñala a Euronymous 23 veces, un asesinato por el que cumplirá catorce años de prisión, saliendo de ésta en 2009. Sin embargo, Vikernes no ha admitido ni desmentido los hechos hasta la fecha.
El humor permite distanciarse de estos eventos que muchos siempre se toman en serio, por lo que Lords of Chaos es más fácil de perdonar por su línea de tiempo algo confusa y las (muchas) libertades que se toma a la hora de narrar los hechos. La película se complace en burlarse de estos músicos cuyos fans tienden a olvidar, a dejar volar su juventud. A veces por un impulso, o quizá por falta de confianza, están constantemente tratando de impresionar a los demás, lo que crea intercambios y situaciones que, en ocasiones, rozan el ridículo.
Rory Culkin (Euronymous) y Emory Cohen (un actor judío interpretando al Varg el antisemita, por cierto) se pasan todo el metraje pasándose la pelota el uno al otro de manera brillante en una pelea de gallos en la que son, en mi opinión, un tanto ridiculizados. El retrato de este segundo, pretencioso e inseguro, molestará a sus admiradores tanto como hará reír a sus detractores. De personalidad escurridiza y rodeado de mitos, Dead se le escapa a su intérprete, Jack Kilmer, cuya interpretación es correcta, sin más. Y es una pena porque la verdad es que el personaje real tiene mucha chicha, no lo vamos a negar.
Lords of Chaos sigue una línea entre el drama y la comedia que se inclina significativamente más hacia esta última. Aunque los episodios más trágicos pasan bastante rápidos, su intensidad se ve empañada, en demasiadas ocasiones, por el humor y la inútil narración en off de Culkin. Por otro lado, por crudas y gráficas, las sangrientas escenas son emocionantes.
¿Acto de valentía o traición? El director, ex miembro original de Bathory, parte de la escena que aquí se narra, y su proyecto fue fuertemente criticado por sus colegas, entre ellos Varg y Necrobutcher, pero hay que reconocer que la novela original de Michael Moynihan y Didrik Søderlind en la que se ha inspirado el filme, Lords of Chaos: The Bloody Rise Of Satanic Metal Underground (1998), es principalmente un libro muy criticado debidamente por su sensacionalismo.
La música, compuesta por la banda islandesa de avant-rock Sigur Rós, está muy bien, pero lamento profundamente que no haya más black metal en la banda sonora. Y la culpa de ello es del propio director de la cinta pues, según ha declarado ha usado poca música black metal en parte porque «es un poco doloroso escuchar black metal si no estás acostumbrado o no te encanta este estilo musical».
En conclusión #1: me ha gustado mucho. La película retrata de manera más que efectiva los flashbacks de Dead y de Euronymous con un sentimiento de culpa que ensombrece la tristeza por su pérdida, enfatizando las motivaciones de Euronymous y agregando un elemento de terror psicológico a la película. Si buscas una película con un protagonista simpático, ni te molestes en verla (si es que esta película puede tener algo de tirón fuera del recorrido de los festivales). Es una película muy cautivadora, de esas que se te quedan en la mente durante tiempo, y las actuaciones de Culkin y Cohen son escalofriantes y memorables.
En conclusión #2: jamás antes una banda como los germanos Scorpions había hecho tanto daño al mundo de la música extrema. Tendréis que ver Lords of Chaos para descubrir lo que se oculta tras esta afirmación tan tajante y categórica. Rock you like a hurricane? Well, maybe… aunque el tema se va de madre. Just sayin’.
Tipo peculiar y entrañable criado a medio camino entre Seattle, Sunset Boulevard y las zonas más húmedas de Louisiana. Si coges un mapa, y si cuentas con ciertos conocimientos matemáticos, verás que el resultado es una zona indeterminada entre los estados de Wyoming, South Dakota y Nebraska. Una zona que, por cierto, no he visitado jamás en la vida. No soy nada de fiar y, aunque me gusta “casi todo lo rock/metal”, prefiero las Vans antes que las J’hayber.