Gratísima sorpresa por parte de la banda de deathcore Lorna Shore, que han aprovechado la pandemia para regalarnos una continuación de su anterior Immortal de 2020. La gran novedad es que el grupo, aparte de su nuevo vocalista, es que parece que dejan un poco de lado las influencias del deathcore primigenio para abrazar un black metal sinfónico que en otros temas llega al grind con voces gorrináceas. Toca destacar también la inmensa portada de Mariusz Lewandoski que un poco hace guiños a Coroner y a Celtic Frost con un inmenso gusto.
Sorprendido de buenas a primeras con esa maravilla titulada “To the Hellfire”, que nos transporta a los tiempos de los mejores Cradle of Filth, con un excepcional Will Ramos de vocalista, en un espectáculo grandilociente de black metal sinfónico de más de seis minutos. El corte es absolutamente completo y casi progresivo por los tremendos cambios de velocidades, todo arropado por grandilocuentes teclados y blast beats tremebundos por parte de Austin Archey. Personalmente es el corte que más me llega y convence. Es impecable en todo.
Sigue el mismo camino en “Of the Abyss” con una intro que parece de Therion para seguir con esos pasajes espectrales e infernales. Los juegos de registros en la garganta de Will Ramos son de maestro absoluto. Si este hombre es capaz de hacer estos cambios en directo estamos ante uno de los vocalistas del momento, aunando escuela sueca, noruega, la tradicional americana y con muchos detalles a lo Dani Filth. Enorme riqueza de arreglos orquestales con unas bases apabullantes y unas guitarras definidas, agresivas, pero en este corte, también muy melódicas cuando quieren. Finalizan a fogonazos de rabia con extra enfundada en teclados ampulosos.
Se termina el EP con un tema que rompe un poco la línea seguida en los dos anteriores temas: “…And I Return to Nothingness”. Si bien el inicio es puramente blackie, las orquestaciones pierden fuerza para terminar en fogonazos con voces gorrinas y grind. Maravilloso trabajo de batería, punzante y de precisión quirúrgica. Un poco rememoran su pasado (no tan lejano). Hay incluso un interludio casi folk, tocando de cerca el glorioso pasado noruego, y repito: las guitarras de Andrew O’Connor y las de Adam de Micco son más que brillantes.
Nunca Lorna Shore ofrecieron un producto que me llegase a convencer y ahora con este EP demuestran que han subido de golpe dos peldaños. Parece que sus múltiples cambios de formación les han ido llevando hacia buen puerto reponiéndose a los sinsabores del destino. Tres vocalistas en seis años no es algo fácil de sobrellevar, y parece que para Lorna Shore ha sido una bendición. Un grupo con mucho… mucho que ofrecernos.