No sé si se trata de un dicho popular o no, pero he oído (o leído) por ahí que incluso a aquellos seres hechos de oscuridad les puede dar algún día por buscar algo de luz, y que las sombras pueden tratar de robar, en contadas ocasiones, algunos destellos de los rayos solares. Es, para entendernos, como si un día a mi amigo Robert Garcia le da por escuchar algo de Poison, y al bueno y tendre de Xavi Prat le da por acudir -conscientemente- a un bolo de Barbarian Swords. Pues bien, creo que este dicho podría resumir bastante bien el último álbum del ennegrecido deathcore de los nuevos Lorna Shore. En cierto modo, este tercer álbum de estudio es una victoria y un testimonio de la fuerza de la persistencia a medida que la banda emerge de su propio período de oscuridad, manteniendo la riqueza de Immortal (2020) como una ofrenda a todos aquellos que se atrevieron a dudar de ellos. Después de que el nuevo vocalista CJ McCreery (sustituto de Tom Barber, ahora en Chelsea Grin) fuera expulsado fulminantemente de la banda a fines de 2019 tras ser denunciado de acoso sexual por varias mujeres, los miembros restantes de Lorna Shore eligieron seguir adelante con el lanzamiento de Immortal, por aquello de que su arte y dedicación vieran la luz. Will Ramos vocalista de Monument of a Memory ha sido el escogido para sustituir a McCreery para la gira europea que acaban de iniciar.
Aunque aún está por verse si la banda demostrará ser inmortal, el legado que han construido dentro de la escena deathcore desde su creación en 2010 ha sentado alguna que otra base dentro del metal más, por así decirlo, burro, cafre y moderno. Marcado ante todo por su agresividad, Lorna Shore tiene una inclinación inquebrantable por todas las cosas cáusticas, con pasajes que le derriten el alma a uno y guturales que podrían dividir el asfalto. Invocando a los impíos con voces ásperas y chillidos disonantes, Inmortal evoca imágenes de un mundo empapado en fuego, sucumbiendo a una avalancha inquebrantable de ritmos atronadores de batería provocados por esa máquina llamada Austin Archey.
Inmortal es más que una simple re-imaginación del sonido de los de Warren County. Este álbum está envuelto en una batalla épica entre la oscuridad y la luz, entre toques grandiosos de voces corales y capas en igual medida con gruñidos calculados al milímetro. En ocasiones, y que me corrijan los expertos en black metal, me suenan a ese estilo tan majestuosamente orquestal de una banda como Dimmu Borgir. Y es que parece ser que estos Lorna Shore se niegan a cumplir con las convenciones y expectativas típicas de un género ya tan manido como es el deathcore, lo que resulta en un álbum multifacético que captura a los oyentes con su profundidad aparentemente infinita.
Combinando lo obsceno con lo poético en igual medida, el valor de este trabajo radica en la infinidad de capas que lo comprenden. En este sentido, uno de los temas más destacado es el impresionante «Hollow Sentence», que se abre con un elegante coro y un suave teclado antes de que los gritos rompan esa falsa sensación de tranquilidad. Pero incluso cuando los blast beats hacen su entrada y persisten a toda velocidad, las armonizaciones angelicales continúan, lo que provoca que la canción se desarrolle como por dos caras distintas; una batalla entre la agonía y la redención que se desata en dos planos paralelos. A medida que la orquesta lucha contra la depravación sónica de las voces de McCreery, los dos elementos se entrelazan cada vez más. No sería exagerado decir que «Hollow Sentence», a pesar de su brutalidad, también es hermosa.
La representación de alguna batalla intangible (iba a escribir «inalcanzable», pero he optado por este otro término) es un tema que persiste a lo largo de todo Inmortal, y aquí la que destaca es la implacable «Warpath of Disease». El tema también se abre con unos coros muy Behemoth. La canción habla sobre el temor de una progresión inevitable, ya sea de una enfermedad o del propio destino. Además de los más que evidentes toques black, lo que más resalta son esos magistrales riffs que surgen de los dedos del consumado guitarrista Adam DeMicco. Como una de las fuerzas impulsoras de la banda, su manera de arremeter contra las cuerdas de su guitarra hace que «Warpath of Disease» se convierta en una pieza que no hace más que hacer subir el sonido de la banda varios niveles hasta hacerles superar los límites del género.
Dados los elementos orquestales y la infinidad de toques death, la paleta de Inmortal se abre con gracia y descaro, pero el oyente continúa siendo golpeado por brutales crisis y gruñidos que parecen haber nacido del inframundo. Toques de black metal también encontramos en la apertura de «King Ov Deception», que también tiene una velocidad mucho más alta que muchas de las otras pistas del álbum. Las guitarras de DeMicco también brillan aquí, adquiriendo un brillo muy de heavy metal.
La variación en la velocidad mantiene que Inmortal ruede con soltura de principio a fin, con una variedad de ganchos que mantienen cada pista casi más irresistible que la anterior. Immortal es un pilar sólidamente construido que hará que se consolidé el estilo que Lorna Shore ha perseguido desde su primer álbum, pero es aquí en Immortal donde parece que finalmente han dejado el miedo a un lado a favor de mantenerse fieles a su visión creativa ocasionalmente ecléctica. La banda ha optado por mostrarnos una visión más coloreada de sí mismos que hace que la furia que emana de estos 10 temas sea aún más evidente. Este contraste -entre lo celestial y lo oscuro- es un retrato que Lorna Shore ha capturado con una precisión asombrosa, pero depende del oyente determinar si Inmortal ha iluminado su alma o la ha devastado por completo.
Tipo peculiar y entrañable criado a medio camino entre Seattle, Sunset Boulevard y las zonas más húmedas de Louisiana. Si coges un mapa, y si cuentas con ciertos conocimientos matemáticos, verás que el resultado es una zona indeterminada entre los estados de Wyoming, South Dakota y Nebraska. Una zona que, por cierto, no he visitado jamás en la vida. No soy nada de fiar y, aunque me gusta “casi todo lo rock/metal”, prefiero las Vans antes que las J’hayber.