“Por fin”, “qué pesados”, “nadie les va echar de menos”, “malísimos”, “¿no estaban ya retirados?”…
Estos han sido algunos de los comentarios más leídos y escuchados esta semana tras el anuncio de disolución de la banda Extremoduro. Más papistas que el Papa, ahora será que nadie ha escuchado en su vida a Robe y sus amigos. Por eso lograron vender más de 200.000 entradas en unas horas.
Entiendo que el rock transgresivo impactara en la sociedad rockera nacional hace ya muchos lustros y que, quizás, no haya formado parte de la banda sonora de vuestras vidas al pasar de la juventud a la edad adulta. ¿Quien es su sano juicio va a escuchar actualmente canciones como “Jesucristo García”? Venga, no pasa nada, se puede admitir que Extremoduro ha moldeado a muchos de los que estáis leyendo este artículo. Sino, ¿por qué lo estáis leyendo?
Con este curioso top vamos a seleccionar cinco canciones representativas más allá de las que todo el mundo se sabe. Porqué el catálogo de la banda extremeña es mucho más que “Stand By”, “A fuego” y “So payaso”. Felipadas, las justas. Y sino… “todos a tomar por culo”.
«Decidí» por Jordi Tàrrega
Álbum: Rock transgresivo (1989)
Autor: Roberto Iniesta Ojea
Le tengo especial cariño a este tema porque lo tocaba en batería hace unos años (esa querida y añorada Rock Band con Marco Paquetti al frente). El caso es que nunca había sentido especial predilección por los de Plasencia más allá de que en el Doctor Music su show me impresionó. Que a día de hoy Extremoduro llene estadios me parece una anomalía, igual que lo haga La Polla Records pues su música no iba destinada, para nada, al gran público. Pero también me alegro que se reconozca de forma masiva a unos grupos que irrumpieron desde la marginalidad y a un genio que responde al nombre de Roberto Iniesta.
Rock transgresivo fue la maqueta inicial y en la que la genialidad recorre todos y cada uno de los surcos del vinilo, incluso en los silencios. Esa colección de canciones es sencillamente impresionante, y puede que haya canciones mucho mejores, pero “Decidí” es directa con ese inicio con 13 golpes de caja. El rock urbano llamaba a la puerta con fuerza y en los 90 iba a ocupar el espacio que dejaba vacío el heavy metal en cuanto a popularidad. La voz de Robe es tan personal como identitaria y las letras brillan. Aquí hay solos de guitarra y riffs coreables además de un estribillo infalible. Sólo espero y deseo que en esta “gira de despedida” caiga este tema. Lo de que sea una despedida os lo podéis creer si queréis tanto como la de Slayer. Allí estaremos para contarlo… Cuando alguien que canta “cagó Dios en Cáceres y en Badajoz” recibe premios en Extremadura es que es alguien realmente enorme.
«Pepe Botika (¿Dónde están mis amigos?)» por Joan Calderon
Álbum: ¿Dónde están mis amigos? (1993)
Autor: Roberto Iniesta Ojea
¿Dónde están mis amigos? (1993) es la continuación de Deltoya (1992), disco que sirvió a Robe y sus secuaces para darse a conocer a una base más amplia de seguidores. El plástico del 93, por aquel entonces, ya era esperado con expectación pues las historias de su Extremadura natal, cáusticas y demoledoras, a la par de un tono poético marca de la casa, habían calado hondo en la mayoría del público de la península. En mi opinión, Extremoduro practicaban en ese momento un cruce entre el rock radical vasco con la tradición extremeña con un sonido crudo al servicio de la poesía de Robe Iniesta, siempre expresando una angustia existencial en lo que algunos, hoy, llaman la España vaciada.
Con ¿Dónde están mis amigos? el sonido de Extremoduro ya obtiene su sello propio. Con líneas rítmicas muy marcadas, la voz de Robe y la incorporación de alguna instrumentación no usada hasta el momento (flauta e instrumentos de viento variados). Y esa guitarra que dibuja punteados y riffs marca de la casa. Las temáticas son más personales que nunca y deja a la banda extremeña en la pole position para ser una de las grandes bandas del rock español del futuro. Todo ello bajo el paraguas de la todopoderosa Dro y con poco apoyo de los medios y radio-fórmulas masivas. A pesar de ello, y gracias a himnos como el que nos ocupa, la base de seguidores ya era muy grande y al alcance de muy pocos.
Llegados a este punto, nos adentraremos en la historia de Pepe Botika, el camello protagonista de la historia de este tema “Pepe Botika (¿Dónde están mis amigos?)”, un himno que se inicia con un discreto punteo para dibujar una sinuosa melodía que Robe posee de forma rabiosa y pasional, metiéndose en el papel de este camello desgraciado que se ha quedado sin amigos, pues están todos entre rejas. Ese carismático coro que comienza con el “Ay, ay, ay, ay, ay” y acaba con un inventario de cárceles del estado, en el que acaba Pepe, sin duda, buscando a sus “amigos encerrados sin motivo”. Un temazo de rabia punk con un rock marca de la casa y poesía final. ¡Que no se me olvide! En este tema participa Fernando Madina de Reincidentes.
«Sucede» por Rubén de Haro
Álbum: Agila (1996)
Autores: Roberto Iniesta Ojea, Juan Ignacio Antón González y Pablo Neruda
Durante mis años de instituto llegué a acumular una cantidad ingente de cintas de cassette grabas con las primeras obras de los de Plasencia. Me metí en vena su rock transgresivo durante muchos años, y ahí dentro se quedó una larga década. Con el paso del tiempo, podríamos decir que mis gustos musicales se fueron diversificando y poco a poco Robe y los suyos fueron cayendo en mi saco del olvido.
No sé si también os sucede a vosotr@s, pero la banda extremeña tiene un extraño don: el de arraigarse a tus entrañas y negarse a ser expulsada. Por nuestras vidas pueden pasar cientos, miles de bandas diferentes, pero solo unas pocas permanecen en el interior del ser. No sé si es por sus melodías o simplemente por la extraña belleza que atesoran sus versos, pero a mí jamás me importó que no abandonasen jamás mi organismo.
Reconozco abiertamente que hacía mucho tiempo que no les escuchaba, y que ha sido a raíz del anuncio de su disolución que he vuelto a dejarme embriagar por su aroma, y creo que puedo afirmar -sin miedo a errar- que bendito sea el momento en el que decidí volver a hincarles el diente.
Para este top 5 podría perfectamente haber escogido temas como la siempre tan vigente «Estado policial», «Esclarecido» o «A fuego», pero he optado por el tercer corte de su Agila (1996), sexto álbum de estudio de la banda, y considerado como su álbum, no solo más exitoso, sino también el más innovador; es, como he leído por ahí, «el álbum que les elevó a las nubes». Publicado en 1996, un año después de su álbum anterior, Pedrá, en éste la banda utiliza instrumentos que no habían aparecido antes en ninguno de sus álbumes. Incluye algunas de las canciones más famosas de la banda, como «So payaso», «Buscando una luna», «Prometeo», «El día de la Bestia» y, como no, la que aquí nos ocupa, «Sucede».
¿Es Agila el mejor álbum de Extremoduro? Posiblemente, sí. Es el trabajo que les encumbró y el salto cualitativo que se percibe con respecto a Pedrá es más que notorio. Obra maestra y piedra angular de su discografía.
«No he vuelto a ser el mismo
desde que se fue
Gillespie, Zappa, Mercury, Camarón
y me siento mejor
si sé que tengo una estrellita pequeñita pero firme.»
Decidme, ¿cómo de grande es vuestra estrellita?
«Autorretrato» por Albert Vila
Álbum: Canciones prohibidas (1998)
Autores: Roberto Iniesta Ojea y Juan Ignacio Antón González
Aunque debo confesar que el rock urbano (o como queráis llamarle a lo que hace Extremoduro) nunca ha sido precisamente santo de mi devoción, a finales de los noventa y principios de los dosmiles estuve con una chica muy muy fan de la banda de Robe Iniesta, así que ya fuera queriendo o sin querer (y más si yo después tenía intención de colarle mis dosis de The Haunted, Raised Fist o incluso Bad Religion) me tuve que tragar los discos de los extremeños con bastante frecuencia. Como no podría ser de otra manera, y dada mi proverbial apertura de miras (o falta de criterio, según cómo uno se lo mire), acabé por pillarle el tranquillo a su propuesta, y aunque nunca me pude considerar ni remotamente fan, si que les vi en directo en un par de ocasiones (una de ellas, en un Palau d’Esports de Granollers a reventar, creo) y acabé disfrutando sin problemas de muchas de sus canciones.
Aunque quizás clásicos como «Prometeo» (temazo), «Sucede», «Pepe Botika (¿Dónde están mis amigos?» o «Jesucristo García» serían elecciones más mediáticas entre mi abanico de favoritos, si hay una canción que siempre me llamó la atención del catálogo de Extremoduro fue «Autorretrato», un tema que creo que pasó más o menos desapercibido en el tracklist de ese Canciones Prohibidas del que se trilló hasta la saciedad la inicial, pegadiza y ligeramente irritante «Salir» (esa de «beber, el rollo de siempre, meterme mil rayas, hablar con la gente…»). Pero es este séptimo corte, en su momento bastante más largo que la duración media de las canciones de la banda (casi siete minutos y medio), el que me atrapó de verdad, con un montón de elementos que lo hacían distinto, divertido y realmente entretenido. Y curiosamente, aunque visto en perspectiva es evidente que Robe y los suyos nunca han sido mancos, ese y no otro fue un tema que me hizo apreciar y respetar la capacidad técnica de la banda.
Ambientada líricamente (como muchos otros temas de su catálogo) en un ambiente presidiario y quinqui a más no poder, el groove elegante y los elementos iniciales y casi progresivos de «Autorretrato» son bastante adictivos a caballo de su sencillo pero resultón riff. Pero es a partir del minuto 1:40 donde la cosa se pone verdaderamente interesante, con una progresión fascinante que va añadiendo instrumentos paulatinamente hasta convertirse en una auténtica orgía orquestal, con profusión de violines, trompetas, trombones, piano y la insistente afirmación de bajo, batería y guitarras. Acompañándola, ese «Si me encierran ven a verme un vis a vis, caí preso dentro de mí, dentro muy dentro de mí. Si me escapo ve a buscarme cualquier día, donde quede alguna flor, donde no haya policía» que se te acaba incrustando en el cerebro sin remedio. Todo un temazo que empieza a demostrar (y así se reafirma en discos posteriores) que Extremoduro eran y son mucho más que unos rockeros urbanos sucios y de espíritu punk.
«Dulce introducción al caos» por Beto Lagarda
Álbum: La ley innata (2008)
Autores: Roberto Iniesta Ojea y Juan Ignacio Antón González
Mucha gente abandonó a Extremoduro tras el Yo, minoría absoluta. El rock transgresivo moría al son de las canciones tales como “Puta” y “A fuego”. Discazo, sea dicho de paso. También morían las ideas de una banda cansada. Robe entró en una crisis de identidad, quizás la crisis de los 50.
Su paso particular por el purgatorio propició una gesta remarcable. La reinvención de la banda abrazando el mejor rock progresivo. Las melodías ya no eran burras, los efectos sonoros ampliaban un abanico como nunca habían hecho antes. La Ley Innata es el mejor disco de Extremoduro y, me atrevo a decir, el mejor disco de rock que se ha hecho en este país.
“Ya no queda nada de ayer
porque el viento se lo llevó.”
Tal cual. Extremoduro resurge con más fuerza y garra que nunca.
“Dulce introducción al caos” es una canción de casi ocho minutos de duración orgásmica. El corte que abre La ley innata desvela el contenido del disco a base de riffs increíbles, de letras espectaculares repletas de las más inteligente metáforas de Robe. Y me despido con una de las frases lapidarias del disco.
“Me olvidé de poner los pies en el suelo y me siento mejor.”
Para más información sobre La ley innata, aquí tenéis el Especial Xº Aniversario firmado por un servidor.