Un jueves en el Sant Jordi Club en una semana que ha diluviado en la Ciudad Condal. Llegar desde la otra punta de la ciudad daba pereza, lo reconozco, pero ver por primera vez en sala a los Dioses del Metal bien valía el esfuerzo, especialmente siendo conscientes de que a su carrera no le queda demasiado y que, según como se mire, a los Judas Priest se les ha caído alguna de las palabras sin su dúo mítico de guitarras.
Al final, tras una cola enorme que denotaba un sold out de campeonato, ahí estábamos para asistir a una jornada de auténtico andador metal.
Destacar, como viene siendo habitual, el precio abusivo del merch. 45 euros por una camiseta es una locura, pero es que pagar 120 por un chaleco tejano, por mucho logo que tuviera, es un escándalo. En fin, vamos a lo que nos toca
Uriah Heep
Con retraso sobre la hora prevista, los británicos saltaron a escena. Si hemos hablado de abuelos, andadores y demás, lo de los Heep es de traca. Con una carrera de 54 años y una discografía de 25 discos de estudio, las canas son lo que predomina encima del escenario. Eso y el buen hacer de los cinco miembros, que aunque no hacen una música que me entusiasme, rallaron a gran altura durante el rato que estuvieron en el escenario.
Supongo que todas las miradas se irán a las seis cuerdas y a las vocales, y sin embargo fueron los bombos y los teclados los que más me llamaron la atención, haciendo que el sonido, en general, fuese más que bueno.
Obviamente, el tema más coreado fue con el que cerraron su actuación, posiblemente el más mítico de la banda, «Easy Living».
Setlist Uriah Heep:
Saxon
He visto a los ingleses un puñado de veces, siempre en festivales. Recuerdo la primera vez que les vi, hace mil años, que salí encantado del concierto. Energía, actitud, buen hacer… sin embargo, concierto a concierto, cada vez me fueron aburriendo más, hasta un concierto en algún Rock Fest que, excepto los bises, me parecieron soporíferos. esta vez no era un festival. Era sala (estadio), así que estaba intrigado por lo que podría pasar.
Y fue más o menos como las últimas veces. El público se lo pasó en grande, pero a mí hubo algo que me dejó bastante frío, aunque muy posiblemente ese algo sea mi edad y que ya no estoy para cojonadas. El quinteto sonó de fábula, los músicos rayaron a un gran nivel, Biff, por razones evidentes, no es lo que era hace 20 años y sus clásicos fueron bien coreados. Canciones como «Power and the Glory», «Crusader» o, especialmente, «Princess of the Night», que usaron para cerrar el show, fueron más que bien recibidas. La banda, incluso, se puso y firmó chalecos que el público les tiraba, pero yo sólo podía pensar en «a ver si tocan la de la moto y se acaba».
No fue el concierto, que dio lo que se le pidió. Fui yo.
Setlist Saxon:
Judas Priest
Pero la noche era de quien era. Así lo demostró el pedazo de escenario, que creo que restó más que sumó y a lo que iremos luego. Así lo demostró el ambiente y las ganas que flotaban por el Sant Jordi. Seis pantallas reinaban el escenario. La batería de Travis iba a estar en lo alto, pero una lona enorme lo tapaba todo. Ante esa expectación «War Pigs» de los Sabbath resonó por toda la sala.
La lona se «evaporó» y ahí teníamos al quinteto, bien junto, para abrir con el misil que es «Panic Attack», que sonó de lujo, como todo lo que sonó en la noche. Por razones obvias, Tipton no estaba (creo que eso de llevarlo a algunos conciertos para que salga en algún tema y se le ovacione ya no toca), así que podemos referirnos al grupo como Halford and friends, pero lo hicieron fenomenal. Las guitarras de ambos, especialmente la de Sneap por no ser habitual, sonaron de lujo, y la base rítmica fue demoledora. Halford está mayor, y se quiera o no, eso pasa factura. Sigue teniendo un voz increíble y un carisma que tira de espaldas y una presencia demoledora, pero nunca ha sido un frontman de esos que no para, y en esta ocasión apenas interactuó con el púbico hasta casi el final. También dejaba el escenario a menudo supongo que para hidra-oxigenarse tras unos bailes la mar de simpaticones.
La gente cantaba, saltaba, se te ponía delante con todo el descaro del mundo y, sobre todo, lo disfrutaba. Quedó muy claro con «You’ve Got Another Thing Comin'», uno de los clásicos, y aún más con una de mis preferidas que, por alguna razón, no se suelen contar entre esos 10 temas innegociables del grupo, «Rapid Fire». Oh Dios, cómo la disfruté.
Por las pantallas iban saliendo imágenes predefinidas (el logo, coches, etc) o el propio show, y llenaban el escenario de colores. La combinación rojo, naranja y amarillo sale siempre ganadora, y los 50 años de carrera de los Priest les han hecho ganar esa sabiduría. Todo eso quedó en nada con uno que sí es un clásico innegociable, «Breaking the Law», poniendo a toda la sala a saltar.
Hill, como toda su carrera, estático. Las guitarras no eran la panacea en cuanto a movimiento, y Halford, a parte de los bailecitos mencionados, básicamente iba de un lado al otro del escenario, ofreciendo una perspectiva de perfil a los reunidos allí, y como no presentaba las canciones, «Gates of Hell» de su último lanzamiento nos cogió desprevenidos. Mejor sonó «Love Bites», con imágenes de vampiros en la pantalla.
Vamos a lo de la pantalla y el escenario, que luego no lo leeréis. Para mí fue el mayor handicap del concierto, y no porque no fuera un pedazo de escenario, que lo era, sino más bien por eso. Al ser tan ancho y al ir cada músico por su lado, era tremendamente difícil tener una visión global de lo que pasaba allí arriba (ojo, que es algo que suele pasar en este tipo de bolos, no es algo de este grupo particularmente). Además, las cuatro pantallas verticales y las dos a cada lado del escenario hacían que la atención se distrajese. Es algo que ha pasado siempre, y que creo que mejoraría con un escenario algo más estrecho y sin tanta imagen por detrás, pero seguro que es algo que va a gustos.
«Devil’s Child» y «Riding on the Wind» bajaron el suflé, pero la discografía de los ingleses es tan amplia y tienen tantos himnos auténticos, que rápidamente el ambiente se volvió a caldear con «Saints in Hell». «Crown of Thorns», otro de los singles de su último lanzamiento, mantuvo el nivel. Halford seguía paseándose, seguía marchándose entre bambalinas tras cada canción y seguía sin presentar ninguno de los temas que iban a sonar. Quizá son tan grandes que no hace falta. La gente no lo echó en falta, se lo pasaba igual de bien y lo demostraba a grito pelao. Otro buen ejemplo de esto fueron «Sinner» y «Turbo», uno de esos temas que cuando salió fue duramente criticado y que hoy en día es de las preferidas del público.
Ahora sí fue turno para un speech del frontman. Nos recordó que llevan 50 años de carrera con una tremenda carga de discos, desde Rocka Rolla (1974) hasta su último lanzamiento. Que no siempre han sido tiempos felices y que somos nosotros, los fans, los que lo hacen posible. Le vi cansado, y es que no olvidemos que no le falta demasiado para llegar a los 80, cosa que da más mérito aún a lo que sigue haciendo. Todo esto fue para presentar «Invincible Shield», que sonó como un trueno, igual que la muy coreada «Victim of Changes» y la algo menos bien acogida «The Green Manalishi».
La que sí fue bien acogida fue, obviamente, «Painkiller», introducida por Travis al micro. Qué potencia, qué himno, qué absoluto temazo. Pensé que el Sant Jordi Club se caía a trozos, pero resistió bien ante uno de los mejores temas del género. De aquí, a unos minutos de descanso para el bis.
Los altavoces gritaron «The Hellion», así que ya sabíamos que «Electric Eye» iba a reinar durante los próximos minutos, como así fue, con un quinteto estupendo dejando claro que siguen siendo los putos amos en esto del heavy metal. Luego, espantada general tras bastidores para que el humo diese paso a una Harley que nos presentaría «Hell Bent for Leather» y la última, «Living After Midnight», saltada y coreada por todo el estadio. ¡Qué colofón!
Fue un gran concierto. Obviamente no se pueden comparar con los de los 80 o 90, la edad pasa factura y a Tipton solo lo tuvimos en los videos que presidían el escenario, pero sabiendo esto, sabiendo que por edad no pueden dar lo mismo ahora que hace 20, 30 o 40 años, fue un concierto más que respetable. También creo que el setlist puede mejorar, pero es algo tan subjetivo y tienen tantísimos clásicos, que no voy a poner ninguna pega. Y, por último, decir que creo que se han ganado una jubilación de oro. La cosa solo puede ir a peor, así que, si estuviera en sus zapatos, yo me retiraría y a vivir de la enorme herencia que han dejado.
Setlist Judas Priest:
Llevo en esto del heavy más de media vida. Helloween y Rhapsody dieron paso a Whitesnake y Eclipse, pero Kiske sigue siendo Dios.
Como no sólo de música vive el hombre, la literatura, Juego de Tronos y los tatuajes cierran el círculo.
Algunas personas dicen que soy el puto amo, pero habrá que preguntarles por qué.