Hace 25 años exactos que soy fan de Metallica. Ni un día más, ni un día menos. Fue un día como hoy, cuando salió a la venta S&M (1999), que me acerqué a una de las dos tiendas de discos que había en mi Sant Celoni natal. Era la primera vez que me compraba un disco con mis propios ahorros. Tenía 15 años recién cumplidos y, aunque sostenía en mis manos el S&M con la intención de llevármelo, el precio —casi 3.000 pesetas, aunque no recuerdo la cifra exacta— superaba lo que tenía ahorrado. Así que opté por una alternativa más económica: un Garage Days de importación que, a día de hoy, es casi imposible de encontrar.
No fue ese día cuando S&M se unió a mi colección, pero sí fue el día en que quedé completamente enamorado de “Nothing Else Matters” y de la voz de James Hetfield. Tanto me impactó que no descansé hasta conseguir grabar una copia del disco en un cassette MAC. Eso sí, no cabía entero en una sola cinta, y acabé perdiéndome el final, “Battery”. Por aquel entonces, aún no tenía un Discman anti-shock, así que mi fiel reproductor de cassettes me acompañaba en mis trayectos diarios en tren a Barcelona, donde estudiaba. De hecho, todavía conservo ese reproductor como un recuerdo de aquellos días.
Por aquel entonces yo no era metalero pero quería serlo. En esa época escuchaba bandas tan dispares como Dover y Red Hot Chili Peppers, siendo el skate punk mi género favorito. Los cd’s piratas no cogían polvo en esos tiempos, un ritual perdido solo para nostálgicos lo de escuchar música en CD. Entonces, si has llegado leyendo hasta este punto, notarás que es algo inconexo. Un fan del skate punk acabando en una tienda de discos para comprar un disco de Metallica. Algo no cuadra.
Antes podías comprar un álbum simplemente porqué escuchabas una canción en la radio o veías en MTV ese vídeo que te atrapaba. Muchos discos de mi colección fueron comprados así,; un buen single te animaba a querer descubrir más. Los citados Dover y Red Hot Chili Peppers tuvieron la misma suerte en mi vida tras descubrir ambas bandas con “Devil Came to Me” y “Californication” respectivamente. Semanas antes de la publicación de S&M, un buen amigo de mis tiempos mozos al que le agradezco infinitamente que me adoctrinase, me llevó a su casa y me dijo “Las bandas de heavy metal hacen las mejores baladas, ya que como normalmente hacen canciones duras, cuando se ponen tiernos, tienen que trabajar el doble”. Le creí cuando me puso la versión de “Nothing else Matters” incluida en S&M. Fue amor a primera vista y tras 25 años, puedo confirmar que, aún sin ver las cifras, esta versión es la canción que más he escuchado en mi vida.
Me enamoré de Metallica. Previamente ha había flirteado con Master of Puppets (1986), pero no lograba entender eso del heavy metal. S&M me abrió las puertas de un mundo nuevo, fue la primera banda de heavy metal que adoré. He escuchado este doble disco cientos de veces, me sé todas las notas de los instrumentos que en él participan, tengo memorizados los aplausos del público y las exclamaciones de James. Durante muchos años comentaba: el día que me muera quiero que “Nothing Else Matters” suene en mi funeral (hoy ya no lo digo, no quiero funeral, que me tiren al mar y así alimento a los pececillos).
S&M siempre será para mi un disco especial. Poder ligar dos géneros tan supuestamente opuestos como la música clásica y el heavy metal fue algo que me entusiasmó, pues desde pequeñito siempre me he sentido atraído por la música clásica y la ópera. Poder escuchar un disco tan perfecto que fusiona estas dos ramas de la música me pareció una obra de arte. El trabajo de Michael Kamen y la Orquesta Sinfónica de San Francisco me parece sensacional. La labor de comunión de los Four Horsemen con el resto de artistas es total.
En cuanto al disco, qué os voy a contar de un disco tan especial… más allá de los himnos incuestionables de la banda sonando inmaculados con el respaldo de la orquesta, hay dos canciones nuevas tituladas “– Human” y “No Leaf Clover”, canciones que siguen en la dinámica de los últimos discos de estudio, los infravalorados y detestados Load (1996) y Reload (1997). De ambos discos hay recopiladas y readaptadas “Fuel”, “The Memory Remains”, “Hero of the Day”, “Devil’s Dance”, “Bleeding Me”, “Until It Sleeps” y “Outlaw Torn” siendo esta última la más descartable del disco con sus 10 minutos de duración. Posiblemente para los haters de los Metallica de pelo corto demasiadas canciones de sus dos odiados discos. A mi, como me encanta el Load y disfruto del Reload, no tengo quejas.
Y hasta aquí puedo leer y comentar. Hoy pido disculpas pues este artículo es totalmente personal y si algún lector asiduo a mis análisis más detallados sobre discos que cumplen aniversario ha entrado aquí buscando detalles, cifras y curiosidades, se va a sentir decepcionado. Son simplemente las memorias de un fan, la nostalgia de esos tiempos, la magia de cuando uno descubre algo que le acaba cambiando la vida. S&M fue para mi todo esto y más.