
El Palacio Vistalegre acogió el pasado 27 de febrero una de las veladas más intensas del metal moderno, con Trivium y Bullet for My Valentine como protagonistas, celebrando sus respectivos Ascendancy y The Poison. Era la segunda vez en poco tiempo que visitaba Madrid tras el conciertazo de The Ocean en la Mon, y tenía el hype por las nubes.
Reconozco que soy más de conciertos en salas pequeñas, y mientras hacía la interminable cola para entrar en el recinto pensaba en cuál había sido la última vez que había ido a un pabellón a ver un concierto. No es de extrañar que la situación me quedara un poco grande al principio, ya que, además, calculé mal la hora de entrada y no contaba con tener que hacer tanta cola para todo (acceso, merch, barra, baños…). Así que tuve que conformarme con escuchar desde la distancia el estruendo que estaban armando los suecos Orbit Culture; deduje que estaban dando un buen concierto (aunque corto, de apenas 30 minutos), ya que la gente estaba como loca, y eso que la tarde acababa de empezar.
Trivium
Ya con cerveza en mano y un buen sitio a media altura en el foso, esperé impaciente a que los de Orlando salieran al escenario. Para dar inicio al concierto optaron por disparar «Hit the Lights» de Metallica (que seguramente sea el grupo que más les ha influenciado), aunque no dejaba de ser una falsa entrada, ya que, en el momento en que se apagaron las luces y sonó «The End of Everything», todo cambió. Trivium saltaron al escenario con la intensidad que los caracteriza, convirtiendo el recinto en una olla a presión desde el primer acorde y demostrando por qué siguen siendo una referencia en el metal moderno.
Los tres primeros temas pasaron como un huracán, calentando el ambiente a lo bestia y sin darnos tiempo apenas para respirar. Pero antes de «Ascendancy» Matt Heafy se dirigió al público con unas palabras de gratitud y emoción. Explicó que en el primer concierto que dieron en Madrid, 20 años atrás, había apenas un puñado de personas, y expresó lo agradecido que estaba al ver la familia que se había formado a lo largo de todos estos años.
Tras este temazo la banda dejó todo el protagonismo a Alex Bent para su solo de batería, mientras Monte, el icónico monstruo/zombi de la portada del álbum, se desplegaba tras él en tamaño gigante, causando el colapso de gran parte del público.
A medida que avanzaba la noche la intensidad no bajó ni un solo segundo. Heafy, enérgico como siempre, fue despojándose de prendas, como si el concierto lo fuera consumiendo, una muestra de que el calor y la entrega del público eran abrumadores. «Departure» supuso uno de los momentos más emotivos de la noche, cuando el vocalista pidió que todos encendieran sus móviles y mecheros, lo cual creó una estampa mágica que contrastaba con la ferocidad del resto del show.
El cierre del set llegó a modo de bis con «In Waves», que a estas alturas se podría ya considerar todo un clásico. Como suele pasar cuando tocan este tema, gran parte del público se lanzó al suelo para remar al unísono antes de estallar en un frenesí absoluto, acabando así una actuación demoledora.
Setlist Trivium:
Hit the Lights (cover de Metallica)
The End of Everything
Rain
Pull Harder on the Strings of Your Martyr
Drowned and Torn Asunder
Ascendancy
Solo de batería
A Gunshot to the Head of Trepidation
Like Light to the Flies
Dying in Your Arms
The Deceived
Suffocating Sight
Departure
Declaration
—–
In Waves
Bullet for My Valentine
Apenas tuve tiempo en el descanso para ir nuevamente a la barra cuando oí al público enloquecer de nuevo dentro de la sala, y a continuación el sonido de los violines y chelos de la intro de The Poison; Bullet for My Valentine no perdieron ni un segundo y adelantaron su salida cinco minutos, así que me apresuré a volver al foso, justo a tiempo para el inicio de la potente «Her Voice Resides».
A diferencia de Trivium, los galeses optaron por una puesta en escena marcada por unas visuales bastante originales, dentro de tres bombillas, que alternaban imágenes aleatorias con vídeos de ellos mismos tocando en directo, con lo que se logró una experiencia envolvente que reforzó la contundencia de su show. Además, su sonido fue mucho mejor que el del concierto anterior, más nítido, lo que permitió apreciar con claridad cada riff y cada golpe de batería, algo crucial para una banda cuyo poderío en directo depende tanto de su precisión como de su agresividad.
Como es habitual, en uno de sus mayores himnos, «Tears Don’t Fall», la banda se encargó de hacer una versión extendida, iniciada por Matt Tuck de manera acústica, quien tuvo la colaboración de las 12.000 personas que se habían reunido en Vistalegre apoyándolo en los coros, lo cual desató la locura incluso antes de que el tema explotara en toda su intensidad. Pero lo cierto es que no hubo canción en la que no se formara un pogo, con un sector especialmente entusiasta de descamisetados que no dejó de batallar en cada breakdown.
Tras una ejecución impecable de su disco debut, uno de los momentos álgidos llegó con «The End», cuando el bajista Jamie Mathias y el guitarrista Michael «Padge» Paget subieron a las tarimas laterales para interpretar el tema con una presencia aún más dominante. Un gesto que encendió al público y aportó un extra de épica a la recta final del show.
Justo antes del bis se produjo la anécdota de la noche: en mitad del caos, alguien perdió una zapatilla en el pit. En un gesto de hermandad metalera, el calzado fue zarandeado por los aires hasta que su dueño pudo recuperarlo sano y salvo, entre vítores y risas.
Ajenos a todo ese cachondeo, los galeses regresaron al escenario para ponerle el broche final a la noche con una energía imparable. «Knives», uno de los cortes más salvajes de su último disco, fue el primer cañonazo, y desde el primer acorde ya se notaba que la audiencia no estaba dispuesta a dejar de moverse. Y para acabar, «Waking the Demon», ese clásico que nunca falla. Ahí ya no importaba nada, solo el caos controlado, la sensación de estar todos juntos en ese momento tan puro y la certeza de que esa última canción sería la que dejaría a todos con la garganta rota, sin importar lo que viniera después.
Aunque a la salida tuviéramos que hacer la misma cola para el baño, guardarropa y demás, todo eso ya daba igual. Con Trivium y Bullet for My Valentine entregados al máximo, vivimos una noche de intensidad desbordante, de esas que dejan el cuerpo molido. Pero más allá del frenesí, esta fue una celebración en mayúsculas: 20 años después del nacimiento de Ascendancy y The Poison, quedó claro que estos discos no solo resisten el paso del tiempo, sino que siguen siendo auténticos himnos para toda una generación. Una noche de celebración, sudor y épica que quedará marcada como un homenaje perfecto a dos décadas de riffs, pogos y estribillos inmortales.
Setlist Bullet for My Valentine:
Intro
Her Voice Resides
4 Words (To Choke Upon)
Tears Don’t Fall (con intro acústica)
Suffocating Under Words of Sorrow (What Can I Do)
Hit the Floor
All These Things I Hate (Revolve Around Me)
Hand of Blood
Room 409
The Poison
10 Years Today
Cries in Vain
The End
—–
Knives
Waking the Demon