Amados u odiados, no hay medias tintas con Mägo de Oz. Si pongo a mi memoria a viajar a 1998, cuando lanzaron La Leyenda de la Mancha, no recuerdo que hubiese tanto odio y tanta tirria contra los madrileños. Tampoco tanta devoción de sectores poco o nada rockero -metaleros. Si aún vamos más hacia atrás, hasta el Jesús de Chamberí (1996), la cosa es más evidente, aún. Fue a raíz de Finisterra (2000), y especialmente desde que su single “Fiesta Pagana” saltase a Los 40 Principales, que esos extremos empezaron a alejarse. Supongo que, unos, por ver tanto éxito en un grupo que tira mucho de sonidos comerciales, y otros para hacerse los interesantes escuchando música “dura” por la radio. Sea como fuere, el disco que hoy cumple 20 añazos supuso un antes y un después no solo para el grupo, que se internacionalizó de forma escandalosamente grande, llegando a hacer asiduamente giras por América latina, América del norte y Europa (es decir, países de lengua no hispánica), sino para la propia escena.
No hace falta describir demasiado la música de Mägo de Oz, pues quien más quien menos ha escuchado algún tema. Eso sí, quizá haría falta ver su evolución. Su primer disco serio, Jesús de Chamberí (1996) lo catalogaría como rock, sin más. En la nombrada La Leyenda de la Mancha el nivel metalero sube, bien ejemplificado en el primer corte, “El Santo Grial”, y en el que su primer single, “Molinos de Viento”, marcaría el devenir del sonido del grupo. Creo que es en “Finsterra” en el que encuentran su propio sonido y camino, y que a partir de este el toque folk iría ganando terreno a sonidos más duros, si es que alguna vez han hecho cosas duras. Por primera vez, en este disco tienen un teclista full time, conocido en el mundillo como Quisquilla, y Diego Ponce de León se uniría también como miembro para tocar todo tipo de flautas y pitos. Las melodías facilonas, muchas de ellas recogidas de la música folk tradicional “que no paga royalties” (Txus di Fellatio dixit), se comerían riffs “afilados” (entre comillas, sí), aunque en ciertos puntos el doble bombo, tocado con trampa (también lo dijo el batería), gana presencia. Más allá de esto, y por poner algunos ejemplos, la nota media en Amazon es de cinco estrellas sobre cinco, lo mismo que en Discogs. En Rateyourmusic la nota menor que tienen es de 2,5/5 , y en Allmusic le ponen un 4/5. Dará más o menos rabia, pero a la gente le gustó, antes de meterse en prejuicios y truemetalismo.
Por lo que respecta a mí, en su día me engancho bastante. A día de hoy, tras tantos años, no me gusta tanto como Jesús de Chamberí ni le tengo tanto cariño como a La Leyenda de la Mancha, pero sigue siendo un disco que no me disgusta. De hecho, hasta Ira Dei (2019) creo que no volvieron a llegar a ese nivel. ¿El pecado? El que suelen cometer al escribir álbumes dobles: hay mucha paja por medio. Si en vez de dos CDs (¡qué antiguo queda eso!) lo hubiesen dejado en 10 canciones, les habría quedado un disco redondo. Supongo que si le preguntásemos, el inefable Txus diría que todos los cortes son necesarios para la historia (discrepo un poco, pero ¿quién no?). Y hablando de la historia, y puestos que es un disco conceptual, conozcámosla por encima.
Era post apocalíptica (Wikipedia está para saber por qué se llega ahí, que es muy largo). Satania es la capital del nuevo mundo y encuentran un tesoro: ¡un CD-Rom! Como decía antes, qué antiguo queda. En el disco se detalla la extraña aventura de un peregrino, acompañado de un espadachín a sueldo, haciendo el Camino de Santiago en el siglo XVII. Txus siempre ha tenido inventiva, para qué negarlo, aunque para mi gusto, y a partir de este disco, su mejor faceta (la de letrista) fue decayendo hasta hacer sonrojar al personal. Seguimos con la historia canción a canción…
“Prólogo”, la intro, dice textualmente “Dicen, que de todos los animales de la Creación, el hombre es el único que bebe sin tener sed, come sin tener hambre y habla sin tener nada que decir… Por eso, es mejor forjar el alma, que amueblarla. Es el fin del camino, es Finisterra”. No tiene más que rascar, tampoco tiene otra función más que la de dar paso a “Satania”, que describe la sociedad post apocalíptica de la que hablábamos. Es uno de esos temas en los que el doble bombo y las guitarras están más presentes, y aunque nunca fue de mis preferidas, creo que está bastante conseguida. El punteo y solo de guitarra y el violín vuelan, y José Andrea, como en todo el disco, se luce. La letra, más que metafórica, podría ser premonitoria…
Seguimos con “La Cruz de Santiago”, que tampoco es de mis preferidas a pesar de su rapidez pero, como toda canción de (los antiguos) Mägo, te engancha con sus melodías facilonas. En este tema nos presentan al espadachín Diego Cortés, y es un guiño al… señor… Arturo Pérez Reverte. La próxima, “La Danza del Fuego”, sí es de mis preferidas. La melodía es una de esas robadas al folk tradicional, pero el contraste entre la melancolía inicial a cargo de Moha y su violín y la alegría posterior siempre me enganchó. Además tiene una de las letras más bonitas de la carrera del grupo, cosa que hace que, de vez en cuando, se la ponga a mi hija (aunque no se entere de nada, aún). Si me preguntáis a mí, habla de la vida.
“Hasta que el Cuerpo Aguante” es uno de los clásicos del grupo y uno de los temas más divertidos del disco. Es un canto a los músicos y los artistas, dedicada a su amigo Oscar Sancho de Lujuria, y aunque su letra tiene momentos muy altos, para la historia (ver arriba) es prescindible. Nos vamos a tonos más rockeros y macarras con “El Señor de los Gramillos” y la metáfora de las tentaciones. No es de las más logradas de la carrera de los madrileños, pero es divertida de escuchar. En el mismo tono pero mucho peor nos encontramos a “Polla Dura no cree en Dios”, alegoría a los borrachos y vividores.
De nuevo melodías tradicionales, “Maite Zaitut” es un cover de Gwendal con letra adaptada, una oda al amor (el título significa “te quiero” en vasco) y el tema en el que Salva, el bajista en aquél entonces, más se luce (tampoco es un derroche de técnica). Va de menos a más en cuanto a potencia, cosa que la hace interesante. Seguimos con “Duerme…”, otra versión, y que pasa por ser la primera canción que escuchó mi hija. La culpable fue su madre, que usó una mini ausencia mía para ponerla (yo que esperaba que fuese el “Keeper of the Seven Keys” de Helloween…). Llegamos al tercer cover, y lo hacemos con EL cover, esta vez de Raninbow y su “Rainbow Eyes”. Para mi gusto pocas veces se han lucido tanto como en “Es Hora de Marchar”, canción dedicada a la muerte de un ser querido (el ser que se va quien nos la canta). La textura de la canción es sublime, muy acorde con la letra (estratosférica) y con la actuación de Jose, que se sale por los cuatro costados. Si todas las versiones fuesen así… También sirve como punto y aparte, pues es la última del disco 1.
Empezamos el segundo disco con la canción que les propulsó al estrellato y que a mí, personalmente, más rabia me da. “Fiesta Pagana” es el gran himno de Mägo de Oz, pero sin haber escuchado la mitad de la discografía del grupo, estoy seguro que no estará entre las 50 mejores de ellos (ojo, digo 50, ¿eh?). La letra es un himno comunero, temática habitual en Txus. Seguimos con otra oda al amor, o al AMOR, en mayúsculas. En este caso, amor homosexual, en uno de los temas que sí destaco. De hecho, diría que es uno de los dos únicos que salvo de este segundo tomo. “El que quiera entender que entienda” es, musical y letrísticamente, una delicia, a pesar de la intro medio barroca.
La intro de “Los renglones torcidos de Dios”, acerca de los enfermos mentales (o, viendo el mundo, los realmente cuerdos), engaña, pues a pesar de la introducción a modo de balada gana fuerza con el pasar de los momentos. “La dama del amanecer (Kelpie)” es la última versión, esta vez del tema de Jethro Tull con el mismo nombre. Nos cuenta la historia de una señorita que se aparece a todo hombre necesitado de favores. Muy del grupo, sí. El trabalenguas “Tres tristes tigres” sirve de nombre para enfatizar que el peregrino se interesa cada vez más por todo lo que conlleva ser humano. El tema, muy bajado de tempo, es corto pero baladísticamente intenso y, en cierta forma, triste.
Nos acercamos a Galicia, pues “A costa da morte” aparece en el horizonte. Esta pieza instrumental suave y melódica, protagonizada por todos los instrumentos celtas o no-rockeros del grupo, nos hace entender que estamos llegando al final del camino, o al principio de todo, nunca se sabe. El rock potente vuelve de la mano de “La santa compaña”, medio tiempo que pone la música al servicio de un gran Jose y que nos explica la leyenda gallega.
“Conxuro”, líricamente, se trata del típico poema que se recita mientras se hace la queimada. Va ganando potencia a medida que avanza, pasando desde (casi) a capela a tener fuerza, sin ser nada del otro mundo. Casi llegamos al final y el misterioso peregrino se descubre como el diablo en “Astaroth”, otro corte a medio tiempo potente pero, para mi gusto, muy falto de gancho.
Y llegamos al final, y esta vez sí, con fuegos artificiales. “Finisterra” es una tremenda canción de algo más de 15 minutos, de las más logradas del grupo con esa duración. Los cánticos iniciales (oh finis, oh terra) dan paso a una melodía que acaricia con algo de tristeza para ir cambiado el ritmo, solos, puentes y todo lo que pueda componer una canción que sirve de lienzo para una conversación entre nuestro protagonista, el demonio Astaroth tras matar al espadachín Diego Cortés, y Dios. La letra, aparte de muy hipócrita por parte del letrista, es una delicia que todo el mundo debería interiorizar para hacer de este mundo, un mundo mejor. De nuevo Jose está a un nivel estelar. Por si fuera poco, tenemos a Sherpa (ex Barón Rojo) y Juan Gallardo (Ángeles del Infierno) apoyando en las voces. De hecho, las colaboraciones de todo tipo son una constante durante todo el disco.
Y hemos llegado al final del disco. Si lo hubiesen dejado, por ejemplo, con “Satania”, “La cruz de Santiago”, “La danza del fuego”, “Hasta que el cuerpo aguante”, “Es hora de marchar”, “Fiesta pagana”, “El que quiera entender que entienda”, “Tres tristes tigres” y “Finisterra”, les hubiese quedado un disco redondo. Aun así, este álbum marcó el inicio de la leyenda de Mägo de Oz y, para mi gusto, su declive en cuanto a composición y como grupo hasta 2019 con Ira Dei. Entre medias, ya sabemos todo lo que ha pasado. Y que si algunas personas se caen de su ego, se matan.
Sea como fuere, felicidades grupo. Este disco bien merece ser muy celebrado.
Llevo en esto del heavy más de media vida. Helloween y Rhapsody dieron paso a Whitesnake y Eclipse, pero Kiske sigue siendo Dios.
Como no sólo de música vive el hombre, la literatura, Juego de Tronos y los tatuajes cierran el círculo.
Algunas personas dicen que soy el puto amo, pero habrá que preguntarles por qué.