Los que nos siguen con más o menos asiduidad, sabrán que aquí, en la redacción de Science of Noise, tenemos varias bandas fetiche, y Mantar, el dúo formado por Hanno Klänhardt y Erinç Sakarya, es una de ellas. A mí, especialmente, me tienen el corazón robado desde que les viera abrir para Kadavar hace ya casi un par de años. Pero, obviamente, no estoy aquí pare descubriros nada nuevo. Echad, por ejemplo, un ojo a su anterior trabajo de estudio para saber de qué estamos hablando.
Una de las cosas buenas (si no, la mejor) que tiene esta banda es que son unos culos inquietos. Desde 2014, han lanzado tres álbumes de estudio, un álbum en directo y un EP. Un par de años más tarde de publicar The Modern Art of Setting Ablaze (2018), hay que añadir a la lista este Grungetown Hoolingans II (2020), y así ya tenemos el pack completo, con este disco de versiones. Por cierto, que no os despiste el título. Este es el primer recopilatorio que ve la luz, a pesar de su título; un poco más abajo entenderéis el porqué de ese «II».
El dúo se deja embriagar por sus raíces musicales más alternativas y noventeras, cuando lo más fácil -y lo que much@s quizá esperarían de ellos- es que nos regalaran versiones de bandas como Slayer, Black Sabbath o Black Flag. Pero no. Por mucho que en sus anteriores trabajos les dé por dirigir sus pasos por unos derroteros más black, doom y punk, en esta nueva obra nos muestran que eso del grunge también caló bastante en Alemania. Mola saber que todos bebemos de casi las mismas fuentes, pero mola muchísimo más que las bandas escogidas para ilustrar esta nuevo trabajo sean, por decirlo de alguna manera, «menos predecibles». Podrían haber versionado temas de Nirvana, Soundgarden o Alice in Chains, pero ellos son especiales hasta para eso. The Jesus Lizard, Sonic Youth, Mazzy Star, Babes in Toyland, Mudhoney, 7 Year Bitch y L7 (estas últimas, por partida doble) son las bandas escogidas, grupos que para más de un@ podrían considerarse «menores» o «menos conocidos». Y por si eso no fuera poco, los temas escogidos podrían incluso ser considerados de «segunda fila» dentro del repertorio de las bandas.
Creo que ya lo he dicho cientos de veces en esta revista, pero lo diré una vez más. El grunge fue lo más importante que le sucedió a la humanidad a principios de los 90 y cuanto más profundizabas, más tesoros encontrabas. La cosa, podríamos decir, iba de hacer ruido, y cuanto más alto y distorsionado sonaras, mejor. Puedes decir lo que quieras, pero los 90 fueron un momento maravilloso para la música de rock, y eso ya lo sabían estos dos adolescentes de Bremen, ciudad que, por cierto, se ganó el sobrenombre de «La Seattle de Alemania».
Las canciones de este trabajo fueron grabadas en la sala de estar de Klänhardt en Gainesville, Florida, a excepción de la batería, que se grabó en un estudio en Hamburgo. El resultado final fue mezclado en los Black Bear Studios, una de las piedras angulares de la escena punk de Florida. Pero sucedió algo: la primera versión del álbum se eliminó por error, de ahí que añadieran ese «II» a modo de coletilla. No les quedó otro remedio que volver a grabarlo todo, pero en palabras de la propia banda, esta «segunda entrega» suena incluso mejor que la primera. ¿Segundas partes nunca fueron buenas?
Como veis, Grungetown Hooligans II está lleno de sorpresas. Lo que aquí tenemos son ocho covers, cortas y afiladas, pasadas por el tamiz típico de Mantar. Por si no os habéis dado cuenta, casi todas las bandas escogidas, están formadas íntegramente por mujeres, que si bien jamás no formaron parte del núcleo duro del movimiento Riot grrrl, sí siguieron su estela muy de cerca. Riot grrrl es un movimiento punk feminista clandestino que se originó a principios de la década de los 90 en el estado de Washington, pero que rápidamente se expandió a al menos otros 26 países. Este movimiento subcultural combinaba feminismo, música punk y política. También se ha descrito como un género que surgió del indie rock, y la escena punk sirvió de inspiración para un movimiento en el que las mujeres podían expresarse de la misma manera que los hombres lo han estado haciendo siempre. Bandas como Bikini Kill, Bratmobile o Sleater-Kinney fueron las que más destacaron en sus inicios. Pero Mantar, lejos de tratar de imitar la forma de cantar de iconos de la música como Donita Sparks, Kat Bjelland y Selene Vigil, nos ofrece unas re-interpretaciones -en lugar de versiones al uso- del material original que realmente funcionan.
Comenzando con «The Bomb» de L7, el sonido tan característico punk thrash de sus guitarras está genialmente recreado con el fuego que emana de los tambores de Erinç, mientras que las voces de Hanno adquieren un estilo seco, aportando un tono más oscuro y siniestro a la pista, a pesar de que su guitarra suena muy rockera.
En «Bruise Violet» de Babes in Toyland, el groove original se eleva a unas cotas monstruosas a través del sonido de la guitarra. Este sonido tan grueso, mezclado con el ritmo de batería, nos muestra el valor de la propuesta de Mantar, que son capaces de sonar tan o más consistentes que una banda al uso de cuatro o cinco miembros.
Otro tema que destaca es «Who You Drivin’ Now» de Mudhoney, que quizá sea el que suena más grunge gracias a esas melodías de guitarra tan Sub Pop, mientras que su voz ofrece una interesante mezcla de guturales y tonos más inspirados en el punk durante los coros.
El álbum se cierra con el punk rápido y anárquico de «Knot» de 7 Year Bitch. Erinç se pone las pilas mientras Hanno nos regala mil y una capas de riffs. Si os da por escuchar el tema original, podréis observar que es el bajo de Elizabeth Davis el que manda, detalle este -recordar que no tiene bajista- que Mantar salvan a la perfección
Decía un poco más arriba que este trabajo está lleno de sorpresas, y donde sobre todo se nota esto es en la elección del tema de The Jesus Lizard, «Puss», una tema -el original- casi melancólico. Sí, eso es: melancólico. ¿No os cuadra demasiado con la música de los alemanes, verdad? Pues, por muy raro que parezca sobre el papel, es uno de los temas que mejor funcionan; le dan el toque justo para hacerlo suyo. Podríamos decir que el dúo se sirve de este álbum de covers para presentarnos una nueva faceta suya, para much@s desconocida hasta la fecha.
Y por si esto de la melancolía no fuera suficiente, cuando escuchas su re-interpretación de «100%» de Sonic Youth (cuyo videoclip, por cierto, está protagonizado por el actor/skater Jason Lee), te topas con que, oh sorpresa, por momentos puedes incluso escuchar la voz totalmente limpia, sin condimentos, de Klänhardt.
Por si a estas alturas de la película todavía no te has enterado, estamos hablando de un dúo formado por una guitarra y una batería, lo que podría llevarte a pensar que ahí, en la grabación, ha de faltar chicha sí os sí. Error, y no precisamente porque estos dos instrumentos llenen mucho, que también. Como viene siendo costumbre en ellos, y este trabajo no iba a ser una excepción, hay pistas para aburrir, lo que garantiza un sonido más completo. Solos de guitarra, samples, sintetizadores: Mantar pone al servicio de tus oídos todo lo que está a su alcance. Los más puristas del lugar quizá pueden ver en ello que están haciendo trampas, pero como, al fin y al cabo, lo que aquí cuenta es el resultado final, bienvenidas sean esas «trampas». Para estos mismos puristas, decir que los tan característicos gritos de Klänhardt, sus desagradables riffs de guitarra y la batería de Sakarya hacen que la banda siga siendo reconocible desde el primer hasta el último segundo.
Grungetown Hooligans II se acaba rápidamente; no llega a los 25 minutos de duración. Pero es una casi media hora muy bien aprovechada. ¿Echas de menos los 90? Yo, sí… ¡mucho! ¡Sin problema! Mantar te llevan de la mano hasta el corazón de Seattle. Estamos ante un trabajo que, me juego las dos manos, han disfrutado muchísimo grabándolo, y que, seguramente, les ha servido para liberarse y quitarse un poco de encima todas esas etiquetas que tanto caracterizan su arriesgada propuesta musical. Divertirse, reinventarse y no morir en el intento.
Tipo peculiar y entrañable criado a medio camino entre Seattle, Sunset Boulevard y las zonas más húmedas de Louisiana. Si coges un mapa, y si cuentas con ciertos conocimientos matemáticos, verás que el resultado es una zona indeterminada entre los estados de Wyoming, South Dakota y Nebraska. Una zona que, por cierto, no he visitado jamás en la vida. No soy nada de fiar y, aunque me gusta “casi todo lo rock/metal”, prefiero las Vans antes que las J’hayber.