Para todos los que llegáis indignados al leer el título (y habéis tenido al menos el detalle de venir hasta aquí y no quedaros a despotricar en el post de Facebook), os digo que sí, que yo también estoy de acuerdo: tanto Rust in Peace como Countdown to Extinction (y quizás incluso Peace Sells… but Who’s Dying, pero éste no lo tengo tan claro) me gustan probablemente más que Youthanasia. Y ojo que Youthanasia me parece un gran disco, eh, ya lo veréis si continuáis leyendo este artículo, pero mientras los otros son clásicos inmortales, incunables e indudables de la historia del metal así en mayúsculas, me da la sensación que éste, con el tiempo, se ha quedado un poco descolgado y en segundo plano.
Entonces, alma de cántaro, ¿a qué viene eso de la «perfección«? ¿Por qué nos confundes de esta manera? Bien, para empezar, creo que el concepto de perfección no es siempre necesariamente 100% positivo, o al menos no garantiza ningún tipo de devoción ni respuesta unánime a ojos y orejas de quién tenga que enfrentarse a él. Por ejemplo, el concierto de Steve Hackett en el Be Prog de 2018 me pareció absolutamente perfecto, pero acabé aburriéndome soberanamente. O hablando de algo aún más reciente, tengo la sensación que el nuevo disco de Opeth, In Cauda Venenum, se acerca bastante a la perfección. Y aún así, a mí me sobran la mitad de las canciones.
Como planteamiento, Youthanasia me parece absolutamente perfecto, de diez: el sonido, la limpieza, la presentación, la intención, la estructura de las canciones, hechas todas ellas para convertirse en potenciales hits…. incluso la imagen de sus componentes, guapotes y elegantes como nunca en las amplias camisas blancas que sustituyeron a las de cuadros. Pero la perfección, a veces, no es suficiente, y aunque este álbum fue todo un éxito comercial en su momento (no sé si tanto como les hubiera gustado, eso sí) y que se trata de un discarral objetivo y subjetivo repleto de temazos, creo que el tiempo lo ha dejado algún peldaño por debajo de sus obras cumbre.
En su eterno y documentado complejo de inferioridad respecto a Metallica, Youthanasia fue el intento de Dave Mustaine y de Megadeth de crear su propio Black Album. El problema es que Metallica era y es un fenómeno de masas inalcanzable, con lo que cualquier comparativa a nivel de ventas o de trascendencia no puede sino dejarlo en un injusto mal lugar. De una forma paradójica y casi trágica, Youthanasia es un disco repleto de potenciales hits (casi todos los temas lo son, en realidad, y os reto a que me demostréis lo contrario), pero a parte de un «A Tout le Monde» que debe ser la canción más odiada por el fan medio de la banda, no ha sido capaz de dejar ni uno solo para la posteridad. Y ni tan siquiera creo que casi nadie considere la cuarta pista de este disco un hit imprescindible en la trayectoria de los californianos al nivel de «Symphony of Destruction», «Peace Sells» o «Holy Wars».
Y la verdad es que no sé identificar del todo los motivos por los cuales el recorrido de este grandioso trabajo ha sido inferior a lo que uno debería esperar, porque temazos con potencial de perdurar para siempre jamás no le faltan en absoluto, más bien al contrario. Quizás los fans de Megadeth no estaban por la labor de aceptar una comercialización de su sonido tan exagerada, o quizás los que llegaron gracias a él nunca llegaron a convertirse en incondicionales al nivel de los thrasheros de los ochenta (que siguen formando, quieras que no, el grueso de su fanbase – a diferencia de lo que ocurre con Metallica -) . Pero el hecho es que hoy en día no suele haber ni un solo tema de este disco (más allá del mencionado «A Tout le Monde») en los setlists de la banda.
De hecho, analizando un poco la fuente impresionante de datos que es setlist.fm, solo ésta y «Reckoning Day» se encuentran entre sus 30 temas más interpretados en directo, y Youthanasia en general es el disco menos visitado de toda su producción clásica (por debajo incluso de Cryptic Writings y So Far So Good So What – un disco mediocre en mi opinión – ). Solo siete canciones de las doce que forman este álbum han tenido la oportunidad de formar parte del repertorio de la banda en vivo alguna vez: ni «Addicted to Chaos», que me parece un tema perfecto, ni «I Thought I Knew It All», «Elysian Fields» o «Blood of Heroes» han sonado nunca sobre un escenario. Y otras como «Family Tree», «Victory» o el tema título tuvieron una presencia meramente testimonial hace ya más de dos décadas. Por otro lado, tanto Rust in Peace como Countdown to Extinction tuvieron su merecida gira de homenaje a los 20 / 25 años de su publicación, pero todo apunta a que el aniversario de Youthanasia va a pasar sin pena ni gloria. Sorprendente, en mi opinión, pero cierto.
Para ponernos un poco en contexto, a la hora de publicar Youthanasia Megadeth se encontraban en un momento de fertilidad compositiva bastante impresionante. No solo hacía únicamente dos años del brillante Countdown to Extinction, sino que por el camino tuvieron tiempo para ir metiendo hitazos como «99 Ways to Die», «Diamonds», la famosa versión de «Paranoid» o, especialmente, la brillante «Angry Again» en varias bandas sonoras y recopilatorios. Dave Mustaine se encontraba batallando de nuevo con sus adicciones recurrentes al alcohol y las drogas (las letras de este disco son de todo menos positivas), y la banda consolidó un line up de ensueño formado por el propio Mustaine, el eterno Dave Ellefson y los magníficos Marty Friedman y Nick Menza, un line up que grabó los mejores discos de la historia de Megadeth y que aquí entraba al estudio por tercera vez consecutiva. Algo nunca visto ni antes ni después en la carrera de esta banda, siempre algo volátil en este sentido.
Personalmente (que no lo he dicho, qué despiste!) este disco me flipó desde el primer momento. Es cierto que salió poco después de que los descubriera gracias a Countdown to Extinction y, por lo tanto, estaba en un momento de enamoramiento e infatuación absolutas con los de Dave Mustaine. Recuerdo ir a comprarlo el día mismo que salió, que me regalaron una camiseta tirando a muy fea que no me puse casi nunca y que me lo trillé hasta la extenuación, disfrutando especialmente de canciones que después se han quedado en nada como «Addicted to Chaos», «Elysian Fields», «Family Tree» o «Victory». En Cryptic Writings insistieron con una fórmula parecida, y yo ahí ya me había ido por derroteros más extremos, pero Youthanasia me atrapó sin ningún tipo de reserva.
La sencillez de las estructuras y de los riffs lo convierte en un disco extremadamente accesible, quizás el que más de su carrera junto al posterior y ya mencionado Cryptic Writings. Son momentos en los que Megadeth buscó el éxito comercial sin ningún tipo de disimulo y en los que la banda se encontraba ya muy lejos de la intrincada y frenética complejidad mostrada solo cuatro años antes en Rust in Peace. En realidad, me parece verdaderamente fascinante que en tan poco tiempo estos chicos fueran capaces de sacar tres discos tan distintos pero tan brillantes en lo suyo como Rust in Peace, Countdown to Extinction y Youthanasia, formando así una de las mejores tripletas de la historia del metal a pesar de que demostraran ir un poco a caballo de las tendencias punteras de la época. Una demostración evidente del brillante momento en el que se encontraban a principios de los noventa y de la química musical que existía entre estos cuatro musicazos (la personal, claro, se fue diluyendo con los años como todo lo que ocurre alrededor del amigo Dave).
«Reckoning Day» empieza como una marcha de guerra que al principio puede parecer un poco brusca, pero que a la que te acostumbras se convierte en totalmente icónica. Como ocurre en muchas ocasiones a lo largo del disco, el mismo riff que da comienzo a la canción toma un contexto absolutamente distinto a medida que los patrones de la batería y la melodía vocal cambian, mientras que la estructura estrofa-bridge-estribillo que se repite en casi todas las canciones de este disco (un disco muy formulaico pero muy efectivo, en este sentido), empieza a demostrar aquí su irresistible eficacia. Si bien recuerdo que costó un poco que me entrara en su momento, no hay duda que se trata de todo un temarral y, de paso, del único corte de este disco además de «A Tout Le Monde» que ha sobrevivido ligeramente el paso del tiempo.
Algo que ha ocurrido a menudo en mi historia musical es que las canciones que mis bandas favoritas han escogido como singles no se suelen corresponder casi nunca con mis favoritas. «Train of Consequences», por ejemplo, es uno de los temas que menos me motivaban (y que menos me motivan aún) de Youthanasia. Pero patám: ahí la tenemos como primer adelanto y single principal. Y con «Addicted to Chaos», en cambio, me pasa exactamente lo contrario: me parece una canción absolutamente perfecta con una melodía en la estrofa brutal, un bridge maravilloso y un estribillo apoteósico que no pueden ser mucho mejores de lo que son ni que lo intentaran con todas sus fuerzas. La canción es potente, pegadiza y accesible de cojones, pero aún así ha quedado en el olvido hasta para ellos, que no la han tocado en directo ni una triste vez.
El tema más obviamente polémico que encontramos aquí fue sin duda «A Tout le Monde», una semi balada (aunque en realidad no lo sea en absoluto) que supuso toda una traición a los thrasheros de toda la vida por culpa de su melodía melosa, sus múltiples partes acústicas y su letra medio en francés (eso debe ser la traición final, imagino). Se trata de una carta de suicidio en toda regla (Youthanasia es un disco muy personal en cuanto a las letras, en contraste con la crítica social habitual en Megadeth) que, a la hora de la verdad, no creo que suponga tanta diferencia con el resto de los cortes: mucha melodía, una estructura muy sencilla e hincapié en buscar (y conseguir) el gancho fácil.
Otro de mis favoritos del momento (también ignorado flagrantemente por la banda) era la también muy melódica «Elysian Fields», mientras que «The Killing Road» me ha ido creciendo con el tiempo. En ambas (y en todas) se puede apreciar con facilidad la perfección con la que está construido este disco y a la que me refiero en el título: los riffs no se complican la vida pero son extremadamente resultones, los enlaces entre pasajes son inmejorables y todas y cada una de las melodías, tanto de voz como de guitarra (ojo al solazo brutal en «The Killing Road») están colocadas ahí con una gracia y una elegancia sencillamente inmejorables.
La pareja «Blood of Heroes» / «Family Tree» es uno de mis momentos más disfrutados del disco, aunque para elogiarlas acabaría repitiendo los mismos calificativos que he ido usando hasta ahora, así que no vale la pena que lo haga. Pero a pesar de seguir una fórmula muy definida y repetida corte tras corte, ambos me parecen dos temazos que me hacen levantar de la silla, mover cabeza y caderas, hacer air guitar y air drums como si no hubiera mañana y desgañitarme con las icónicas sentencias de un Dave Mustaine que siempre ha sabido escribir la mar de bien. Esta última, por cierto, tiene una de las letras más destacadas al hablar de los abusos sexuales que tienen lugar en el entorno familiar y el drama que supone pasar esos traumas de generación en generación. Lo cierto es que no sé si están basada en una experiencia personal, pero sin duda ayudarían a explicar las tendencias auto-destructivas que siempre ha demostrado tener el pelirrojo vocalista.
«Youthanasia» ves, es uno de esos temas que nunca me ha acabado de convencer del todo. No está nada mal, ojo, y ese rollo culebrero y vacilón le da un toque distinto y de cierta oscuridad, un poco al igual que un «Black Courtains» que, históricamente, y aunque quizás no sea del todo así si lo miramos objetivamente, siempre me ha parecido el tema más flojo del disco. «I Thought I Knew It All», en cambio, es pegadiza e irresistible, mientras que la final «Victory» es un auto-homenaje de Dave a su propia carrera, desafiando a su futuro personal y musical («not even close / to overdose») con una letra formada por los títulos de gran cantidad de canciones de la banda. Un tema genial y festivo que le gusta a casi todo el mundo pero que, inexplicablemente, quedó también en el olvido en un abrir y cerrar de ojos.
Unos pocos meses después de publicar este disco, Megadeth se plantaron en la Sala Zeleste junto a Corrosion of Conformity para presentarlo por todo lo alto. Algo que merece un momento de reflexión, claro: Megadeth en la cúspide de popularidad tocando en Zeleste, y tampoco recuerdo que fuera sold out. Un detalle para los que repiten constantemente que en el pasado vivíamos en una especie de paraíso metálico y ahora somos unos parias. El concierto fue un bolazo, por cierto, con la banda en un estado de forma increíble, con la batería de Nick Menza, transparente y con barras horizontales era algo espectacular, mientras que el carisma y la calidad de Dave quedó fuera de toda duda. Hicieron dos bises (el último con «Anarchy in the UK») ante la aclamación del público, y yo salí de allí en una puñetera nube y pensando que el mundo era un lugar maravilloso, a pesar de que algún jebi viejuno consideró (y me manifestó bastante repelentemente) que mi incipiente melena, que en esos momentos crecía más a lo ancho que a lo largo, no era suficientemente digna. ¿Pues sabes qué te digo, jebi viejuno? Que mírala ahora y que tú seguro que estás calvorota perdido. Hombre, ya.
Pero bueno, volvamos al disco con una reflexión final, porque estos últimos días me lo he vuelto a escuchar repetidamente (incluso más de lo que hubiera necesitado para hacer la reseña), y me reafirmo totalmente en mi opinión, incluso la amplifico: Youthanasia es un discarral impresionante y me parece muy cercano a la perfección en casi todos sus aspectos. Es temazo tras temazo y su sonido sigue siendo absolutamente vigente. Por ello, y aunque sé que muchos fans lo tienen en tanta alta estima como yo mismo, me sorprende que haya quedado tan dejado de lado en el imaginario colectivo de la banda. Porque, paradójicamente, el disco de Megadeth que más hits objetivos contiene es también el más olvidado por sus propios miembros. ¿Por qué? Pues a saber. Los designios del señor Mustaine son y serán siempre inescrutables.
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.