Después de un primer día que, como dijimos, vio un elevado nivel musical pero también una decepcionante entrada (probablemente por la falta de nombres grandes que actuaran de verdaderos reclamos), tocaba afrontar una segunda jornada del Iberian Warriors Metal Fest que concentraba a la mayoría de bandas que a mí me apetecía ver, empezando por los míticos Memoriam (míticos porque son los descendientes directos de Bolt Thrower, no porque sean míticos de por sí) y continuando por Bölzer, Sinistro, Persefone o Bloodhunter. Grupos con un mayor caché (y, curiosamente, sin rastro del folk representativo del festival) que hicieron que se concentrara algo más de gente en el Centro Cívico Delicias. Aún así, ni por asomo se acercó a lo que vivimos el año pasado ni, estoy seguro de ello, a las expectativas de asistencia que tenía la organización.
Está claro que apostar por bandas internacionales de calidad pero poco conocidas supone un coste que no sé hasta qué punto se convierte un riesgo exagerado a la hora de garantizar que la gente se mueva hasta la sala o, incluso, y como hicimos muchos, hasta Zaragoza. Probablemente una base de buenas bandas locales o nacionales (recordemos que este año ha habido solo tres, cuatro si contamos a Persefone como banda nacional), con la guinda de varios nombres internacionales atractivos y de nivel atraerían más gente que el muy buen (pero poco mediático) cartel de la edición de este año. Pero vaya, que tampoco quiero jugar a promotor (pobre de mí), y como fan, sin duda le agradezco a Héctor y sus compañeros que hayan hecho el esfuerzo de arriesgarse con tal cartelón.
Nethertale
Los alicantinos Nethertale eran una banda absolutamente desconocida para mí, lo que viene a confirmar que el underground de por aquí goza de un nivel magnífico, incluso, fuera de nuestros siempre ávidos radares. Vestidos con camisas elegantes a juego, el quinteto no se amedrentó ante el poco público que se juntaba a esas horas y demostró ir sobrado de tablas y actitud, descargando un death metal técnico y muy agresivo que sacudió los cimientos de la sala sin que nadie estuviera aún del todo preparado. En algun momento sonaron un pelín caóticos, pero por lo general los escasos 35 minutos que estuvieron sobre el escenario, en los que tocaron temas de su disco de debut Abyssal Throne, fueron entretenidos y enteramente satisfactorios.
Viendo el cartel, ya se preveía que el death metal en sus múltiples vertientes iba a ser el hilo conductor del día, y por ello Nethertale fueron una elección muy apropiada para subir el telón de este sábado ante un público que eso es exactamente lo que había venido a ver. Por cierto, que aunque la mayoría lo vivieron con más atención e interés que pasión y descontrol, tanto el año pasado como éste ha habido un tío en primera fila, agarrado casi al escenario, que parece que cada banda sea su favorita, tal es el empeño que pone en flexionarse, sacudir la cabeza con violencia o hacer molinillos. ¡Más gente como él es lo que haría falta, hombre!
Bloodhunter
Me sorprendió la hora tan temprana a la que estaban programados Bloodhunter, que estoy seguro que eran mucho más reclamo que las tres bandas que vinieron después. Por supuesto, también puede que fuera una estrategia para que la gente se moviera temprano hacia la sala, y si es así funcionó bien, ya que a las cinco y media de la tarde ya había más gente ante el escenario que toda la que vimos el viernes. Evidentemente, los gallegos afincados en Madrid son una banda ciertamente pujante en nuestras tierras, y el tirón de popularidad mediática que supuso la presencia de su vocalista Diva Satanica en La Voz, la calidad de su último trabajo The End of Faith y la presencia en un montonazo de festivales este verano (y el que viene) hacen de Bloodhunter una de las bandas a tener en cuenta para el futuro del metal extremo (y del metal e general, qué coño), nacional.
A pesar de todas las oportunidades (nunca cercanas, eso también es cierto), yo no los había visto aún, así que había cierta curiosidad para ver qué es lo que podían ofrecernos. Aunque oficialmente habían sido un trío hasta hace bien poco, ahora Bloodhunter han incoporado definitivamente al guitarrista Guillermo Starless y a un batería brutal como es el portugués Marcelo Aires (al que ya vi tras los parches con Naerea y me flipó). Y aunque el nivel instrumental de todos ellos (y también su presencia escénica) es intachable, a la que Diva Satanica saltó al escenario embutida en su característico traje de cuero rojo y negro, con su presencia amenazadora, su característico y poderoso berrido, brincando de un lado a otro y desgañitándose de rodillas en el suelo, ya nadie tuvo ojos para nadie más (aunque, siguiendo la triste tónica del día anterior, las luces no le hicieran justicia para nada).
Entre que Rocío es un torbellino sobre las tablas y tiene un vozarrón que tela y que el resto de la banda son unas bestias en lo suyo, acabaron por meter mucha más tralla de lo que apuntaban en disco, quizás porque algunas de las melodías de guitarra que les caracterizan quedaron algo apagadas en la mezcla. Nos ofrecieron un corto setlist que mezcló temas de sus dos discos de estudio, de los cuales disfruté especialmente de «Eyes Wide Open», de un «The Queen Beast» dedicado a Tristessa (la primera mujer que cantó en una banda de black metal) o de la final «Bring me Horror». Nunca acabaron de sonar bien del todo, eso también hay que decirlo, pero sí que apuntaron perfectamente de lo que son capaces: de un directo electrizante y de mucha y mucha tralla.
Lelahell
Durante todo el fin de semana el técnico de sonido tuvo a bien de dejar sonando el Symbolic de Death (los propios Bloodhunter hacen una versión de su tema «Crystal Mountain» bien molona, por cierto) entre banda y banda. El problema de eso es que este discazo (quizás uno de los mejores de la historia del metal bajo mi humilde punto de vista) deja en mal lugar a cualquiera que toque antes o después, así que por lo general opté por renunciar a sus mieles y, alternativamente, me fui a mezclar con los abuelos y abuelas que, impertérritos, seguían llenando el bar del Centro Cívico Delicias a pesar de encontrárselo lleno de peludos sudorosos y malolientes.
Los siguientes a saltar al escenario iban a ser los argelinos Lelahell, la primera de las dos propuestas exóticas que nos esperaban hoy. Este trío liderado por un señor elegante y muy normal que nunca dirías que se dedica a rasgar una guitarra y soltar guturales vino a pacticar un death metal técnico hiper veloz, trallero, sin concesiones y lleno de toques orientales y diabólicos. Aunque el ritmo frenético con el que su batería Siam L’Émir era capaz de pegarle a su caja me dejó con la boca abierta y me hipnotizó durante un buen rato, la verdad es que su concierto me acabó por parecer bastante estático y lineal, haciéndoseme en definitiva un poco largo. Que no sea porque los muy traviesos se pasaron los horarios por el forro y tocaron unos quince minutos más de los que tenían asignados. Y me temo que eso se les volvió en su contra, ya que siendo una banda que poca gente conocía hubieran supuesto un mayor impacto y generado un mejor recuerdo si hubieran tocado un poco menos.
Crescent
Los egipcios Crescent fueron mi gran descubrimiento previo al festival y, en consecuencia, una de las bandas que más ganas tenía de ver una vez ahí. Lo suyo viene a ser un death metal muy técnico y con tintes orientaloides, algo así como lo que hacen Nile, pero con conociemiento de causa. Al igual que ocurre con los americanos y con otras bandas fascinadas por el tema como los griegos Septicflesh, Crescent beben y se sirven de la icónica imaginería del Egipto faraónico tanto gráfica como musicalmente. Nunca habría dicho nunca que los egipicios fueran a ser una banda especialmente popular, pero era evidente que no era el único que tenía ganas de verlos: por el contrario, me dio la sensación que el suyo fue uno de los conciertos (qué raro es todo) con más y mayor expectación entre el público zaragozano.
Y nadie puede negarles que se lo merecen, porque la verdad es que los tíos suenan como las putas siete plagas. Tanto en las partes más veloces, viperinas y salvajes como en las más pesadas y contundentes, los cairenses (supongo que se dice así) estuvieron dinámicos, precisos y compactos como una roca de las compactas, gozando de una acústica notable y aprovechando a la perfección el recurso de las dos voces mientras demostraban un nivel técnico bastante impresionante tema tras tema. Si Lelahell se nos hizo largo, con Crescent nos pasó todo lo contrario, y es que para compensar con la columpiada de sus compañeros argelinos, acabaron tocando bastante menos de lo previsto. Una pena, porque se pegaron un bolazo.
Adimiron
Qué curioso es esto de la música, porque en mis escuchas previas los tales Adimiron me pasaron sin pena ni gloria, y en cambio sobre el escenario fueron la mayor sorpresa del fin de semana (si tenemos en cuenta que el bolazo de Pyogenesis no fue tampoco tanta sorpresa). Y no acabo de entenderlo, la verdad, porque una vez reescuchados, la especie de death metal progresivo moderno que hacen tenía todos los números para encantarme de buenas a primeras. Pero bueno, más vale tarde que nunca, y quizás de haberme esperado más de ellos no me hubieran flipado tanto como me fliparon.
El quinteto romano dio un concierto potente, agresivo y dinámico basado sobretodo en las canciones de su último (y quinto, ya) disco, llamado Et Liber Eris y del que presentaron temas como la inicial «The Sentinel», «Zero Sum Game» o «Zona de Silencio». Técnicamente fantásticos, con una base rítmica potentísima, dos guitarristas de nivelón (con guitarras de esas de trastes oblicuos que ya te vienen a decir que las agarran crackazos) y un vocalista muy versátil, los italianos ofrecieron un ejercicio magnífico de metal progresivo moderno que cuento como uno de los mejores conciertos del fin de semana y pavimentó el camino hacia la que es probablemente mi banda favorita de todo el festival, los reyes del metal progresivo del sur de Europa (Persefone, sí).
Por desgracia, la mayor parte del público que estuvo hoy aquí vino atraído por Memoriam y Bölzer, con lo que aprovecharon el concierto de «una banda menor fuera de sus gustos» para ir a cenar (o a lo que fuera) y la actuación de los italianos acabó siendo bastante en familia. Pues ellos se lo perdieron, tú.
Persefone
Vamos a decirlo alto y claro: Persefone son la puta ostia. Los andorranos no tienen absolutamente nada que envidiar a ninguna banda de death metal progresivo a nivel mundial, y fuera de aquí lo saben perfectamente (de ahí sus exitosas giras por todos los rincones del mundo), pero creo que dentro de nuestras fronteras aún tienen un estátus bastante menor. De todas maneras, me gusta ver que, aunque sea tarde, quizás poco a poco están empezando a lograr el reconocimiento que merecen y la gente se está dando cuenta que tienen un nivel que cualquiera que escuche un disco suyo o los vea en directo será totalmente incapaz de negar.
Después de pasarse la tarde en el merch repartiendo simpatía entre todos los que quisieron recibirla, el sexteto andorrano se subió al escenario dispuesto a demostrar lo que vale un peine, construyendo su música alrededor del maravilloso contraste agresividad / melodía que simbolizan un Marc Martins en plan torbellino nervioso y gritón (y que bajó a la pista en más de una ocasión) y un Miguel Espinosa repartiendo voces etéreas y parapetado tras los preciosos teclados. Pero nada sería lo que es sin el ancla que supone su base rítmica sólida y potente ni sin sus dos virtuosos guitarristas, especialmente el abracadabrante Carlos Lozano, poseedor también de un instrumento con trastes oblicuos y que miraculosamente no se rompió ninguna falange por el camino.
Aunque fue con Shin-Ken donde pegaron el estirón, el concierto estuvo enteramente centrado en sus dos últimas obras, los brillantes Spiritual Migration y Aathma, con especial émfasis en este último (uno de los únicos cuatro discos, por cierto, a los que le he dado un diez en el tiempo que llevo reseñando discos). Temarracos como la épica y pegadiza «Stillness is Mindless» (quizás el mayor temón que sonó hoy aquí), la etérea «Prison Skin», con las voces espaciales del gran Paul Masvidal de Cynic, o el brutal single «Prison Skin» fueron momentos cumbre de una descarga impecable que, eso sí, nos costó seguir con la cabeza ante la bacanal de cambios y de ritmos raros que nos dispararon. Vamos, que bolazo.
Sinistro
Después de Persefone, probablemente los portugueses Sinistro fueran mi banda favorita de todas las que tocaban hoy. Les conocí hace poco más de un año, a raíz de la gira que les trajo a Barcelona junto a Paradise Lost y Pallbearer, y ya entonces quedé absolutamente prendado por su directo y, sobretodo, por la magnética performance de su vocalista Patricia Andrade. A posteriori, y a raíz de su actuación en el Okkult Session madrileño hace solo unas pocas semanas, tuve la oportunidad de entrevistarla y me demostró una cercanía y una eloquencia que me dejó aún más prendado (cosa que confirmé al charlar un rato con ella unas horas antes del concierto de hoy), así que mis ganas de volver a disfrutar de la experiencia de su directo se multiplicaron a medida que se acercaba la hora.
Quizás no todo el mundo estaba preparado por lo que estaba a punto de ocurrir encima del escenario, y por eso más de uno (recordemos que hoy estábamos ante una clara mayoría de fans del death metal old school) se lo miró con la ceja levantada y con cara de aburrirse y de no entender nada de nada. Pero muchos más fueron los que no pudieron despegar los ojos del escenario, fijos en la frágil y trágica figura de una Patricia que acompañaba los ritmos pesadísimos que imprimían sus compañeros con una voz dulce y dramática y con unos movimientos espasmódicos y arrítmicos que arrancaron sinceros aplausos de admiración al acabar cada uno de los larguísimos y brillantes temas que interpretaron.
Es innegable (y si alguien lo niega miente como un bellaco) que Sinistro sonaron absolutamente demoledores, quizás más demoledores que nadie. Su sludge doom lento y compacto sacudió los cimientos de Delicias cada vez que Ricardo Correia rasgaba la guitarra o a cada golpe de caja de Paulo Lafaia. Y es que aunque Patricia se llevó todos los focos, tanto metafórica como literalmente, el resto de la banda demostró un dinamismo tanto musical como escénico que aporta un plus (que quizás ni tan siquiera necesitan) que los convierte en una banda absolutamente imprescindible en directo. Quizás su propuesta no es para todos, no, pero si es para ti, sencillamente fliparás. Yo lo hice. Pero es que yo soy cada día más ultra fan.
Bölzer
Echemos un momentito la vista atrás y veamos las bandas que habían pasado por este escenario en las últimas horas. Quizás no tienen el nombre que tenían en otras ediciones o en otros festivales, pero todas ellas (especialmente a partir de Crescent en adelante) son bandones con propuestas verdaderamente originales y llenas de personalidad, rebosantes de talento y seleccionadas con un criterio exquisito. Y por delante aún nos iban a quedar dos de los platos fuertes de la jornada: los suizos Bölzer y los británicos Memoriam. Y es una pena que un cartel de tal nivelón no fuera capaz de arrastrar más gente a la sala, porque lo que es a mí, y especialmente en esta segunda jornada, me pareció totalmente brillante.
Bien, quizás debo hacer una pequeña corrección: aunque para mí estas dos bandas que quedan eran «dos de los» platos fuertes del día, para la inmensa mayoría del público se trataban del mayor (quizás el único) reclamo que les llevó hoy aquí. Y como muestra de ello, esas primeras filas que habían estado vacías desde Bloodhunter se llenaron de gente agarrada al escenario, ansiosa de ver las evoluciones del corpulento , masculino e imponente Okoi Thierry Jones (KzR para los amigos) con su guitarra / bajo de múltiples cuerdas.
Y lo cierto es que los suizos no decepcionaron a nadie, ya que si lo que buscábamos era black metal sludgero, oscuro, baboso y diabólico con toques de folk ancestral a lo Bathory, Bölzer nos lo dieron a cucharones. Con el incienso a toda ostia, el dúo formado por KzR y HzR sonó como un puñetero cañón a pesar de que su propuesta y su fórmula, a la larga, se repite bastante y puede acabar por hacerse un poquito lineal. Ese es un problema que no solo ocurre musicalmente, sino que en lo visual, y por las obvias restricciones que suponen estar anclado a un micro y a una batería, su presencia es tirando a estática. Además, el hecho que Thierry no sea precisamente un hombre de muchas palabras ayuda a que, si no conoces bien las canciones, te dé la sensación que has estado ante una hora de más o menos lo mismo.
Ojo que esto no quiere decir que el concierto no fuera disfrutable, que indudablemente lo fue. Técnicamente los dos miembros de Bölzer son muy buenos (el batería es un verdadero pulpo), y tanto las canciones como el estilo en sí tienen gancho y justifican el hype alrededor de la banda. Aún así, hubo un número considerable de gente, probablemente curiosos, que fue desfilando a lo largo del concierto, y entre una cosa y la otra (y probablemente porque no les conozco lo suficiente), coloco su actuación un peldaño por debajo de las dos bandas que les precedieron (y del que la sucedió).
Memoriam
Como quien no quiere la cosa llegamos al final, con la última y más esperada banda del fin de semana. Memoriam se vendió como el gran reclamo y no hay duda que estiró a un puñado de gente hacia Delicias, pero si bien es evidente que Bolt Thrower son un mito en esto del death metal, esta nueva banda formada por Karl Willetts una vez los Thrower echaron el pestillo por culpa de la trágica muerte de su batería Martin Kearns no ha hecho aún nada particularmente memorable en el mundo del metal más allá de dos discos pasables que continúan al pie de la letra con el estilo inconfundible de la gran banda de Birmingham.
Y de hecho, si alguien venía con la esperanza de escuchar algun clásico de Bolt Thrower se debió llevar una sonora decepción, ya que el setlist al completo estuvo compuesto enteramente por temas de esos dos nuevos discos que decimos. Por un lado, ésta es una decisión encomiable y aplaudible por parte de Willetts y los suyos, pero por otro lado seguro que el 100% de los asistentes hubieran apreciado alguna concesión en forma de perlita del pasado por parte de la banda, sobretodo teniendo en cuenta que, como digo, a nivel estilístico su propuesta es absolutamente continuista.
Hechas mis reservas iniciales, solo me queda rendirme a la evidencia: Memoriam dieron un bolazo. El señor Willetts, aunque bastante alejado de ser nada parecido a un rock star, es una figura carismática y magnética que mantiene su icónica voz a la perfección a pesar de los años. Y a pesar de haberle visto paseándose por el recinto con una cerveza en la mano desde primera hora de la tarde (y así precisamente salió al escenario), Karl lideró sin problemas a una banda que sonó magnífica, contundente y precisa en todo momento. Por un momento parecía que estábamos viendo (y escuchando) a Bolt Thrower, y hubo unos cuantos temas que destacaron como «Resistance» o «Surrounded by Death», pero a sus canciones quizás les falta ese duende que sí tenía su banda madre.
Sea como fuere, la gente entre el público disfrutó como un niño con zapatos nuevos con la actuación de los ingleses, y eso demuestra que su elección fue acertada. Yo, por esos entonces, ya estaba un pelín hecho polvo (que debía llevar como diez horas ahí dentro y fui de los pocos que se vio todas las bandas de pe a pá). Aún así, disfruté también de un concierto verdaderamente impecable que cerró el festival por todo lo alto y acumuló aplausos y elogios más que merecidos que se alargaron hasta las conversaciones de despedida con aquellos conocidos que ejercieron de compañeros ocasionales a lo largo del fin de semana, satisfechos por llevarnos a la saca otro Iberian repleto de calidad, de reafirmaciones y de descubrimientos.
Dicho esto, creo que es necesario acabar con una reflexión evidente: el festival no fue todo lo bien que debía ir y, en consecuencia, los conciertos fueron bastante más fríos y menos memorables a nivel de ambiente de lo que fueron en 2017. Por desgracia, en esta ocasión no creo que hubiera ni la mitad del público (ni de prensa) que hubo el año pasado, repercutiendo en lo que va a ser, seguro, un pequeño batacazo económico para una organización que, por cierto, ha anunciado ya que la edición del año que viene, de un solo día de duración y con los alemanes Imperium Dekadenz como gran reclamo por ahora, va a ser la última del Iberian (aunque eso está por ver).
El porqué de este pinchazo puede residir en varios factores. El primero, que en septiembre quizás es más fácil moverse que en noviembre, un mes donde hace más frío y donde hay una competencia descarnada a nivel de calendario musical. Y el segundo y más importante, que el cartel no parece haber calado lo que tenía que haber calado. Dejando de lado potenciales reflexiones sobre el acierto o no de apostar por bandas internacionales con poco tirón mediático, está claro que la serie media tenía un nivel mucho mayor que el año pasado. No creo que nadie dude eso, pero por suerte o por desgracia, la mayoría de gente se mueve por los nombres, y este año no había unos Rotting Christ o unos Skyclad. Porque Memoriam son Memoriam, pero no son Bolt Thrower.
Supongo que el éxito de un festival así recae en conseguir el equilibrio exacto entre todos los factores sin dejar de lado que uno o dos nombres grandes son necesarios para dar ese plus de público. A mí, personalmente, tanto aquí como en festivales de mucho mayor tamaño, los cabezas me la suelen traer bastante floja, y me quedo con que el nivel que vimos este fin de semana (especialmente en esta segunda jornada) fue absolutamente top. Así que no me queda sino agradecer a la gente, con sus aciertos y sus errores, que se lo ha currado una vez más para motivarme a ir hasta Zaragoza y volver satisfecho con lo vivido. ¡Larga vida al Iberian!
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.