Había un cierto run-rún en la redacción para decidir quién iba a ser el encargado de reseñar este nuevo disco de Metallica, que a la espera de que Guns N’ Roses se animen a meterse en un estudio y desatar la tercera guerra mundial, será a buen seguro lo más escrutiñado y vilipendiado de este año, generando miles de opiniones encontradas y prejuiciosas alabándolo o condenándolo independientemente de su contenido. Cuando conocí que el elegido iba a ser yo sentí de inmediato el peso de un extraño yunque cargado de responsabilidad que no había sentido, ni por asomo, ante ninguno de las decenas de discos y conciertos que he reseñado hasta ahora, algo así como que todas las miradas de la comunidad metalera se posaran sobre mí. Por muy tonto que esto suene, creo que es un detalle representativo de la importancia del cuarteto de San Francisco y de la expectación más o menos justificada que ha generado la publicación de este Hardwired… to Self-Destruct (2016).
Dejando a un lado las fobias y las filias de cada uno, cabe preguntarse qué es lo que le queda por aportar a Metallica al mundo de la música a día de hoy. Su legado es tan influyente y han evolucionado tanto a lo largo de los años que sea como sea cualquier nuevo disco que publiquen no va a estar a la altura de su leyenda y solo puede caer miserablemente derrotado ante toda comparación, así que en los últimos años las huestes de Hetfield y Ulrich han decidido dejar que la música la pusieran otros y concentrarse en explorar nuevos territorios y en hacer cosas fuera del alcance de la mayoría, como tocar en los siete continentes en un mismo año o liarse con una película como Through the Never (2013), una idea excelente que fracasó, a mi parecer, por su alarmante pobreza argumental (si es que realmente había un argumento). O hacer giras donde el público de cada ciudad o festival pueda escoger el setlist. O grabar un documental como Some Kind of Monster (2004) y auto-humillarse en público sin ningún pudor. O hacer un disco a medias con alguien tan opuesto a ellos como es Lou Reed, aunque resulte ser uno de los trabajos más denostados de la década. O dar conciertos de pequeñísimo formato en tiendas de discos. O montar su propio festival multidisciplinar e itinerante donde tocar diferentes sets cada día e incluso sets temáticos en escenarios pequeños (un Orion Music + More que no acabó de cuajar). O, como acaban de anunciar, grabar videoclips para cada uno de los dice temas de Hardwired… to Self-Destruct.
Al contrario que muchos de los que creen que deberían centrarse en hacer música y dejarse de este tipo de tonterías, a mí esto me parece fantástico, porque creo que hoy en día es ahí y no en lo que les queda por ofrecer en estudio donde pueden marcar la diferencia e ir un paso por delante del resto como hicieron musicalmente en sus momentos más álgidos. Porque si hay algo que los miembros de Metallica han sido siempre es valientes y ambiciosos, huyendo en todo momento del camino fácil, tomando riesgos e intentando evolucionar en cada disco o proyecto en el que se han embarcado. Y esa ambición y esa evolución tan clara y definida es lo que les ha catapultado a ser la banda de metal más grande y popular de todos los tiempos.
El problema, claro, es que Metallica son básicamente un grupo de heavy metal, y si bien sus riesgos musicales les fueron saliendo bien, la mayoría de proyectos alternativos en los que se han enfrascado han sido, por desgracia, económicamente desastrosos, así que a pesar de que la idea de entrar de nuevo en el estudio y sentarse a componer, como ellos mismos han comentado en más de una ocasión, les diera un poco de palo a estas alturas, de una forma u otra creo que se han visto presionados a publicar finalmente algo. Como se trata de una banda que cuando se pone a hacer algo se pone pero bien, nos han salido con un disco bastante más largo de lo esperado, lleno de verborrea y con algunas influencias sorprendentes. Si bien de buenas a primeras me pareció algo indigerible, la verdad es que una vez me he hecho a él, Hardwired… to Self-Destruct entra bastante bien, ya que está trufado de temas directos y riffs accesibles y molones.
Ya sabemos que estamos ante un trabajo que va a generar mucha discusión entre admiradores y detractores, pero hay un aspecto, al menos, en el que espero que todos vayamos a estar de acuerdo: la portada es horrorosa, y supongo que nadie será capaz de defender tal adefesio. En lo referente a la producción, han prescindido de su habitual Rick Rubin para dar los mandos a Greg Fidelman, que ya participó en las mezclas de Death Magnetic (2008) y que últimamente ha trabajado con bandas tan dispares pero de perfil tan alto como Slipknot, Red Hot Chili Peppers, Adele, High On Fire o Black Sabbath. En este trabajo ha conseguido sacar un sonido grave, potente, gordo y en general perfectamente aceptable que peca un poco de sobreproducido, pero en el que todos los instrumentos están a sitio y donde la caja de Lars no suena como un bote de Dixan.
Habrá canciones más o menos inspiradas, pero me gusta la dirección que Metallica ha querido tomar en este disco, cogiendo cosas de aquí y de allá e intentando, como siempre había sido su seña de identidad, cocinar algo nuevo y personal. Así como en Death Magnetic (2008), que me parece un buen disco con algunos muy buenos temas, creo que se sintieron algo forzados a volver a ciertas raíces thrash, aquí la sensación es que han podido trabajar sin ninguna presión estilística, con lo que el resultado final es mucho más heterogéneo y, en general, más cercano a la época Black Album (1991) / Load (1996) que a lo que hacían en los 80. A medida que iban pasando las escuchas he ido moviendo temas del cesto del relleno al del pasable, y del pasable al del temazo, dejándome al final con una impresión bastante positiva del conjunto del disco.
Para empezar, «Hardwired» no está nada mal, y es una elección excelente para poner a la gente rápidamente en situación. Un tema corto, frenético, divertido y thrashero, una suerte de revisión de «Hit The Lights» 35 años después, se trata de la segunda canción más corta de toda su carrera, superada por un solo segundo por «Motorbreath». Esta contención e inmediatez es un espejismo que no se repite en el resto del disco, y «Hardwired» supone una isla en un mar en el que se tocan muchísimos más palos y en el que el thrash no tiene especial protagonismo. «Atlas, Rise!» fue, para mí, el mejor de los adelantos y dentro del contexto del disco sigue siendo una de las canciones más destacadas, muy dinámica y pegadiza, con un riff muy rítmico y un estribillo excelente que se ve venir y que me motiva irremediablemente. También disfruto de la interesante parte intermedia con guitarras entrelazadas heavies y melódicas, que creo que podría haber dado más juego del que finalmente da, mientras que los riffs simples y los característicos redobles de Lars funcionan muy bien y ayudan a construir un tema bien enlazado, adictivo y disfrutable.
«Now That We’re Dead» también pasa con nota, con otro gran riff sencillo pero cachondo y un estribillo melódico que parece sacado de bandas como Bad Religion. Los extraños redobles del principio no sé si me convencen del todo, pero a mí estos Metallica más rockeros y más cercanos a la época Load me resultan más creíbles a estas alturas que el thrash frenético que vimos en Death Magnetic. De los tres adelantos que han precedido la publicación de este disco, «Moth Into Flame» es el que menos me convenció, pero la verdad es que con las escuchas mi impresión ha mejorado bastante. No llega al nivel de los mejores momentos del disco, pero el riff principal y el trabajo en general de las guitarras es muy completo, con cosas que recuerdan a Maiden y a otros grupos de heavy más clásico. También el estribillo me parece, con alguna salvedad, bastante motivante, y el solo repleto de wha-wha del señor Hammett es uno de los mejores del disco.
«Dream No More» me parece uno de los grandes borrones de este trabajo, un tema muy flojo, con soluciones sorprendentemente simples, aburridas y poco originales a la mayoría de problemas y retos que plantea. La línea vocal, en un tono que por momentos me recuerda al de Dave Mustaine, me parece muy descuidada, con un estribillo plano y poco inspirado. Tan poco me ha entrado este tema que hay partes en las que me vienen a la cabeza bandas de hard rock ochentero en sus horas más bajas a mediados de los noventa intentando readaptar su sonido a algo más duro y moderno, sonando totalmente fuera de sitio y fracasando con estrépito. La parte del solo y posterior punteo que sigue al pequeño parón intermedio no estan mal del todo, pero no me parecen suficientes para salvar una canción totalmente prescindible.
«Halo of Fire», en cambio, aun siendo un «machembrado» extraño que tiende a complicarse la vida innecesariamente, me parece muy aprovechable. Tanto la línea vocal cautivadora, dócil y melódica como el soporte instrumental semi-acústico que domina la primera parte de la canción es muy «Until It Sleeps» (lo que está muy bien), y si bien el estribillo es bastante mejorable, la mayor parte del tema es rica en pasajes interesantes, con muchos cambios, twin guitars, solos y cositas varias. Sobre el minuto seis llega lo más inesperado y motivante del tema, combinando un animado riff a lo Kvelertak (una banda de la que James Hetfield es fan declarado) con ese «Hello Darkness / Say Goodbye» que me recuerda tantísimo al «Painkiller» de Backyard Babies, tanto en texto como en melodía, que no me sorprendería que a Dregen y a Nicke Borg se les escapara una sonora carcajada al escucharlo. En los compases finales toma protagonismo un solo muy dinámico y un crescendo potente que acaba por redondear uno de los temas más completos y atrevidos del álbum.
Fíjate tú por donde, ya hemos llegado al ecuador del disco, y la primera parte ha resultado ser la mar de disfrutable, con cinco temas muy resultones y solamente un suspenso. En la segunda mitad pasan bastantes menos cosas, y si bien no hay nada que esté realmente mal, en general todo es un pelín más plano. El mismo «Confusion» es un tema bastante bueno, muy potente, enérgico y con un par de riffs gordos y pegadizos que me recuerdan a los Ghost del Meliora (2015) (¡otra banda que le gusta a James!) y que se intercalan con otras partes bastante menos inspiradas. El bajo al principio de «ManUNKind» suena inequívocamente a Steve Harris (a mí me evoca a su trabajo de 1995 The X Factor), pero rápidamente se escapa hacia un riff groovey más típico de este álbum, con algunos ritmos sincopados curiosos. El tema no es terrible, pero tampoco es demasiado memorable y se acaba haciendo un poco largo. La dinámica «Here Comes Revenge» es bastante opresiva por momentos y tiene algunas cosas muy interesantes, en general concentradas alrededor de la progresiva y constante evolución que parte de lo más acústico y tranquilo para llegar al riff principal y, superándolo, enlazar con el estribillo.
Las notas iniciales de «Am I Savage?» recuerdan a los rockeros que van al infierno de Barón Rojo, lo que es curioso y simpático, pero no disimula el hecho de que el tema en general es tirando a aburridillo y poco excitante. «Murder One», en cambio, me gusta bastante a pesar de su simpleza y repetitividad (o quizás me gusta precisamente por eso), de nuevo con un buen riff y una melodía vocal atractiva. Para el final nos han dejado con una de las grandes perlas del disco. Y es que «Spit Out the Bone» es un auténtico temazo. Dinámica y pegadiza, veloz y agresiva sin caer en tópicos, tiene una instrumentación muy thrashera y una línea vocal más punk que casan a la perfección para formar uno de los mejores temas de este trabajo, con lo que se las apañan para dejarnos con un excelente sabor de boca después de una segunda parte algo irregular.
Así que Hardwire… to Self-Destruct es un disco más que digno, con momentos verdaderamente notables, que crece bastante con las escuchas y que he disfrutado más de lo que probablemente esperaba. Por desgracia, en un mundo donde el tiempo del consumidor es limitado y donde la oferta de ocio y entretenimiento es prácticamente infinita, lo más normal es que muchos vean la extensión a la que se tienen que enfrentar y se rindan antes de terminar o emitan un juicio precipitado al cabo de un par de vueltas. Es cierto que de reducirlo a ocho o nueve temas habríamos tenido un resultado probablemente más redondo, pero con independencia de ello, creo que estamos ante un trabajo sincero, valiente y que aporta cosas distintas y frescas al amplio e impresionante catálogo de la banda. Hardwire… to Self-Destruct no va a estar en mi lista de mejores obras discográficas de 2016, pero seguramente se ganará un sitio en la rotación de discos a escuchar con cierta asiduidad en los próximos meses, y eso ya es bastante más de lo que esperaba antes de escucharlo. Si alguien me pregunta, yo digo sí.
Artículo publicado originalmente en: https://www.metalsymphony.com/metallica-hardwire-to-self-destruct-blackened-recordings-universal-music/.
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.