Michael Sweet, a menudo conocido como el Dennis DeYoung del metal, y líder de los icónicos Stryper, ha estado bastante ocupado en los últimos tiempos. Si bien su proyecto más emblemático, del cual también es el compositor principal, fue bastante prolífico durante los 80 y ha seguido sacando álbumes desde su reforma a mediados de la década del 2000, también ha mantenido un alto grado de producción como solista e, incluso, ha sacado tiempo para formar un proyecto de hard rock con Frontiers Records con el ex guitarrista de Dokken George Lynch. Sacó dos álbumes en aproximadamente otros tantos años. Si bien el futuro del proyecto mencionado anteriormente puede ser un poco incierto, debido principalmente a las constantes demandas de gira de Lynch, está bastante claro que Sweet está avanzando a toda velocidad, siguiendo a un impresionante disco de 2018 con Stryper en God Damn Evil con su décimo álbum en solitario, simplemente llamado Ten (2019) justo antes del cierre de la década. Y es, precisamente, este décimo álbum, el que hoy nos ocupa.
De manera similar al álbum de estudio de Sweet 2016 y predecesor inmediato de este, One Sided War, esta colección de canciones se inclina hacia el lado más pesado del pasado de Michael (¡vaya trabalenguas!), inspirado en bandas como Accept, Judas Priest o Dio. Una de las curiosidades es el número de guitarristas invitados, y hablamos de gente de la talla de Jeff Loomis, Gus G o Rich Ward, que aportan un poco más de agresividad a los riffs de Sweet. De hecho, los medios tiempos como «Now or Never» o «With You Till the End» tienen una especie de sabor épico alla Black Sabbath de finales de los 80, que casi podría confundirse con algo fuera del catálogo de Magnus Karlsson si un teclado sinfónico sonase por ahí.
Aquí hay muy pocos momentos en los que Sweet se recuesta en lo suave de antaño, y cuando ocurre, se maneja con un grado de delicadeza que contrasta masivamente con lo hecho a mediados de los 90. Las máquinas más punzantes como «Lay It Down» y «Ten» tienen un poco más en común con la obra de Tony Iommi y Herman Frank que el tipo de belleza infundida por Brian May de los primeros trabajos de la carrera en solitario de Sweet, mientras temas como «Better Part of Me» muestran una versión simplificada de lo que Jake E. Lee llevó a los álbumes de Ozzy a mediados de los 80. La trituradora final, «Son Of Man», tiene toda la furia de Judas Priest de los Defenders of the Faith (1984). Para dar aún más brillo a una canción ya tremenda, el talento vocal del actual líder de Queensryche, Todd La Torre, se funden a dúo con el de Sweet. El carácter «Freewheel Burning» de la canción es innegable.
Aunque la relación entre Stryper y su líder pueda tener episodios de controversia, debido principalmente a las inclinaciones líricas y, en menor medida, musicales que surgen, las similitudes metaleras de ambos son indudables. Si bien algunos fans de Stryper y, por extensión, a la rama más del heavy metal pueden no haber conectado con el AOR de las primeras entregas en solitario de Michael Sweet, este álbum es algo que todo tipo de fans pueden disfrutar. Si te han gustado los últimos trabajos de su banda madre, no dejes pasar este “Ten”. Si prefieres lo que solían hacer en los 80, no dejes pasar este “Ten”. Y si eres más de la carrera de Michael en solitario, no dejes pasar este Ten.
Acabemos con unas palabras del propio Michael sobre el disco:
«Estoy muy contento con la dirección que ha tomado la música. Traigo algunos de los ganchos clásicos y melodías que algunos de vosotros habéis pedido. Y debéis recibirlo así.»
Llevo en esto del heavy más de media vida. Helloween y Rhapsody dieron paso a Whitesnake y Eclipse, pero Kiske sigue siendo Dios.
Como no sólo de música vive el hombre, la literatura, Juego de Tronos y los tatuajes cierran el círculo.
Algunas personas dicen que soy el puto amo, pero habrá que preguntarles por qué.