El negocio es el negocio y una de las más grandes bandas de rock sureño tiene que salir adelante por mucho que la desgracia golpee su puerta. La muerte, es ya amigo íntimo de las bandas del estilo, sino que se lo pregunten a Lynyrd Skynyrd o a los Allman Brothers. El caso es que Phil McCormack murió el presente año, pero el duelo tuvo que ser breve. Fue un mazazo para la familia Hatchet pero el sustituto ya estaba elegido de antemano. Jimmy Elkins era el cantante de Bounty Hunter y había sustituido al malogrado McCormack alguna vez así que el cambio era natural y los shows continuaron en pie. Elkins cumplió de maravilla por lo que había que presentarlo en sociedad, y qué mejor que hacerlo con un directo y cantando todos los clásicos más celebrados. Los conciertos fueron grabados en Centroeuropa, y curiosamente, la banda vuelve a estar en estas fechas de gira por Suiza, Chequia y Alemania, un perfecto regalo a la acogida que le otorgaron a Elkins.
Siempre me han encantado los Molly Hatchet a pesar de que lejos están de los grandes monstruos sureños como Skynyrd y los Allman. Parece que Blackberry Smoke son el próximo gran grupo del estilo y es que los Hatchet cometen errores como el de tocar con una sola guitarra en Barcelona. ¿Rock sureño con una única guitarra? ¿Estamos de coña? En este disco sorprende la presencia del (casi) inexistente público por lo que el feedback queda en nada. De verdad que poco se entiende un directo sin público. El grupo suena de maravilla más allá de algún pequeño desliz en los solos de guitarra y han dejado cancha a Elkins para que se luzca. Desde “Bounty Hunter” que enamora, parece que haya nacido para cantar en este grupo y sigue la estela y respeta el legado de su anterior vocalista. El peso de los clásicos es abrumador, especialmente de sus dos primeros discos, pero hay material más actual que está a la altura de sus años de platino. “Justice” del homónimo disco y el medio tiempo “In the Darkness of the Night” le hacen “justicia” al álbum. Otra del Justice es la balada “I’m Gonna Live ‘Til I Die” con esas guitarras dobladas doradas.
Hay momentos espectaculares en los que ves que el grupo flota como en los grandes coros de “Beatin’ the Odds”, con esa magnífica batería de Shawn Beamer, un tío siempre elegante y de gran presencia y pegada. Hay dos canciones que te ponen la piel de gallina, una es “Devil’s Canyon” y la otra el “Fall of the Peacemakers”, siempre considerada su “Free Bird” particular por ese crescendo tan intencionado. Aquí la comunión entre teclados, voz, guitarras y base rítmica rema al unísono. Obviamente es la orgía de guitarras cuando el sello sureño ondea de la mano del más grande veterano que queda en el grupo: Bobby Ingram. Hasta ocho fallecidos cuenta Molly Hatchet a sus espaldas, casi nada. Obviamente será “Flirtin’ with the Disaster” la que va a cerrar el doble directo por todo lo alto. Es su tema más emblemático y una subida de adrenalina a la altura de lo mejor de lo que nos han dado las guitarras del sur. Otra de las favoritas de la parroquia es “Whiskey Man” con la infaltable harmónica, aunque desconozco quien la toca después de fallecer McCormack.
Diversión en las teclas de “Why Won’t You Take Me Home” y en la espectacular versión de los Allman “Dreams I’ll Never See”, en la que el público que aplaude al final parece que lo hayan puesto a saco, sin que parezca un empalme raro y forzado. La cazallosa voz de Elkins te atrapará en “The Journey” y te refrescará en la potente y breve “Junkin’ City”, toda una declaración de intenciones. Finalmente tocaría destacar una de su disco de 2005: “Son of the South”, con ese título cargado de sentido y ese riff que abre.
El disco puede que sea algo forzado por el hecho de querer presentar en sociedad a su nuevo cantante que encaja de forma espectacular. Los hechos lo han precipitado y se agradece la calidad de la grabación, pero es tan pulcra y tan centrada en el grupo que parece que se hayan olvidado al publico. Hay algún coro que suena a pre-grabado por la perfección, pero hay pequeños deslices que te confirman que estamos ante un directo, además, ellos son de la vieja escuela y cuando tocan son sinceros y músicos en mayúsculas. Mención aparte merece la bellísima portada del enano realizada por otro veterano del negocio Paul Raymond Gregory. Sólo por esas atómicas portadas ya vale la pena coleccionar los discos de Molly Hatchet. Espero que algún festival se atreva a traerlos, encajan siempre bien en Azkena, Leyendas o Rock Fest.