Monuments es un grupo británico que se formó en el año 2007 y que surgió con esa nueva oleada de metal progresivo junto a otras formaciones como Periphery, Chimp Spanner o The Haarp Machine. Su primer disco Gnosis (2012) ya me pareció un buen trabajo en el que sabían mezclar a la perfección contundencia con partes más delicadas con unas guitarras sublimes que me cautivaron durante meses. Su continuación The Amanuensis (2014) no recuerdo que me tuviese tan enganchado pero también le di unas cuantas vueltas y con la adición de Chris Barretto a las voces obtuvieron un subidón de calidad brutal conjugando a la perfección los varios registros que abarca, tanto los gritos y growls como las partes limpias. Ese contraste es lo que más me gusta de este grupo, no inventan nada nuevo, pero lo que hacen lo hacen a la perfección y con buen gusto
El grupo consta de una formación estable pero para la grabación han contado con antiguos miembros y han ido produciendo las diferentes partes por diversos estudios alrededor de todo el planeta. La batería ha sido grabada y ejecutada por Anup Sastry (Skyharbor, Intervals, Jeff Loomis) en su home studio y las guitarras han sido grabadas en los famosos Treehouse Studio en el que trabajan grandes productores como Colin Richardson, Karl Boune y Jim Pinder que fue el encargado del gran sonido de las cuerdas. Según palabras de su guitarrista John Browne:
La producción es mejor, las canciones son sólidas y nos ha hecho volver a estar juntos después de años difíciles. Creo que el disco es sólido y estoy muy emocionado por poder mostrarlo y que lo disfrutéis.
La verdad que si, es un disco muy sólido, con una buena colección de canciones que siguen la estela de sus anteriores trabajos pero evolucionando su fórmula añadiendo pequeños matices. El disco se abre con el single que nos ofrecieron hace unas semanas llamado «A.W.O.L», un autentico trallazo con mucha potencia y ese contraste con las partes más melódicas. Su principio es bastante raro para de pronto atacarte con un djent moderno. Tiene uno de esos estribillos que se graban a fuego en tu mente y que cuando le has dado unas cuantas vueltas no puedes evitar sacar al rockstar que llevas dentro y darlo todo. Es una canción que aúna todos y cada uno de los elementos que han hecho grandes a estos chavales con gran agresividad en sus partes más extremas que solamente bajan un poco en las voces limpias mientras la base musical continua aporreando tus oídos sin compasión.
La movida y elástica «Hollow King» es 100% Monuments con algún que otro ingrediente añadido que gustará mucho a los seguidores del grupo. Su estilo djent modernete no les queda nada mal y aunque hay grupos que aburren repitiéndose como el ajo, esta gente, a mi parecer, han sabido adaptarse y no quedarse solamente en la superficie de este subgénero.
Ya las echaba de menos esas guitarras deliciosas que caracterizan también el sonido de los británicos (muy a lo Tesseract) y sirven de introducción para «Vanta», otra canción con un estribillo muy adictivo, vaya, como casi cualquiera de los que hacen. Es épico y majestuoso mostrando al grupo en un gran estado de inspiración. Me gusta particularemente el trabajo de guitarras alternando riffs gruesos con otros que deambulan por debajo. El piano del final queda que ni pintado.
Muy poperos empiezan en la canción «Mirror Image» y aunque meten algo de tralla la canción es bastante suave apostando por elementos más rockeros con una voz que a veces me recuerda, salvando las distancias, a Michael Jackson o al más actual Bruno Mars. La verdad que Barretto tiene unos recursos vocales envidiables que a muchos ya les gustaría. En fin, tras estas odiosas comparaciones continuemos. Una canción que no está mal pero para mí pasa algo desapercibida. A alguien le parecerá la mejor del disco y otro la pasará, sobre gustos…
La mala ostia vuelve con «Ivory» con un enfadado Barretto que no tarda en calmarse un poco sobre una base muy bailonga y fiestera. ¿Pop-djent? No sé, lo suyo es llevar el metal progresivo a su terreno y sin ningún tipo de prejuicio hacer lo que les gusta y les hace vibrar. Si eres un purista que no escucha nada más allá del año 86 ni te acerques, quédate en tu oasis de tranquilidad no sea que te peten las neuronas. Un final muy meshuggero nos lleva hasta la siguiente «Stygian Blue», potente y poderosa con otro de esos estribillos pegajosos marca de la casa.
A partir de «Leviathan» empieza a ser todo como un compendio de déjà vus que ya no nos abandona y no es que sea una mala canción pero te das cuenta que algo empieza a fallar. Potentes riffs sustentados sobre una batería machacona pero con una cadencia muy familiar mezclando esos gritos, voces limpias y si, estribillo molón.
«Celeste» es más de lo mismo y a estas alturas el disco se puede hacer algo pesado. Todo el rato con la misma fórmula pues a según quien le puede llegar a cansar y aunque añaden algunos detalles diferentes, sobre todo en la batería, no acaba de despegar y tampoco se diferencia mucho de lo que han estado ofreciendo hasta este punto.
Dos cortes más para llegar al final y nos encontramos con «Jukai» y su genial riff principal pero vuelvo a lo mismo que en los párrafos anteriores. No me ofrecen ningún elemento nuevo y el enganche del principio se empieza a desvanecer sintiendo aburrimiento y desidia. Tanta voz limpia, tanto grito, tanto estribillo, tanto riff djent e igual a otros 20 que hay en el disco pues…
Termina el disco con «The Watch» y la verdad que no me voy a enrollar más. Un disco que apenas llega a los 40 minutos de duración y que se hace pesado de escuchar es que algo falla. Es más que nada por la reiteración en la fórmula, la estructura muy similar de todas las canciones siendo complicado diferenciarlas entre sí. En la música busco dinamismo y no machacar al oyente con más de lo mismo durante diez canciones. No es un mal disco, pero se me ha hecho pesado y creo que con alguna canción menos o buscando algo más de experimentación, algún interludio o más elementos diferenciales les hubiese quedado mucho mejor.