Voy a ser sincero ya desde un principio y decir que soy más fan del Covenant (1993) y otros discos de Morbid Angel pero este Domination, que hoy cumple 25 años, tiene su particular encanto. Tiene canciones que son himnos del death metal y nos muestra una faceta algo diferente de ellos. Así que nos volveremos a perder entre los recovecos de esta obra que supuso un punto de inflexión para los de Florida.
Ya más que asentados dentro del olimpo de los grandes del metal extremo, en 1995 presentaban su cuarto disco (bueno, en realidad era el quinto pero con la relación del abecedario pues…) ofreciendo unas intrincadas estructuras y un poderoso y contundente death metal. Sería el último disco de la primera época en el que participaría David Vincent (luego volvió para la época del Illud Divinum Insanus que se podría haber ahorrado, la verdad) mostrando su versatilidad a la voz y supongo que al bajo, ya que está bastante enterrado en la mezcla y no se aprecian los detalles que hiciera. En fin, cosas que a menudo ocurrían por esos años. También es el primer disco en el que participó Erik Rutan (Hate Eternal, Ripping Corpse) aportando su maestría tanto a la guitarra como a la composición de algunas canciones notándose su toque personal en los riffs y en los solos.
El disco arranca con «Dominate», una canción rápida, corta y que no encierra mucho secreto, perfecta para ponernos en situación y despejar las telarañas de nuestros oídos. Y enganchada a esta tenemos una de las mejores canciones del disco, la arrastrada y maravillosa «Where the Slime Live» de la que hicieron un vídeo que podéis encontrar en el apartado multimedia. Es lenta, pesada y opresiva reflejando muy bien el significado del título, una auténtica obra maestra. Esos salvajes golpes de palanca y los brutales riffs de guitarra son maravillosos y junto a la voz de Vincent que parece que esté debajo del agua ya es para quitarse el sombrero. Estos detalles son los que hacen destacar una buena canción del resto.
En «Eyes to See, Ears to Hear» se aceleran un poco y el doble bombo de Sandoval nos peina con brutalidad. Una canción un tanto experimental con unos solos muy atmosféricos que han creado escuela. Aquí podemos detectar la mano de Rutan ya que hay partes que recuerdan mucho a Hate Eternal aunque siempre manteniendo la identidad de Morbid Angel. Las voces solemnes que ya encontramos en su anterior disco hacen acto de presencia.
«Melting» es un interludio que siempre me ha recordado a la banda sonora de alguna película de guerreros fornidos de los 80, una pieza que no acabo de entender pero que tampoco molesta, es corta. Le sigue un temazo enorme como es «Nothing But Fear» con esos retorcidos guitarrazos que nos regalaron y cambios muy dinámicos que continúan con la también tremenda «Dawn of the Angry» que contiene unos magistrales solos. Esos detalles de death metal sucio rodeado de ese aroma a años 90, buah, mola un montón, y el final también, será porque me recuerda a «God of Emptiness».
«This Means War» es corta, rápida y directa e imitada miles de veces, nunca superada. Aquí Mr. Commando se sale tras los parches alcanzando altas velocidades y cambiando a los blast beats con una naturalidad aplastante y vaya riffacos. Qué gustazo de canción. Pero si esta es un alarde de buen gusto la siguiente «Caesar’s Palace», la más larga del disco, es una piedra preciosa. Su mística introducción con esos teclados es un tanto rara pero es que cuando entran todos es pura nostalgia lo que nos invade. Se trata de otra canción que se mueve por medios tiempos aparcando los ritmos veloces, una pieza majestuosa con unas partes de nuevo bastante experimentales muy en una onda Immolation.
De nuevo un interludio llamado «Dreaming» que esta vez me recuerda a videojuegos de 8-Bit del rollo Zelda pero que no aporta absolutamente nada, se la podrían haber ahorrado perfectamente. Suerte que tras este sopor tenemos «Inquisition (Burn with Me)» con un sonido, estructura y composición que me recuerda mucho al Abominations aunque con el sonido del año 95. Una buena canción típica de los americanos.
Y así, sin darnos cuenta llegamos a la última y épica «Hatework» con su toque sinfónico y de marcha militar. Teclados un tanto desfasados y un desarrollo bastante peculiar nunca me ha acabado de convencer. Una pequeña ida de olla que tiene alguna parte destacable pero que no le encuentro la razón de estar. Supongo que surgió en el estudio y la colaron.
Sin duda es un buen disco pero no todas las canciones están al mismo nivel y como he dicho en la introducción me quedo antes con otros trabajos de los de Florida pero no hay que restarle mérito a este trabajo. Bueno, si hay que restarle que sea a la portada que es más fea que pegarle a un padre. ¿A quién se le ocurrió la genial idea de mezclar esos colores y usar el modo espejo para hacer ese horror? Pues a Mark Craven, que según he podido saber solamente hizo esta portada y se le puede perdonar ya que fue el diseñador del logo de Bolt Thrower y ahí todo su trabajo, algo de lo más normal.