Les descubrí en el ya lejano Garage Fest de Madrid cerrando la primera jornada y fueron una agradable sorpresa. Rock ‘n’ roll malcarado mezclado con toques hard rockeros y heavy metal con extra de actitud. Ni buscan innovar, ni lo esperes, puesto que esto es sudor, volumen al 11, velocidad, humo y alcohol. Una banda de Rocksound (cómo la añoramos) de esas que ponen la temperatura a lo irrespirable y con las que disfrutas sin pausa. Llevan ya siete discos, residen en Alemania y vuelven a cumplir con un gran disco. Son comparables con Danko Jones por eso de que no fallan, pero tienen un toque más duro y la voz más aguda (tampoco mucho más) de Chris Birx.
El disco está muy equilibrado por mucho que jueguen una y otra vez con los mismos colores. Saben arrancar y pausar como en la pegadiza “Battlezone” y convencen con estribillos con apoyo de coros y guitarras trabajadas. Es la pegada de Adam Borosch lo más premiado en la producción de todo un Dan Swäno, que es garantía siempre de que el disco es interesante (suele trabajar con ellos). La presencia de su nuevo guitarrista Patrick Wassenberg ha hecho que el grupo haya ganado en cuanto a destreza en los solos como el de “Hellbreaker” en la que se acercan un poco a Iron Maiden. Esa dupla de seis cuerdas junto a todo un jefe como es Andy Peters les hace despegar. Lo más destacable de todo lo que ofrecen es su alto nivel de composición, pues no siendo nada del otro jueves en cuanto a originalidad, funciona todo perfectamente.
Tonos más graves y una entrada muy Skid Row en “Beyond the Grave” les acercarán al sleazy de cloaca, aunque con una producción más dura. El bajo percutiente de Dominik Kwasny te golpea en la acelerada “Dead Rising”, de lo más hímnico del compacto y con otro solazo de Wassenberg, que encaja perfectamente con el grupo. La temática automovilística es común denominador en todos los temas si bien se lleva la palma en “Car Wars”, corte para bajar las ventanillas y hacerla sonar mientras aceleras. Pura carne de directo.
Homenaje en toda regla a Judas Priest en “Firebreather” con registros más bajos de entrada y bajando al barro con toda la intención del mundo. Puede que estemos ante el mejor estribillo del disco, con esas guitarras afiladas y cortantes. Repetición de ideas con buenas maneras en “Lawgiver”. Lo bueno del tema es que engancha y tiene otro de los grandes riffs del disco, además de ese final con acústicas. Las baladas están proscritas en Motorjesus. Pequeño giro estilístico en “Black Hole Overload” de la que os diría que hay una cierta influencia 90era Seattleniana. Es leve, pero le da al tema esa suficiencia como para que vuelvan a convencerte de que lo que tienen entre manos es bueno.
En “Back to the Bullet” hay ritmos Motörhead combinados con versos más stoner e incluso algo de modernidad cercana a bandas como Sparzanza. Las acústicas que han ido apareciendo terminan dando la despedida con percusiones en el bello final de “The Outrun”, que contrasta con su inicio tremendo de disco con “Drive Through Fire”. Ampulosa cabalgada maidenesca con intro incluida con single evidente y la constatación de que el grupo tiene algo bueno desde que empezaron en Mönchengladbach en 1992… Posiblemente su corte más netamente heavy metal si bien la voz te acerca más al rock directo. Clásico que huele a directo por los cuatro lados.
Otra buena muestra de que el material que nos brindan Motorjesus sigue manteniéndose y que incluso en cada entrega suben un peldaño. Si Dios cambiase la Harley (porque va en Harley, de eso no hay duda) por un Camaro muy posiblemente pincharía a Motorjesus. Son banda de coche y con Hellbreaker consiguen un trabajo tan previsible como logrado. Si te gusta el rock hazlo sonar en un trayecto largo de auto y no quedarás decepcionado. Clavan lo que hacen y no bajan el listón en una buena colección de 11 cortes que demanda que pises acelerador. Motorjesus es esa banda que la metes en el festival que sea, y a la hora que sea, y levantan pasiones.