Que el Mississippi es un afluente del Llobregat y que Nueva Orleans es la cocapital de Catalunya, junto con Barcelona, es algo que cada vez tengo más claro. Por aquí, por estos lares, también bebemos Sazerack y sudamos Jack Daniel’s, y lo mismo nos da por comernos una buena botifarra amb seques, que nos deleitamos con un étouffée y demás placeres de la cocina criolla.
Las semejanzas entre el Dirty South de los EEUU y los alrededores de Barcelona, musicalmente hablando, son cada vez más patentes y evidentes, y bandas como Malämmar, Rebuig o los que aquí nos ocupan ya se han encargado de dejarnos las cosas bien claras. No estoy diciendo que Mount Cane sean los Crowbar, los Down, los Eyehategod o los Soilent Green de por aquí, pues no hace falta compararles con estos titanes de lo tóxico e industrial para llegar a la conclusión de que los del Baix Llobregat tocan y comunican… y muy bien, por cierto. No en vano, sus componentes no son unos recién llegados a este show business, pues ya tienen unos cuantos «tiros pegaos» y vienen pateándose los escenarios catalanes, y de más allá, desde hace ya varios años. Jordi Castany (voz) y Edgar Beltri (guitarra) ya nos dejaron claro con trabajos como Insignis (2009) o Hold Your Axes, Rip Their Guns (2011) que en eso del melodic death metal no tenían rival cuando ambos pertenecían a los míticos y ya extinguidos (espero que no para siempre) The Eyes. Marc Serracarabasa (guitarra) y Quim Fondevila (bajo), ambos de Taquikardic Sinners, ya se encargaron de hacernos mover el esqueleto con su garage rock pasado de vueltas hace unos años. Y, por último, Àxel Vidal (batería) y Dani Bañón (guitarra) de The Booty Hunters. Nada malo puede surgir de mezclar todo esto, oiga.
Bards, título curioso para un disco como este. Un bardo (bard), en la historia antigua de Europa, era la persona encargada de transmitir las historias, las leyendas y poemas de forma oral además de cantar la historia de sus pueblos en largos poemas recitativos. Pero, ¿es esto lo que hacen Jordi Castany & Co.? Al lío… pero yo creo que la cosa sí va por ahí.
¿Qué encontramos en Bards? Básicamente, tres cosas: 1) Sonidos graves, afinados y pesados, muy pesados; 2) Riffs demoledores; y 3) Referencias, homenajes y otras tantas referencias a aquello que estos cabrones seguramente vienen escuchando y mamando desde que salieron del útero de sus madres, pues las semejanzas van más allá de lo anteriormente dicho. Escuchar y abusar de Black Sabbath, Mastodon o Red Fang nunca falla, y Mount Cane son unos alumnos aventajados que no han faltado nunca a clase. Estas similitudes ya pueden observarse en los dos singles, las dos únicas referencias sonoras que encontramos antes de la publicación del álbum que aquí nos ocupa, que vieron la luz hace ya unos años. Nos referimos a «Sight With No Sense» y «Stone Fist» (regrabadas ambas para la ocasión), las cuales también podéis escuchar en Spotify, y que les sirvieron para darse a conocer y telonear a Black Tusk y a Downfall Of Gaia en la sala Rocksound de Barcelona en el año 2014. Desde entonces, horas y horas de estudio, de hincar los codos y de sudoración más o menos espontánea hasta parir Bards.
Los temas suena sucios y directos, como ha de ser en un disco de este estilo. Quizá sus dos canciones más antiguas sean también las más pegadizas, pero tiene cosas muy buenas este disco. Las pesadas guitarras iniciales de «Sea Storm» son Red Fang al 100%, mientras que «Our Victory» nos recuerda irremediablemente a la época dorada de los Down de mediados de los años 90… cuando el bueno de Phil Anselmo, puto amo entre los amos, todavía sabía y/o podía cantar con más o menos dignidad.
Auténtica sintonía la que existe entre los ritmos acompasados de la batería y el resto de instrumentos, la cual nos acompaña a través de la travesía desértica que es este trabajo. «Come Back» se abre ante nosotros con la sutileza de esa slide guitar, para acelerarse por momentos dando como resultado un tema al cual es muy difícil resistirse; os reto a que lo escuchéis sin headbangear ni una sola vez. Epic fail, bros.!
El himno que es «Tow Truck» nos adentra en terrenos más pantanosos y eléctricos, si cabe, para darnos de nuevo de bruces con la pesadez y lentitud doom de los dos temas que le siguen, «The Boat» y la instrumental «Silver Track», homenaje al malogrado Javier Ezquerro, responsable de On The Road Music y uno de los motores de la escena rockera de Barcelona y alrededores, quien murió víctima del cáncer el pasado año 2016.
Y ya la tenemos liada de nuevo con «Astro», la que quizá sea su canción más clásicamente stoner, con puente instrumental incluido durante el cual a uno le entran unas ganas terribles de invocar a Chaac, el dios de la lluvia del trueno y del relámpago. Tras la calma más o menos sosegada, nos adentramos, paraguas en mano, en el tema con más mala baba de todo el álbum, la acelerada y frenética «The Destroyer”, el cual nos manda a tomar por culo el paraguas tras solo un minuto de desbocados decibelios.
El groove y ese toque sureño, tan presentes a lo largo de casi todo el disco, nos dice adiós con la potente «Hell In Me», el tema que cierra Bards y que tiene un poco de todo lo que hemos venido escuchando durante los 40 minutos que dura este trabajo. Es decir: groove, pesadez y varios hectolitros de sudor.
Me llena de orgullo y satisfacción, como diría algún que otro indeseable, reseñar trabajos como este. No solo por tratarse de una banda local, sino por tratarse de un trabajo tan y tan bueno. Mount Cane no han hecho más que llegar y como se les ocurra dejarnos sin, al menos, seis álbumes editados a sus espaldas, van ha haber andanadas de improperios, de insultos y alguna que otra galleta. Aviso.
Volviendo de nuevo con los símiles culinarios, se recomienda escuchar Bards en presencia de una buena llesca de pa amb tomàquet coronada, a elegir, con una buena jambalaya, con unos cangrejos del Mississippi o, por qué no, con una deliciosa y suculenta remoulade de gamba.
Por si os pica la curiosidad y queréis saber cómo suenan estos mozos en directo, aquí tenéis la crónica del concierto presentación del álbum, junto a Malämmar y los putos Red Fang, que el bueno de Albert Vila tuvo a bien de escribir hace ya unas semanas. Groove is in the air!
Tipo peculiar y entrañable criado a medio camino entre Seattle, Sunset Boulevard y las zonas más húmedas de Louisiana. Si coges un mapa, y si cuentas con ciertos conocimientos matemáticos, verás que el resultado es una zona indeterminada entre los estados de Wyoming, South Dakota y Nebraska. Una zona que, por cierto, no he visitado jamás en la vida. No soy nada de fiar y, aunque me gusta “casi todo lo rock/metal”, prefiero las Vans antes que las J’hayber.