Como buen fan de la música, intento no perderme ni una, así que, tras varios años cuadrando agendas y después de un par de fiascos a causa de la pandemia, mi pareja y yo nos lanzamos en 2022 y compramos abonos para el siempre ecléctico ArcTanGent. Es una costumbre nuestra pasarnos meses diseccionando todas las bandas posibles del cartel cada vez que vamos a un festi, así que durante bastante tiempo estuvimos (ella más y mejor) analizando y seleccionando un buen puñado de grupos variopintos.
Entre los varios que me llamaron la atención estaban My Own Pivate Alaska, que me sorprendieron desde la primera escucha. Lo primero que pensé fue: «Joder, qué originales», y luego, víctima de la tendencia actual de tener que etiquetarlo todo, pensé en catalogarlos dentro de un estilo. Pero, ¿cómo definirlos? Me temo que hoy en día sigo sin poder hacerlo. La banda se autodenomina pianocore, un género que probablemente se hayan inventado ellos mismos, pero que les va como anillo al dedo.
Es tan sencillo como eso: una banda con un piano, un sintetizador, una batería y un cantante que se mueve entre el spoken word y los guturales y que se desgarra hasta la última cuerda vocal en cada tema. Y el resultado es pura pasión. Así que si, como yo, podéis disfrutar del mismo modo de la melodía más inspiradora de Ludovico Einaudi que del screamo más rasgado de envy, entrad y tomad asiento.
En un mundo en donde los estilos cada vez se fragmentan más y parece que las bandas han de ofrecer algo diferente para destacar, los de Toulouse parece que han decidido tirar por la vía complicada, mezclando dos estilos que a priori no tienen mucho en común. Por el momento parece que han dado con la tecla, ya que ofrecen todo un recital de música clásica mezclada con la brutalidad del screamo o el metalcore. Sus temas no son excesivamente densos, pero representan todo un viaje a través de los sentimientos, en el que en una misma canción pueden erizarte la piel con una melodía de piano finísima y a la vez romperte con un grito de los que te golpean duramente.
En All the Lights On (2024), un LP de ocho canciones y poco más de 40 minutos de duración, la banda mantiene la tónica de sus anteriores trabajos: su EP Let This Rope Cross All the Lands (2021) y el aclamado Amen (2010), del que poseo con orgullo una camiseta que celebra su décimo aniversario.
Con su nueva formación, que cuenta con la talentosa Laure Muller-Feuga a los sintetizadores, presentan un disco basado en un conjunto de melodías muy pegadizas, que a las pocas escuchas se te meten en la cabeza para quedarse. Todo ello va perfectamente encajado entre el piano de Tristan Mocquet, las baterías de Jordi Pujol y la voz del magnífico Matthieu Miegeville, a quienes unas decenas de afortunados pudimos ver aquel 2022 en el PX3, mientras en el escenario principal sonaba Conjurer, que congregaron a la gran mayoría de los asistentes al festival.
Avanzamos por el disco haciendo parada en los videoclips que la banda fue publicando hasta el lanzamiento del álbum, el pasado mes de septiembre. «Ka Ora», el segundo tema más largo del disco, con poco más de seis minutos y un estribillo que entran ganas de cantar gritar en directo; «Innocent Innocent», probablemente la canción más melódica del álbum, y «We’ll All Die (But You’ll Die First)», de la que con solo leer el título, toda una declaración de intenciones, ya podemos ver por dónde van los tiros en el plano lírico. Coincide que estos tres sencillos son canciones que van seguidas en el álbum; desconozco si está hecho adrede o no. La verdad es que es un disco tan completo que podrían haber publicado un videoclip de cualquiera de los temas.
Sin embargo, mi favorita del disco, la que yo elegiría mostrar en primer lugar cualquier persona que escuche a la banda por primera vez, es «Touch Again». Irónicamente, es uno de los temas más cortos del álbum, pero creo que contiene todo el carácter de la banda comprimido en una canción. No sabría decir si es su inicio calmado, sus melodías de piano hipnotizantes o el cambio de ritmo a mitad de tema, pero esta canción tiene algo que la hace destacar sobre las demás.
Pero como esto de la música es cuestión de gustos, invito a escuchar este «All The Lights On» de principio a fin, al igual que el resto de la todavía corta (pero compacta) discografía de esta banda que ha optado por hacer una música arriesgada. Algunos podrían pensar que es un estilo que probablemente tenga fecha de caducidad, pero, de momento, disfrutémoslo a todo volumen.