Estos rockeros de Nashville suelen venir a la mínima que pueden. Son carne de carretera, huelen a sudor, bourbon y asfalto, y nunca fallan en directo. Todavía tenemos grabado a fuego su show en Calella el pasado octubre, así que esta visita el primero de julio es otro regalo. Su fórmula no engaña a nadie y se agradece. Son auténticos como pocos, puro rock n’ roll, y siempre que toman el escenario terminan empapados en sudor, con el volumen al 11 y te salpican con su whisky. Tienen una muy buena formación y no han perdido las ganas se hacer disfrutar a sus feligreses. Siempre que suben a un escenario el matrimonio Ruyter-Blaine arrasan cual tornado sureño.
One Pork Band: pasamontañas, cruces invertidas y cerdos
Entré temprano y la escena era más que desoladora… Pero poco a poco fue entrando la gente, a cuentagotas, hasta registrar una muy buena entrada. Muchos supervivientes de Azkena estaban allí con ganas de seguir rockeando. Estaba amenizando la espera el pintoresco One Pork Band, un tipo que debutó en el mercadillo matinal del Rocksound hace ya un tiempo. Crucifijos invertidos, traje elegante, pasamontañas y un sistema de banda completa que cuenta con voz distorsionada, un bombo y pedalera con samplers. En fin, tampoco está tan lejos de algunos duetos actuales, pero su experiencia “Juan Palomo” no deja indiferente.
Arrancó aplausos si bien es todo extraño, pero os aseguro que hay temas con alma y que no suenan nada mal, como por ejemplo “I’ve Got the Devil in Me”. Destaco su personal versión de “I Walk the Line” de Johnny Cash o ese gracioso final en el que saltan pregrabados gruñidos de cerdo mezclados con guitarrazos. Interesante propuesta a la que daría un par de vueltas de tuerca, pues promete darnos futuras alegrías.
Nashville Pussy no fallan con su rock n’ roll festivo
Con cinco minutos de demora despegó el cuarteto a ritmo de “Pussy Time” y sonando realmente mal. Son pura actitud con ese doble ataque de féminas comiéndose la primera línea de fuego. Corey y Ruyter avanzan en “Piece of Ass” para demostrar que los de Atlanta va a por todas. Blaine Cartwright sigue poniendo esas caras de loco redneck mientras se debía cocer bajo su chaqueta de cuero. Pero la imagen es importante, así que aguantó un par más de temas y se zafó de ella. “Wrong Side of a Gun” precedió a piezas tan queridas en su discografía como son “Pillbilly Blues” o “Rub It to Death”. Ambas se han ganado su propio espacio en el set de los de Atlanta. Es genial ver a Blaine lanzar su pie de micro para recuperarlo de un tirón y a Bonnie desesperada pedir que le suban su micro para los coros.
Me pareció ver a Ruyter Suys algo más comedida, pero las primeras filas dan fe de que la Suys les tiró de los pelos, les saludó efusivamente y les paseó sus tacones por la cara. Es lo que uno espera de una fuerza de la naturaleza como ella. No hubo pausa alguna y se fueron encadenando temas como “Go Home and Die” o la hímnica “We Want War”, otra de su nuevo disco que pinta que ha venido para quedarse en sus directos. Blaine se dirigió por vez primera a su audiencia, cambió su gorra por un gorro de cowboy mostrando su poco poblada cabellera de loco, hizo un trago corto de agua y otro largo de Bourbon. En “Low Down Dirty Pig” la guitarrista ya fue por los suelos tocando con la espalda en el piso. Sonaron también versiones de Steve Earle y The Contours para dejarle todo el protagonismo a Jeremy Thompson con su solo de batería. Al salir del lavabo casi choco con Blaine y Bonnie que habían bajado para tomar un poco de aire. La bajista estaba amarada de sudor, siempre es un espectáculo verla tocar y moverse sobre escena. Su loco líder hizo su numerito de beber una cerveza con su gorro de cowboy a modo de vaso.
Quedaba lo más granado de su repertorio y eso incluyó una tremenda “Go to Hell” y que recuperaran el que es para muchos su mayor himno: “Why why why”. Cuando el grupo tira de los coros de Bonnie y Ruyter ganan mucho, es curioso que no exploten más ese recurso en temas como “Struttin’ Cock”. Pasaba la hora escasa y encararon uno de sus temas más diferentes al resto como es “Till the Meat Fallls Off the Bone”, ampliamente coreada. Y poco más, pues daban carpetazo con un “”Go Motherfucker Go” de su primera obra. Una composición que suele encargarse de echar el pestillo a sus conciertos. Entre aplausos Ruyter nos dio las gracias y nos roció con su botella de whisky. Nos regaló un gran final en el que rompió también varias cuerdas de su guitarra.
Y nada más salir de la sala, allá estaba ella charlando con su público. Ese es uno de los puntos que hace tan especial a la banda: su cercanía es absoluta y no han perdido ni un ápice de ilusión por el rock n’ roll. Hay muchas bandas que uno espera, por lo menos, verlas una vez al año. Me refiero a The Quireboys, Danko Jones o… los propios Nashville Pussy. Ir a un concierto implica pasarlo bien… y con ellos y ellas es imposible aburrirse.