Brillante… De verdad que me parece impresionante que Neal Morse no pare de inundar el mercado con discos de todo tipo, y que, incluso a estas alturas, puedas caer rendido a los pies de Sola Gratia. Es un grandísimo disco en el que mantiene lo que suele ofrecer, pero dota a las composiciones de acercamientos hacia otras bandas, hay homenajes también a los grandes grupos del progresivo, y, ante todo: que destaca por la calidad compositiva excepcional. Nos hizo tocar el cielo con Spocks Beard llegando a ser una de las figuras más importantes del prog y ha mantenido una carrera coherente, prolífica y siempre se ha rodeado de los mejores. Puedes empezar con el disco y creer que va a haber más de lo mismo… pero cuidado, a la que entras en la obra te quitas el sombrero ante el maestro, que ya cuenta con 60 primaveras.
Como ya es sabido la espiritualidad y sus creencias católicas están a la orden del día por lo que tenemos una ópera rock que explora lo inmaterial y el espíritu entendido desde la perspectiva judeocristiana: la vida del apóstol Pablo. Aparte de todo esto hay un disco disfrutable de cabo a rabo con muchos temas enlaces instrumentales y canciones realmente inspiradas, también mucha teatralidad y un plus de juegos vocales por parte del maestro. A destacar la calidad innata del divo a la hora de enlazar los temas de forma natural y orgánica. Aquí todo es uno.
“Creo que Sola Gratia es lo mejor que he grabado nunca” (Neal Morse)
El prefacio de entrada ya da buenas pistas de la calidad del disco. Calidez acústica en guitarra y voz de Morse para dar paso a la instrumental titulada “Overture” que hace mucho honor al nombre. Pomposidad progresiva con todos los ingredientes y con lo que mejor sabe jugar el de Nashville. Cambios de ritmo, texturas, atmósferas y detalles técnicos a tutiplén. En “In the Name of the Lord” despeja toda duda sobre la temática en un corte muy eléctrico dotado de coros góspel. Hay un talk box y un riff poderoso y metálico marcando terreno. Quizá se nos muestra más agresivo de lo habitual aquí secundado por una formación tremenda en la que destaca Mike Portnoy a la batería.
Iría de lleno a lo más logrado y esto pasa por la genial “Building a Wall”, el tema más netamente rockero de la obra. Estamos ante una de las mejores canciones de toda su carrera y de un corte que va para clásico en su repertorio con unos coros sublimes. Atención al trabajo de Gideon Klein tirando de rítmica más que de solista. Otra de las maravillas del disco es “Never Change” pues Morse juega a Pink Floyd y lo hace con una maestría exquisita. Se acerca a lo mejor del fluido rosa con una guitarra 100% Gilmour. Sensibilidad a flor de piel, tributo a los maestros y unos agudos que sorprenden por su exigencia. Caerá en directo sí o sí. Añadiría que en el tramo final hay una salida que recuerda a Dream Theater, especialmente al “Final Tragedy”. Aquí Portnoy luce músculo.
Siguiendo con la excelencia nos topamos con “Overflow”, exquisita balada en la que nos abre toda la paleta de posibilidades. Belleza a la máxima elevada a la máxima potencia con el añadido de los coros góspel. Rematando lo excelso está la extensa “Seemingly Sincere”. Hay un riff de teclado, efectos y una atmósfera que se va rompiendo y que bebe de los Beatles. Atención a la parte instrumental en medio del tema porque es un festín familiar de progresivo metalizado. El bajo de Randy George da un plus de mala leche. Dentro de lo más teatral y accesible encontramos “Ballyhoo (The Chosen Ones)” con teclados dominantes. El estribillo es tremendamente pegadizo e hímnico, algo que da empaque a todo el disco.
A destacar la variedad y calidad de los temas enlaces destacando el “March of the Pharisees” con guitarras muy Queen o el “Sola Intermezzo” con momentos de Portnoy como percusionista. Repetición de ideas para cohesionar conceptos en “The Light on the Road to Damascus” y poner en bandeja de plata las dos últimas. Estaba cantado que el disco iba a terminar con sobrecargo de coros celestiales y esto sucede en “The Glory of the Lord”, con buenos mimbres y delicadeza. Esta misma se funde con “Now I Can See/The Great Comission” pero más allá de los coros la artillería pesada ya ha sido soltada anteriormente. Hay aquí el canon polifónico que faltaba, y en directo puede ser alucinante, pero no mejor que lo mucho ya ofrecido.
No pude entrevistarlo y he postergado este disco. En ambas cosas me arrepiento pues es una de las mejores obras que ha creado nunca Neal Morse, y eso es decir mucho. El disco se hizo en confinamiento y cuando Neal le pedía al resto del equipo que si querían añadir algo más la respuesta siempre era la misma: “Ni de coña, déjalo así que está genial”. Obra de madurez dentro de la madurez y enésima muestra de que este hombre está tocado por los dioses (perdón, por Dios, que se nos enfadaría el maestro). Relájate y disfruta pues hay mucha musicalidad y maestría en Sola Gratia. Yo de Neal Morse solo espero que me grabe un disco como este, y que, si viene de gira y me lo toca todo, me dé por satisfecho. ¿Existe algún otro artista al que le puedas pedir lo mismo?