Ahora que Warrel Dane ya no está entre nosotros creo que la escena valora bastante más a un grupo que nunca llegué a entender el por qué no reinó por todo lo alto. Cada disco de Nevermore es una brutalidad compleja y un festín de técnica absoluta con una coraza de heavy metal y thrash tan original como diferente a todo. Tenían un estilo propio que provocaba una difícil digestión, especialmente por la voz tan personal de Warrel Dane, ex de Sanctuary. Venían de Seattle y estuvieron antes y durante los tiempos del grunge. Cuando la ciudad fue el epicentro del mundo musical ellos quedaban fuera pues su estilo no estaba precisamente de moda. Los cuatro amigos permanecieron siempre juntos y aguantaron las muchas locuras de un Dane que por momentos podía ser tan irresponsables como imprevisible. El concierto que dinamitó al grupo fue en Barcelona y cabreó al grupo hasta un punto de no retorno. Fue la gota que colmó un vaso y que terminó con el excepcional Jeff Loomis buscando otras experiencias y aventuras musicales en solitario y en Arch Enemy.
Nunca les vi a este cuarteto un concierto rotundo, ya fuera por el sonido o por Warrel Dane, pero todos sus discos son atemporales y envejecen tan bien que duele saber que nunca más volverán Nevermore a un escenario, pues el plus, y el hecho diferencial, más allá de la calidad de las composiciones y la rotunda técnica y composición, era la incomparable voz de ese loco que escondía su edad y que podía aparecer vestido con pieles del ejército ruso o de vaquero con gafas de sol. Afortunadamente algún Wacken meritorio les pude ver. Cuando el año 2000 decidieron probar con guitarras de siete cuerdas y buscar el equilibrio entre técnica, accesibilidad, melodías y letras todo convergió en una obra maestra, posiblemente el mejor disco que hayan parido nunca: Dead Heart in a Dead World. Hay puristas que prefieren sus anteriores obras, otros la evolución posterior, pero los números indican que este trabajo fue el más vendido y el más reverenciado. También el más dominante en sus set lists. No puedo estar más de acuerdo, es una obra maestra.
La música
La originalidad y calidad inmensa que percibes en un tema como “We Desintegrate” ya te deja patidifuso. Originalidad por bandera con voces dobladas que van desde el agudo en falsete al grave más grave. Loomis es una máquina que desarrolla todo su potencial, pero especialmente lo que más destaca en este disco es la composición. Juegos de atmósferas, mucha presencia de pasajes acústicos a lo largo de la obra e incluso escalas arábigas. Alcanzan su cenit en un medio tiempo precioso como es “The Heart Collector” con esos dejes tan a lo Queensrÿche o Fates Warning. La línea vocal es cercana a Mr. Big y hay aquí uno de los más grandes trabajos de Loomis a las seis cuerdas. El trabajo inmaculado de Van Williams a la batería y de Jim Sheppard al bajo es otra salvajada. Cuando hablamos de que se trata de un grupo difícil de digerir todo queda ejemplificado en “Engines of Hate”, con riffs abrasivos propios de Slayer si bien más complejos. Su forma de ir del power metal americano, pasando por el thrash y tirar de parones y estructuras cambiantes les deja en terreno de nadie. O los amas y ves la genialidad o no los vuelves a escuchar en tu vida.
Quizá lo más accesible de todo sea ese trallazo que abre veda y se llama “Narcosynthesis”, cargado con uno de los mejores riffs que hayan compuesto nunca. Dramatismo vocal, opresión auditiva y técnica absoluta. La maravillosa cadencia construye uno de sus himnos definitivos. Las voces dobladas y la producción de Andy Sneap ejecutan con maestría. Luego encaran otra maravillosa pieza como es la colosal “Inside Four Walls”. Loomis vuelve a demostrar su maravillosa técnica y su inigualable forma de componer. El medio tiempo “Evolution 169” es tan delicada como enigmática. Una pieza sin término medio que adoras o que ves de puro relleno. El tema que más tocaron en directo es la abrasiva “The River Dragon Has Come” siendo un material cercano a un metal extremo y con las voces típicas del heavy metal. Tema insignia y muy definitorio del grupo y de sus muchas virtudes. Atención a las diabluras de Loomis. Y las sorpresas no paran pues no hemos llegado a hablar del single y te topas con la versión de “The Sound of Silence” que es casi irreconocible. Hacer de una de las baladas más bellas y calmadas de la historia un artefacto de metal extremo está al alcance de muy pocos/as. Desconozco la opinión de Simony Garfunkel pero sería interesante su opinión ante tamaña afrenta. No es lo más brillante del álbum, sí lo más curioso.
Luego cae ese single que es “Believe in Nothing” con juegos acústicos y eléctricos más accesibles, a medio tiempo. Una composición que ha sido versionada por diferentes bandas buscando cierta comercialidad y accesibilidad y sin entrar en intrincados juegos progresivos. Las guitarras de Jeff tienen muchos detalles a Queensrÿche. Incluso llegaron a contar con Kelly Gray de productor para su siguiente trabajo (aunque no con muy buenos resultados). Otra de las gemas del compacto es la inspirada balada “Insignificant” que vuelve a mostrarte la magia que poseía la voz de Dane combinada con las acústicas de Loomis. Finalmente llegamos al fin del camino con el tema que da nombre al disco. Aquí vamos de la pausa a la agresión sonora y técnica. Una especie de resumen de todo lo ofrecido en la obra.
Veredicto
¿Por qué nunca triunfaron? ¿Por qué Warrel Dane no es considerado como uno de los más grandes vocalistas del heavy metal? Pues básicamente en Dead Heart in a Dead World tienes todas las respuestas. Lo que a unos/as le deja en éxtasis a otros/as les deja fríos y con ardor de estómago. No hay accesibilidad en su música y estamos hablando de una banda a la que hay que darle escuchas si quieres entrar en su complejo mundo. Demasiado extremos para los heavies, demasiado heavy para los amantes de las músicas más duras, y si encima el caladero en el que ahondan es el progresivo puro y duro pues no es nada fácil entrar en su mundo. Una vez lo haces tienes siete discos para disfrutar y en cada escucha te puedes perder en esos temas tan brillantes y complejos. Dead Heart in a Dead World es posiblemente el mejor disco de Nevermore.