Si hay alguien que entiende de metamorfosis ese es Nick Cave. A lo largo de su carrera ha moldeado su sonido a medida que evolucionó como persona. Pasó de joven promesa a un rockstar adulto, más tarde la paternidad le dio mucho de lo que es como artista y esa paternidad le robó parte de su ser en 2015 cuando perdió a su hijo Arthur. Desde entonces Nick Cave es otro, tanto a nivel personal como su faceta de artista.
Por desgracia, la pérdida acostumbra a ser uno de los detonantes del genio de un artista. Hace cuatro años Nick recogió los pedazos de su corazón hecho añicos para firmar el álbum más triste y deprimente que la sociedad pueda llegar a imaginarse. Solo es necesario acercarse a la canción “I Need You” de Skeleton Tree (2016) en la que Nick clama «Nada importa realmente cuando el que amas se ha ido… te necesito.» Tras la tragedia, Nick afirmó que ve al ser humano de otra forma logrando empatizar y comprendiendo el dolor ajeno. Nick se dedicó a escribir más allá de su trauma.
Aún sin estar preparados por ello, el artista ha regresado con Ghosteen. El australiano solo nos ha brindado una semana para coger aire. Un aire necesario pues como te puedes imaginar, su decimoctavo disco te deja sin aliento. Cuando la obra de un artista es capaz de despertar tantas emociones al espectador, en este caso al oyente, lo puede significar que estamos frente a una obra de colosal magnitud.
El doble disco Ghosteen se esconde tras una imagen que transmite paz. La típica imagen que mostraban (y muestran) varias vertientes del cristianismo para representar artísticamente el Jardín del Edén, o el Cielo. Sí, seguramente Arthur reposa allí.
Musicalmente estamos posiblemente enfrente de la colección de canciones más sinceras, puras y perfectas de Nick Cave & the Bad Seeds. Las preciosas melodías fluyen tenues mientras la resquebrajada voz de Nick te desgarra el alma.
El primer disco se centra en “los niños” mientras que el segundo se basa en “sus padres”. En los primeros ocho cortes la dinámica es de melodías tiernas con sutiles tambores, coros femeninos muy bien ubicados, riffs acústicos y harmonías delicadas. Las ocho canciones son ligeras y tranquilas excepto en “Sun Forest” en la que muestra su faceta más apocalíptica con versos muy oscuros. “Spinning Song” es la perfecta continuación de Skeleton Tree. El combo de canciones “Bright Horses” y “Waiting for You” son posiblemente los temas más bellos que he escuchado en muchos, muchos meses. Las dobles voces masculina/femenina en “Night Raid” son preciosas. “Leviathan” te vuelve a contagiar con la pena más intensa con versos como “I love my baby”.
En la segunda mitad encontramos solo tres canciones, dos de ellas superiores a 12 minutos, en las que las spoken words ganan la partida y la dureza de las letras es más significativa. “Ghosteen” es increíblemente enérgica, un tema ascendente hasta su ecuador en que rebaja las revoluciones para estallar en un orgasmo de paz interior. “I’m waiting for peace to come” clama en “Hollywood”.
Actualmente hay pocos artistas capaces de sorprenderte de la forma en que el australiano lo hace. La mística de su persona ha crecido hasta cotas infinitas estos últimos años. Pocos logran estremecerte y lograr empatizar con su persona, con su pérdida. Nick Cave se muestra más cercano que nunca, podría ser el tipo ese al que te dan ganas de abrazar para contagiarle algo de tu alegría. Aunque no se si realmente la necesita. El dolor quizás no lo sienta ya, pero la marca queda para siempre.