No me ha sido fácil esta vez encontrar las palabras adecuadas para comentar sobre el esperado nuevo disco de Nick Cave. Para un servidor, el australiano es uno de los últimos bad boys del panorama, inimitable e irrepetible. Su talante y su carrera son admirables aunque no siempre estás en la predisposición moral de conectar con él y sus discos. Su última década ha sido dura y dolorosa, de todos estos pesares nacieron sus últimos cuatro discos. La pérdida y el luto, así como el dolor, se adueñaron de la mente compositiva de Cave. Cuatro discos tan intensos como insuperables. Y ahora ha llegado por fin el momento de cerrar este capítulo oscuro de su vida.
En bueno de Nick Cave regresa con su décimo octavo disco, un trabajo con el que inicia una nueva era. La pena, tristeza y agonía de sus últimos cuatro discos (tres con Bad Seeds y el último, Carnage, con Warren Ellis) da paso ya por fin a un renacer, una pequeña reinvención. Para lograr este distanciamiento de esos últimos cuatro discos, los Bad Seeds vuelven a sonar como la maravillosa banda que son. Lejos de un papel más residual, este grupo de músicos se luce nuevamente para enriquecer unas composiciones ya de por si ricas.
Wild God es un disco sin urgencias pero necesario por varios motivos. Sin urgencias pues Nick no tiene nada que demostrar a nadie, hace lo que le place y lo hace con quien quiere. Necesario si lo es, tanto para él, pues era ya una necesidad salir del pesar y volver al camino de la luz. También necesario para muchos de sus fans cansados de esta etapa lúgubre, oscura y triste. Nadie puede decir que este nuevo disco no es ya una obra luminosa tras un empedrado camino de sufrimiento.
Las canciones, la mayoría de ellas, son increíbles en cuanto a composición y magníficas en cuanto al impacto directo al oyente. La comunión de banda / Nick / oyente es total. Si bien es cierto que quizás en el último tercio el disco se vuelve un poco repetitivo, los primeros dos tercios son dignos de obra maestra. Tanto la canción homónima “Wild God” como “Conversión” son dos de las mejores canciones escritas por Cave de toda su carrera, lo afirmo con rotundidad. En ellas vemos una banda en pleno rendimiento y un Nick actuando cual predicador impulsándose sobre las masas bien encontradas con esos coros “joviales” finales.
También hay tiempo para la melancolía en esa preciosa “Joy” en la que la composición creada por Cave y Ellis serpentea y se apoya en unos sintentizadores. En ella encontramos también un bello piano, un instrumento venido a menos en este disco, rompiendo así la dinámica de Carnage. En la canción, Nick canta:
“We’ve all had too much sorrow, now is the time for joy“ (“Todos hemos sufrido demasiado, ahora es el momento de la alegría”)
¿Podemos interpretarlo de forma fácil no?La dinámica religiosa es una constante en la carrera del australiano y en Wild God no es menos. Canciones como “Frogs” están sujetas al mundo religioso.
Sin incidir mucho más, Wild God es un disco necesario y sin duda uno de los mejores registros de Cave de las dos últimas décadas. El príncipe de las tinieblas está de vuelta y esta vez nos alegramos mucho de su cambio de era.