Hablar de Rata Blanca no es hacerlo de uno de los grupos de hard rock de habla hispana más importantes. Es hablar, básicamente, de Walter Giardino, auténtica alma mater del grupo de Buenos Aires. La banda, durante su trayectoria, ha logrado doce discos de oro, diez de platino y tres de doble platino, convirtiéndolos en la banda del género con más éxito de su país. Ahí es nada.
Lanzados a la fama a finales de los 80 y principios de los 90, es quizá con su segundo disco, Magos, Espadas y Rosas (1990), con el que alcanzan su cénit (tanto compositivo como en cuanto a notoriedad). Canciones históricas como «La Leyenda Del Hada y El Mago» (con mi solo de guitarra preferido), «Mujer Amante» o «El Beso De La Bruja» (debilidad propia) harían de este trabajo uno de los mejores en la lengua de Cervantes. Quizá en este álbum encontramos los rasgos más identificativos del grupo: solos tremendamente harmónicos, técnicos y largos, una base rítmica potente, aunque no destacable, y la voz inconfundible de Barilari, la otra mitad del alma de Rata Blanca.
Aunque todo suene bonito, la historia del grupo no ha sido fácil. Tras unos comienzos con varios cambios de formación y sin encontrar la voz adecuada para sus canciones, Rata Blanca era un enigma. Fue justo antes de la entrada en escena de Adrián Barilari y de que la fama del grupo subiera como la espuma. Ya con todos juntos, varias giras (tanto por Argentina como por Europa, llegando a tocar en Alemania) acreditarían lo mencionado hasta ahora. Pero todo no sería dulce de leche, como casi en cualquier aspecto de la vida. Ciertas tensiones entre las dos personalidades de Rata Blanca acerca del estilo que debían conseguir (Giardino optaba por algo más duro) acabaron con el cantante abandonando el grupo. Y, por supuesto, todo empeoró y el nombre y fama de Rata Blanca se empobrecieron enormemente. Mario Ian, sustituto de Barilari, no lograría hacer olvidar al menudo cantante. No es algo de extrañar, pues ha pasado en muchísimos grupos a lo largo y ancho del planeta (Iron Maiden, Judas Priest o uno de las mayores influencias de Walter, Rainbow, son ejemplos claros). Pero el dinero, las presiones o la gracia del santísimo lograron que, en el año 2000, ofrecieran toda una serie de conciertos “de reunión” y se dieran cuenta de que Rata Blanca no podía vivir sin Barilari ni éste sin Rata Blanca. Todos felices, y como homenaje, un disco recopilatorio imprescindible e ideal si quieres conocer al grupo: Grandes Canciones (2000). Además de sus clásicos, destaca la inmensa versión del «Aria En Sol Menor» de Bach que se marca Walter. Absolutamente impresionante.
A partir de ahí todo vuelve a la normalidad. Buenos discos, incontables conciertos ante multitudes, un acercamiento al inglés con Doogie White a la voz (Barilari alegó que no tenía buena pronunciación) y otra desgracia, el fallecimiento de su bajista, Guillermo Sánchez.
Si nunca has escuchado a Rata Blanca quizá te preguntes a qué suenan. Básicamente es buen hard rock melódico, con toques heavies y guitarras muy neoclásicas. Grupos como Rainbow, Deep Purple o incluso Black Sabbath son influencias clarísimas, como también lo es la música compuesta por Bach, Beethoven o Mozart. Pero su grandeza no (solo) radica en su música. Rata Blanca ha abierto puertas históricamente cerradas al hard rock en su Argentina natal y en prácticamente toda América Latina. Hicieron tremendamente popular una música limitada a un pequeño sector del público, llenando teatros y estadios del mundo. Si el tiempo todo lo pone en su sitio, el sitio de la banda es el de un notable exponente del rock de los 90.
Si conoces al grupo, poco puedo decirte. Si no los conoces, te recomiendo muy encarecidamente que te hagas con su disco recopilatorio y disfrutes de los tremendos solos de guitarra. Delicatessen musical.
Llevo en esto del heavy más de media vida. Helloween y Rhapsody dieron paso a Whitesnake y Eclipse, pero Kiske sigue siendo Dios.
Como no sólo de música vive el hombre, la literatura, Juego de Tronos y los tatuajes cierran el círculo.
Algunas personas dicen que soy el puto amo, pero habrá que preguntarles por qué.