Creo recordar que fue en el verano del año 1995 que estando en la piscina con un colega vimos a un par de chavales que estaban jugando a ping pong. En esa época el deporte formaba parte también de mi vida y entre fútbol, natación y ping pong pasábamos los calurosos días, así que les preguntamos si podíamos jugar a dobles. Nos pusimos a jugar y después de unas cuantas partidas empezamos a charlar y a conocernos hasta que salió el tema musical. Uno de ellos era un fanático del metal con un hermano mayor que lo había instruido durante su infancia y adolescencia en la buena música. Empezamos a compartir cintas pero en ese entonces mi colección era bastante pobre. Él casi a diario me traía alguna cosa nueva y una de esas cintas fue este World Demise. Yo escuchaba thrash, heavy, grunge y rock en general pero death metal pues creo que no estaba mucho por la labor. En esto que me copié la cinta y no podía parar de escucharlo, me atrapó de tal manera que me puse a investigar (en esa época sin google ni idea cómo lo hacíamos) y descubrí sus anteriores discos que también me encantaron y me siguen encantando pero al ser este el primero que escuché siempre tendrá un lugar privilegiado.
Hoy en día siguen siendo una maquinaria engrasada a la perfección, sobre todo en directo, y aunque sus discos actuales ya no son tan relevantes siguen siendo muy divertidos demostrando que con poco se puede conseguir mucho. Tardé mucho en verles por primera vez y me decepcionaron un poco aunque en las otras ocasiones que los he visto nos han dado una lección en toda regla.
Pero dejemos las batallitas de adolescentes para centrarnos un poco en las canciones que contiene este disco que tras 25 años ha envejecido la mar de bien y sigue sonando atronador. También cabe destacar que tras estos cinco lustros las letras de este trabajo siguen más que vigentes y su mensaje sigue siendo claro y directo, una crítica al sistema que está matando nuestro planeta.
«Don’t Care» ya se ha convertido en todo un clásico de Obituary y es perfecta para abrir el disco con esos riffs tan arrastrados y un Tardy a las voces escupiendo las letras con una rabia y una determinación simplemente geniales. Ritmicamente el disco es todo un portento y se nota mucho la mano de Scott Burns en el sonido en general pero sobre todo en la batería siendo potente, seco, muy marcado y que acompaña a la perfección al resto de instrumentos.
En este disco encontramos a un grupo que tira más por los medios tiempos y con «World Demise» lo demuestran invitándonos a perdernos entre sus putrefactas fauces. El doble bombo toma un protagonismo especial y la agonía se apodera de nosotros. El uso de bastantes efectos con reverbs exageradas y la inclusión de elementos industriales dotan a este disco de una identidad propia separándose del resto de su discografía. Esto, al principio, a los fans más old school no les pareció muy bien aunque con el tiempo se ha ganado estar entre sus mejores obras.
Y es que es imposible no caer rendido ante esos monolíticos riffs de «Burned In» que parece que te estén quemando por dentro. Me gustaría hacer un pequeño homenaje a Frank Watkins que falleció en 2015 y que con su bajo fue también artifice del muro de sonido que formaba junto a las geniales guitarras de Trevor Peres y Allan West. Que en paz descanse.
Una radio, sintoniza, no sintoniza, uy, ¿qué es esto? ¿rap? Y así empieza «Redefine», una canción bastante moderna (ya sabemos las locuras que se hacían a mediados de los 90) y que personalmente me parece sublime. Muy vacilona durante sus casi cinco minutos de duración con bastantes ritmos tribales jugando mucho con los toms, buah, es que dentro de la sencillez de su música, está tan bien ejecutada y compuesta que además la aderezan con unos excelentes solos. Obsesionado acabé con esta canción.
Y sigue la fiesta de la contundencia y ese bestial muro de sonido con «Paralyzing» que es una locura de canción totalmente densa y desesperante con su lenta cadencia con la que avanza subiendo de intensidad a cada cambio. Las partes lentas son realmente memorables y nos muestran a unos Obituary oscuros y atmosféricos llevándonos en volandas con ese bombo tan marcado. El siguiente cambio es puro groove para empalmar con un solo muy de la vieja escuela, tremendo. Aplastante.
«Lost» sigue bastante los patrones clásicos de ellos con bastantes cambios donde la voz es bastante protagonista, con esa manera de alargar las palabras que tiene John Tardy y que por muchos imitadores que salgan, es muy difícil llegar a su técnica. Riffs poderosos, compactos y en esencia lo que siempre han sabido hacer a la perfección. En este caso ya hay cosas que te suenan de antes y aunque tiene partes entretenidas es una canción algo anodina.
Con «Solid State» la cosa se vuelve a animar de nuevo ya que se trata una pieza llena de matices con unos efectos en las voces geniales y demás sonidos industriales, una canción rompe cuellos gracias a los ritmos de Donald Tardy. Al final se pegan un solazo y meten un fade out que aún hoy día no entiendo muy bien.
«Splattered» nos salpica literalmente en la cara con su potencia, aderezada con unos extraños sonidos que a saber que son. Se trata de una canción bastante experimental y diferente al resto en la que se notan influencias de Fear Factory, Nailbomb y Ministry en el uso de esta clase de sonidos y por su desarrollo.
Otro clásico imperecedero es «Final Thoughts» con su genial estribillo y esos silencios, otro festival de headbanging sin fin y una auténtica fiesta en directo, puro sentimiento. De nuevo nos encontramos en «Boilling Point» una canción algo simple que suena un poco a reciclaje, no muy inspirada y bastante repetitiva. Lo único que encuentro a faltar en este disco es algún tupa tupa rápido, pero no, no los hay.
Los ritmos tribales y el uso y abuso del doble bombo son señas de identidad de «Set in Stone», otra pieza poderosa, pútrida en la que combinan muy bien esas partes lentas y decadentes de una forma deliciosa. Nos sorprenden con un solo bastante melódico para más adelante ofrecernos lo que mejor saben hacer, riffs brutales con una base rítmica excelente.
Y llegamos a la última canción «Kill for Me» que empieza como una fiesta en la que se escuchan a niños al parecer en algo tradicional y muy tribal de nuevo. Sin muchos cambios (que raro) van desgranando sus armas conocidas que se resume en brutalidad. Y esta la consiguen sin tener que ir a mil por hora, ni hacer decenas de notas por segundo, simplemente imaginación y jugar muy bien con sus aptitudes. Tras un silencio nos encontramos lo que parece una tribu interpretando la continuación de esa pieza tradicional del inicio. No sé si esto fue inspiración para el disco Roots de Sepultura (¿?).
En todo caso, este disco forma parte de mi vida musical y al volver a escucharlo me ha traído muchos recuerdos y bueno, sigue sonando tremendo 25 años después.