En el momento en el que Ozzy era expulsado de Black Sabbath quedaba claro que una opción de carrera en solitario era la única opción. Sabbath había entrado en una deriva que no llevaba a ningún sitio así que enemistarse con sus viejos amigos y hacer la guerra por su cuenta era la mejor opción posible a la vez que se actualizaba en sonido a los tiempos que corrían. No lo tenían fácil ni él ni sus ex compañeros, y más un Ozz que estaba en plena espiral de adicciones varias. Supongo que nadie hubiera imaginado que ese primer disco en solitario iba a ser una auténtica locura y uno de los más grandes hitos del heavy metal. No iba a ser un disco en solitario de inicio pues la banda se llamaba Blizzard of Ozz, pero claro, la pegatina con su nombre en grande ya lo equivocó todo. Era 1980 y se había rodeado de unos músicos maravillosos a la vez que contaba con unas composiciones que iban a ser historia viva del género. Aquí estaba el malogrado genio Randy Rhoads (Quiet Riot) en la guitarra solista. El puesto de guitarrista en el grupo de Ozzy Osbourne siempre ha sido reservado a los mejores, y esta tradición nació con Randy y con este disco. Recordemos que Don Airey (Deep Purple), el sustituto de Jon Lord en Purple compuso aquí una de las más maravillosas intros de teclado posibles para “Mr Crowley”. Y esa demoledora base rítmica formada por Lee Kerlake (Uriah Heep) y el australiano Bob Daisley completaba un proyecto fiable y potente.
Sharon Osbourne y su veneno
La idea de Ozzy era construir una banda en la que se apoyaba con Rhoads y el resto era absolutamente prescindible. Gran error pues ninguneó a Kerlsake y Daisley hasta extremos de mezquindad absoluta y con ellos también perdió a unos compositores brillantes que ayudaron a construir algo excepcional. Más que el loco de Ozzy fue Sharon que negó siempre la contribución de los músicos que grabaron ese disco, les privó de los royalties hasta el punto de regrabar batería y bajo en 2002 para putear todavía más a Kerslake y Daisley. Para que veamos el nivel de arpía nivel Dios recordemos que Sharon ha dicho alguna vez que la grabación de Blizzard of Ozz fue una de las mejores experiencias de su vida. Pues bien, Sharon en esos momentos se apellidaba Arden, no estaba con el grupo y vivía en Los Angeles. Cuando en 2018 los médicos le dieron ocho meses de vida a Kerslake escribió a Sharon una carta diciendo: “Antes de morir me gustaría tener colgados los discos de platino de Blizzard of Ozz y Diary of a Madman” en los que él mismo grabó y compuso. Solo en ese momento Sharon dio muestras de humanidad.
Uno de los más grandes discos de heavy metal de la historia
Hay obras maestras en gran parte del disco, pero posiblemente tengamos que empezar con esa locura llamada “Crazy Train”. La comunión entre la voz de Ozzy y las diabluras de Rhoads son majestuosas. Aquí hay uno de los mejores riffs de la historia y la canción es una auténtica virguería. Todo empieza con el grito de loco de Ozzy invitándonos a subir: “Todo el mundo a bordo”, y ya se desata la locura. La has escuchado millones de veces, pero amigos, esto es como la Sagrada Familia, cada vez que te fijas vas a encontrar algún detallito nuevo. Hay una bonita anécdota con este tema. En 2002 yo era redactor jefe de la revista Batería Total y ya que teníamos en portada a “Puffy” Bordin (batería de Ozzy en aquél entonces) decidí que la canción del mes iba a ser “Crazy Train”. El director de la revista era un conocidísimo y reputado guitarra de jazz y el equipo de brillantes músicos que grababan el CD de la revista tenían la costumbre de no escuchar el tema hasta el momento de la grabación. No lo preparaban nunca. Eran musicazos todos que a día de hoy siguen tocando con los solistas más reputados del país. Yo avisé hasta tres veces al director: “Escúchate esta canción, que es Randy Rhoads quien toca…”. A la mañana siguiente me cayó una bronca por no haber avisado más veces de quién era ese tal Randy. Mi director decía: “¡He alucinado! Nunca me había pasado en la vida. Hice lo que pude y tuve que adaptar mucho porque no podía tocarlo como él. Queda bien y lo importante es la batería, pero lo que hace este tío con la guitarra es una bestialidad.”
Entre las muchas genialidades está ese inicio con “I Don’t Know”, con ese gong y ese riff tremendo. Brillante el bajo de Daisley y una línea vocal antológica. Ozzy se presenta al mundo y lo hace dejándonos boquiabiertos. Había vida tras Black Sabbath y sin tener que replicar sonido o acercarse a sus tiempos de gloria. Los detalles técnicos de Rhoads son constantes y asombrosos. El primer tema que compusieron fue “Goodbye to Romance” pues en el fondo es una despedida a la banda de su vida. “He sido el rey y también el payaso” evocadora y sincera balada que posee fuerza y mucho sentimiento. La voz de Ozzy funciona bien en esas tesituras y son el bajo y la batería quien realmente mandan en la composición más allá de las florituras y arpegios de Rhoads. Airey irrumpe al final con un solo de teclado en fade outque queda más que bien. En “Dee” hay un respiro instrumental muy bello con acústica y luego cae una de las canciones malditas del rock: “Suicide Solution”. Esta grandísima canción dotada con un impoluto riff “supuestamente” llevó a un deprimido adolescente a dispararse en la cabeza. El título del tema puede interpretarse como “El suicidio es la solución” pero si miras la letra de Daisley deja bastante claro que el alcohol es una “solución (de líquido) suicida” aludiendo a los estados de ebriedad de Osbourne y a que el alcohol se llevó a Bon Scott. Más allá del amarillismo es una de las mejores canciones de Ozzy, y seguimos a un nivel estratosférico.
“En ese disco grabé una de las partes de teclado más conocidas de la historia del heavy metal, que es la intro de ‘Mr. Crowley’. Un trabajo del que siempre me he sentido muy orgulloso… ¡y eso que la compuse en 45 minutos!” Don Airey
Ese mismo nivel se perpetúa en algo tan maravilloso como “Mr. Crowley”. Homenaje al gran mago inglés con una de las más majestuosas intros jamás compuestas. Por cierto, Aireynunca vio un centavo a pesar de haber compuesto esa maravilla. Un medio tiempo precioso dedicado a la figura de ese vividor que a tantos otros genios ha inspirado. Otra canción perfecta y otro hito dentro del rock. Atención a ese solazo de inspiración neoclásica arropado por el teclado inquietante y a los dos posteriores. Aquí puedes percibir perfectamente la enorme calidad de Randy y su sello tan personal. Una lástima que el fade out no nos deje escuchar el final. Los tres temas finales ya bajan de la excelencia, pero complementan bien el resultado final. Por un lado, está la rockerilla “No Bone Movies” que suena tremendamente a rock clásico, de inspiración AC/DC incluso. “Revelation (Mother Earth)” cumple su papel en un medio tiempo en el que mejor canta Osbourne. Quizá la más compleja de cantar de todas. Del trío final me quedaría con “Steal Away (The Night)” por sonar realmente clásica y por poseer ese sonido que será el santo y seña de los discos de Ozzy además de las diabluras de Randy.
Veredicto
Una maravilla de disco en todos los sentidos. Pocos trabajos pueden presumir de contener en su debut hasta cinco clásicos fundamentales de un grupo y un par de piezas maestras de las que pasan a la posteridad y definen un estilo. La producción es pobre y bastante mejorable pero el “grupo” echó a Chris Tsangarides y optó por Max Norman que era el ingeniero de sonido. La misma banda participó en la producción y eso se nota. Recordemos que esa portada con la impactante foto hizo que la gente especulara con que Ozzy era satanista y se llegó a rumorear que sacrificaba animales en escena. Los medios de comunicación americanos fueron a por Osbourne, pero también así se forjó su leyenda al otro lado del charco. A día de hoy es una auténtica celebridad, y en gran parte, fue por esta obra maestra.