Permitidme que a priori dude un poco de aquellas bandas que, después de haber experimentado y dado vueltas por varios géneros y subgéneros con éxito más o menos relativo, acaban volviendo casi literalmente al estilo que les definió y que les hizo triunfar veinte años antes. Los británicos Paradise Lost se adscriben punto por punto a esta definición, y en estos últimos años parece que han decidido dar por cerrada su etapa más experimental para teletransportarse de nuevo al mismo sitio exacto en el que se encontraban en 1991. Vamos a ver, no hay duda de que la banda liderada por Nick Holmes y Greg Mackintosh sabe perfectamente como se construyen temazos de doom / death metal, por algo son Paradise Lost, y el resultado, analizado fríamente, es absolutamente impecable. Pero uno no puede evitar preguntarse hasta qué punto la banda cree realmente en esto y cómo de auténtico es este camino de vuelta a sus orígenes. Es posible que mis dudas sean injustas, ya que el interés de Nick y Greg por el metal extremo parece fuera de toda duda, involucrados como están en dos bandas de death metal tan sólidas como Bloodbath y Vallenfyre, respectivamente, pero es una reflexión que no puedo evitar hacer al escuchar este Medusa y fijarme en los derroteros que está tomando la carrera de los de Halifax en estos últimos años.
Ojo, que Paradise Lost fue una de mis bandas de cabecera en mis años adolescentes. Sin ir más lejos, recuerdo que cuando mi profesora de inglés en B.U.P. invitó a quién quisiera a proponer una canción para que toda la clase aprendiera y estudiara la letra, la que yo escogí de forma entusiasta fue ni más ni menos que «Embers Fire», el temazo que abría Icon (me reservo comentar el éxito que esta propuesta tuvo entre un alumnado mayormente fan de Els Pets). Es interesante notar que ese álbum, el cuarto de su carrera, y publicado en 1993, ya suponía un cierto intento de apartarse un poco del doom metal tan icónico, denso y pesado que habían mostrado en Gothic (1991) o Shades of God (1992), voluntad que confirmarían en el también genial Draconian Times (1995), que se iba aún más hacia el metal gótico. Alrededor del cambio de siglo fueron aún más allá y se lanzaron a experimentar con la electrónica, el rock gótico, el dark wave y el metal alternativo e industrial con un éxito bastante variable. En 2009, con la publicación del gran Faith Divides Us – Death Unites Us, decidieron volver a los rediles del doom, camino que se intensificó en los geniales Tragic Idol (2012) y The Plague Within (2014), discos que contienen un montón de grandes temas que me atrevería a poner entre los más brillantes de su carrera.
Este Medusa va incluso un poco más allá en la senda del doom, y confieso que mi primera impresión ante su escucha fue que estábamos ante algo totalmente impostado, y más si la primera canción, «Fearless Sky», es un tema largo, lento, oscuro y pesadísimo que parece casi un bonus track de Gothic regrabado con una producción mejor y más moderna. Junto a «Gods Of Ancient» (todo uno temazo) y «From the Gallows» (que también tiene lo suyo) forman una tripleta inicial de doom metal de manual (un manual que escribieron ellos mismos) que te aplastará contra el suelo con su compacta y martilleante densidad sin abusar del minutaje, pero a mí aún me tienen un poco con la ceja a media altura. Personalmente, no es hasta la más melódica «The Longest Winter» que empiezo a rendirme a una evidencia que, aunque de sobras conocida, me estaba resistiendo a admitir: Paradise Lost son buenísimos, y su habilidad para trazar melodías enmedio de una densidad impenetrable no tiene igual en ninguna otra banda del estilo. La excelente «Medusa» va un poco por el mismo camino, con un riffaco dramático y abundantes momentos atmosféricos e inquietantes, mientras que «No Passage for the Dead» es un corte algo más monolítico y repetitivo, sin tantos matices pero con algún riff anclado directamente en el death metal más vacilón al que cuesta resistirse.
«Blood And Chaos» es el «No Hope In Sight» de este disco: un tema dinámico, pegadizo y muy potente, con un riff agudo, infeccioso y coreable y toques que van desde los Cathedral más vacilones a los Entombed más rockeros sin dejar de ser inequívocamente Paradise Lost. Por todo ello ha merecido ser el primer e interesante video extraído de Medusa y, a día de hoy (llamadme simplón) es probablemente mi tema favorito de todo el disco. La edición normal de este álbum termina con «Until The Grave», una canción muy melódica y muy melancólica, pero tanto la edición especial en CD como la versión de Spotify contienen dos temas más que no bajan para nada el nivel respecto a los que pasaron el primer corte y que, curiosamente, exploran la vertiente más gótica de la banda: «Shrines» es lenta, atmosférica y depresiva, mientras que la final «Symbolic Virtue» tiene uno de los estribillos más pegadizos de todo el álbum y un aire apocalíptico bastante interesante.
Así que bueno, este disco me produce ciertos sentimientos encontrados. Por un lado, es innegable que es un trabajo muy sólido, que suena como un cañón cargado de balas de plomo, y que hay un puñado de temas realmente excelentes (no tantos ni tan excelentes como en The Plague Within (2015) en mi opinión, eso sí). También es innegable que a pesar de ser ya el quinceavo trabajo en estudio de la banda inglesa (casi nada), continúa sonando fresco y totalmente vigente, lo que es algo que agradecer y que no todos pueden decir al cabo de tantos años de carrera. Por otro lado, me sigue costando sacudirme la paranoica sospecha de que quizás hay una cierta falta de autenticidad, ya que por momentos lo encuentro tan exageradamente doom que, viniendo de una banda que ha dado tantas vueltas como Paradise Lost, me cuesta un poco creérmelo. Quizás es simplemente una paranoia mía y, en definitiva, si la música es buena, que lo es… ¿a quién le importa, no?
Mención especial merece la portada, obra del barcelonés Pol Abran a través de su Branca Studio. Los que estamos familiarizados con su trabajo ya sabemos que su estilo, que nunca ha escondido sus raíces totalmente doom, es evocador y reconocible, pero aún no habíamos visto que tuviera la oportunidad de mostrarlo en un elemento gráfico tan visible y expuesto como la portada de un disco con tanta repercusión como este Medusa. Me alegra mucho ver que un grupo del nivel de los británicos haya apostado por él, y espero que esto no sea sino la primera piedra de un camino en el que más y más bandas confíen tanto en él como en nuestros excelentes diseñadores e ilustradores, de manera que con el tiempo sean capaces de alcanzar una reputación a nivel internacional de la que nunca nadie de aquí había gozado. No será por falta de talento y trabajo, así que esperamos ver los dibujos de Pol, de Xavi Forné o de tantos otros convirtiéndose en iconos e ilustrando múltiples portadas de bandas de primera línea.
Para enfatizar este retorno tan descarado al doom más estricto y pesado, este otoño Paradise Lost se van a embarcar en una gira europea (que pasará por Madrid y Barcelona), en la que les acompañarán dos bandas tan puramente doom como son Pallbearer y Sinistro, exponentes destacados de las nuevas hornadas del género, en lo que parece un movimiento estudiado para intentar el asalto definitivo a un trono del doom metal que ellos mismos abandonaron voluntariamente hace ya muchos años. Es verdad que Paradise Lost nunca ha tenido la fama de ser una banda espectacular en directo, y si nos tuviéramos que basar en su actuación en el último Rock Fest Barcelona esos temores estarían más que corroborados. El suyo fue un concierto más bien olvidable por culpa de un sonido nefasto, una hora y una cantidad de calor y luz realmente inapropiada para la mayor parte de su repertorio y un estado vocal de Nick Holmes bastante mejorable. Confío en que los dos primeros problemas son fáciles de solucionar en sala, así que nos quedará por ver qué pasa con el tercero. La gira que les traerá a Barcelona y Madrid en noviembre tiene un cartel lo suficientemente atractivo como para no dudar ni un momento de que mi presencia está asegurada. ¡Y creedme que ganas de disfrutarlo no me faltan!
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.