Paradise Lost – Obsidian

Nuestra Nota


9 / 10

Ficha técnica

Publicado el 15 de mayo de 2020
Discográfica: Nuclear Blast Records
 
Componentes:
Nick Holmes - Voz
Gregor Mackintosh - Guitarra, teclados
Aaron Aedy - Guitarra
Stephen Edmondson - Bajo
Waltteri Väyrynen - Batería

Temas

1. Darker Thoughts (5:46)
2. Fall from Grace (5:42)
3. Ghosts (4:35)
4. The Devil Embraced (6:08)
5. Forsaken (4:30)
6. Serenity (4:46)
7. Ending Days (4:36)
8. Hope Dies Young (4:02)
9. Ravenghast (5:30)

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Nadie podrá acusar jamás a los británicos Paradise Lost de no haber tenido una carrera intensa, de no haber hecho lo que creían en cada momento y de no habérselo currado como los que más. Empezaron como pioneros indiscutibles del doom metal más oscuro, lento y pesado, siendo incluso los primeros en acuñar el término «metal gótico» (tan bastardizado con el tiempo). Durante los años de Icon y Draconian Times su propia evolución les llevó a suavizar y accesibilizar un poco su sonido, hasta el punto que llegaron a ser comparados con los mismísimos Metallica. !Quizás no tan estrictamente en lo musical, pero tanto el público como sobre todo la industria vio en ellos algo que les podía resultar apetecible a los fans de la banda californiana.

Para escapar de esas tentadoras pero alienantes expectativas, los de Halifax decidieron convertirse en una especie de discípulos de Depeche Mode, un movimiento que emocionó a algunos (y que visto en perspectiva demuestra que tuvieron unos huevazos de toro) pero que foragitó para siempre a gran cantidad de fans históricos de la banda y les sumió en una crisis existencial que les llevó unos años superar. Con el tiempo decidieron volver progresivamente al metal y concretamente al doom / death que tanto colaboraron en crear, y en los últimos años se están marcando una serie de discazos que demuestran que, si así lo quieren, el trono del estilo podría seguir siendo perfectamente suyo.

Por si eso de haber sacado un disco cada dos años durante los últimos treinta no fuera suficiente (este Obsidian es ya el dieciseisavo de la fructífera carrera de la banda), en esta última década tanto el vocalista Nick Holmes como el guitarrista y principal compositor Greg Mackintosh han querido darse un respiro de su banda principal para profundizar en sus vertientes más estrictamente death metal, el primero al frente de Bloodbath y el segundo con sendos proyectos tan interesantes y viscerales como son Vallenfyre y Strigoi. No sé hasta qué punto ha influenciado esto en la vuelta al death/doom por parte de Paradise Lost (esa es una de las preguntas que se me quedó en el tintero cuando hablé con Greg hace unos días), pero probablemente tanto la banda como sus componentes están en el momento más trallero, casi, de toda su carrera.

Su último trabajo, pubicado en 2017 y titulado Medusa, fue un trallazo de puro doom metal. Quizás por encontrarlo incluso demasiado nostálgico, recuerdo que en mis primeras escuchas distó bastante de impresionarme y que incluso lo puntué de forma absurdamente insuficiente. Eso sí, con algo de tiempo e insistencia (y después de verlos presentándolo junto a Pallbearer y Sinistro) he tenido que tragarme mis palabras (un clásico) y admitir que me ha acabado gustando mucho y que en él hay algunos temas, como por ejemplo «Blood and Chaos» o «The Longest Winter», que me flipan de verdad..

Después de un par de discos de doom metal más o menos franco y directo como son Tragic Idol y el mencionado Medusa, lo cierto es que afrontaba este nuevo Obsidian esperando un poco más de lo mismo. El primer adelanto, «Falling from Grace», no hizo sino alimentar cómodamente esas primeras expectativas, pero para mi sorpresa, cuando pude escuchar el álbum al completo me quedé, la verdad, bastante impresionado. Para empezar, porque la inicial «Darkest Thoughts» me parece una puñetera pasada y me dejó tiritando de emoción y hype, y segundo porque cada canción de este disco es una pequeña sorpresa que, lejos de establecerse en la linealidad doom de Medusa, añade un nuevo matiz al extenso repaso a las múltiples etapas de su carrera que podemos encontrar aquí.

A pesar de las múltiples vueltas estilísticas que han dado a lo largo de esos treinta y pico años de trayectoria, Paradise Lost se caracterizan por haber mantenido un line up totalmente estable desde el primer día, con la única excepción de una posición de batería que nunca ha acabado de encontrar la estabilidad definitiva. Por aquí ha pasado gente como Lee Morris, Jeff Singer (ex Blaze Bayley y, ahora, en My Dying Bride) o el gran Adrian Erlandsson (At The Gates, The Haunted, Cradle of Filth o Brujeria), y ahora es el joven y versátil músico finlandés Waltteri Väyrynen, un chavalillo de 25 años al que el resto de la banda le saca 25 más. El ex de The Hypothesis no parece amilanarse ante las leyendas que le rodean, y su potente, serio y por momentos inventivo trabajo es uno de los highlights de este disco.

Aunque Paradise Lost nunca han sido los más virtuosos técnicamente ni han ido a complicarse innecesariamente la vida, tras la preciosa portada diseñada por Adrian Baxter se esconde un discarral enorme, con un sonido espectacular, unos niveles de inspiración más que notables y una confianza en la composición tremenda. Los esperados doom y gothic metal se alternan con algo de dark wave y rock gótico ochentero con una naturalidad que acaba convirtiendo este trabajo en un homenaje, quizás involuntario, a los múltiples meandros que ha dado la banda a lo largo de su trayectoria. Antes decía que Medusa no me entró demasiado bien así de buenas a primeras. Con Obsidian, en cambio, me sucede todo lo contrario. Y de hecho me ha gustado tanto que así de buenas a primeras lo sitúo como mi disco favorito de la banda desde tiempos de Draconian Times.

Aquí hay un montón de chicha y de canciones pegadizas, bien pensadas y con multitud de detalles y capas a disfrutar, pero lo de «Darkest Thoughts» merece un capítulo a parte. Este corte inicial no es solo el mejor del disco en mi opinión, sino que también es una de las mejores canciones que he escuchado este año. Tanto la sencilla, melancólica, desnuda e impresionante parte acústica inicial como todo lo que ocurre una vez Walterii da el primer golpe de caja en el minuto 1:44 me parece sencillamente inmejorable. Se trata de un temarrazo capaz de mezclar en el mismo cóctel severidad, profundidad, épica, dramatismo, grandeza, sencillez y gancho a través de unos violines deliciosos, una línea vocal maravillosa y una contundencia admirable. Menudo temón, de verdad. Me flipó la primera vez que la escuché y me flipa más y más cada vez que lo hago de nuevo.

Últimamente me ocurre bastante a menudo que un tema de adelanto me deje frío por sí mismo, pero que al escucharlo en el contexto completo del álbum al que pertenece me lo mire con otros ojos y sea capaz de verle muchas más gracias. Y con «Falling From Grace» me ha pasado exactamente esto. Esta canción es probablemente la más canónica, previsible y similar a Medusa que podemos encontrar aquí, y es muy probable que eso fuera precisamente lo que me impidió verla de forma individual en vez de como la máxima representante (y, en consecuencia, como definición) del disco que estaba por venir. Pero dentro de un contexto en el que precisamente brilla por ser diferente a los cortes que la rodean, este himno del doom con múltiples toques sabatianos brilla con una luz muy distinta y me gusta mucho más.

«Ghosts» es otro de los momentos brillantes del disco y una sacada de rabo en toda regla. Ahora ya la habéis escuchado como segundo single, pero seguro que pocos esperábais encontraros aquí y ahora con este temarral de rock gótico con aires indisimulados a The Sisters of Mercy y otros héroes ochenteros del género. Sorpresa o no, lo que está claro es que vista la respuesta unánime de la gente y la propia calidad que desborda este corte tan valiente, sorprendente y pegadizo, «Ghosts» tiene toda la pinta de erigirse en uno de los legados más evidentes y destacados que puede aportar Obsidian a la futura carrera de Paradise Lost. La propia banda ha reconocido que estos primeros tres temas son quizás los más sólidos del disco, e independientemente de que esté yo de acuerdo o no (aún nos queda un montón de chicha por ver), en innegable y evidente que son tres temarrales rebosantes de calidad e inspiración. Y, lo que es casi más importante, totalmente distintos entre sí.

«The Devil Embraced» es oscura y compleja, melódica y épica, bombástica y delicada. La voz limpia es magnífica y recuerda a los Depeche más góticos y rockeros, mientras que las partes más pesadas te hacen sacudir la cabeza lenta e irremediablemente, con profusión de solos punzantes y especialmente jebis y llenos de wha-wha. «Forsaken» es otro pepinazo de rock gótico ochentero con tintes doom que mezcla ambos estilos a la perfección, y aunque peca de ligeramente repetitiva, posee unos coros femeninos iniciales muy interesantes y, sobre todo, un estribillo magnífico alrededor de la voz grave y profunda de Nick. El principio bombástico y el opresivo riff principal de «Serenity» me hacen sacudir la cabeza aunque no lo quiera. Se trata de un tema muy completo que viene sobrado de pasajes interesantes y melodías poderosas y pegadizas que quizás no lo convertirán en una de las favoritas inmediatas del público pero que supone todo un lujo tener como segunda espada.

«Ending Days» es una de las canciones más extrañas y personales de este trabajo. Empezando por el principio acústico y los curiosos patrones que sigue la batería durante su primer minuto y medio, siguiendo por los acertados e inesperados violines, por el dramático trabajo de las guitarras y acabando por ser, probablemente, el tema más evidentemente triste y melancólico que encontraremos en Obsidian. «Hope Dies Young», por su parte, es mucho más ligera en espíritu y en estructura, con una melodía más luminosa y una apuesta, de nuevo, por el rock gótico. De hecho, si no fuera porque me vais a canear por ello, diría incluso que hay muchos momentos en los que se da un aire a los primeros Héroes del Silencio. Y ojo que eso no es nada malo en absoluto. Más bien al contrario.

En la propia opinión de Greg, al disco le faltaba algo de pomposidad, así que para acabar de redondearlo en ese sentido se sacaron de la manga la final «Ravenghast». No sé si él y yo entendemos lo mismo por «pomposo», pero a mí me parece que Obsidian al completo va sobrado de lo que nos ofrece también esta canción en generosas dosis: épica, delicadeza, fuerza, melancolía y una contundencia cálida absolutamente magnética y deliciosa. Es verdad que el especial protagonismo del piano y de los coros fantasmagóricos le pueden dar un toque extra de oscuridad (y quizás a eso es a lo que refería), pero vamos, que no dejan de ser detalles menores en un tema también magnífico que cierra con coherencia y dulzura (si nos hemos de basar en la suave línea de piano final) los cuarenta y cinco minutillos de nada que dura este trabajo y que la verdad es que me han pasado totalmente volando.

Y es que Obsidian es un discarral absurdo y indiscutible que confirma el estado de forma insultante del que Paradise Lost están disfrutando en estos últimos años. Puede que sus trabajos recientes hayan sido brillantes, pero aquí dan un paso más allá en variedad y confianza que, en mi opinión, lo coloca en un escalón ligeramente superior a discos tan buenos como Tragic Idol o Faith Divides Us… Death Unites Us. Tanto es así que mi veredicto después de haberlo escuchado una buena docena de veces es que estamos ante el álbum más completo de su etapa post-Draconian Times. Y por si fuera poco, paradójicamente lo consiguen a pesar de no contar con ningún corte tan inmediato y con potencial de hitazo como lo fueron «No Hope in Sight» o «Blood and Chaos». Sé que es una afirmación bastante tocha, pero a día de hoy me la creo de verdad. Menudo discarral imprescindible el que se han marcado los británicos.

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Sobre Albert Vila 954 Artículos
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día. Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.