A finales de 1993, no había una banda más grande en el mundo que Pearl Jam… bueno, también estaban unos tal Nirvana y si, como yo, eras joven a principios de los 90, probablemente habrás tarareado miles de veces, tanto «Polly» como «Even Flow».
Pearl Jam, que seguramente les le debe -en cierta manera- a los de Cobain buena parte de su éxito inicial, no tardaron demasiado en superar a Nirvana en popularidad. Kurt Cobain, por su parte, tal vez se sintió un tanto molesto con todo ello y al principio fue bastante bocazas al comentar, sin tapujos y abiertamente, lo que pensaba sobre la banda de Eddie Vedder, incluso menospreciando a Pearl Jam, creando así un rivalidad que nuca llegué a creerme del todo. Si no me falla la memoria, creo que incluso les llegó a comparar con los mismísimos Poison. Pero, insisto: no creo que nada de todo aquello fuera mínimamente cierto.
El éxito para ambas bandas alcanzó su punto más álgido durante aquellos primeros días, semanas, meses. Pero con Nirvana y Pearl Jam luchando codo con codo con la fama, la pregunta en boca de todos era quién iba a estrellarse y a quemarse primero. Desafortunadamente, esa respuesta llegó demasiado pronto para Nirvana, cuando su líder Kurt Cobain fue encontrado muerto en su casa de Seattle el 8 de abril de 1994. Los componentes de Pearl Jam, por supuesto, se quedaron atónitos y su muerte tuvo un profundo efecto en ellos, en Vedder en particular, tipo sensible donde los haya.
La lucha por permanecer juntos frente a la adversidad probablemente sobrevoló las casas de los diferentes componentes de Pearl Jam durante aquellos días, meses oscuros alrededor de la muerte de Cobain. A su suicidio se fueron sucediendo muchos problemas, incluyendo el amargo conflicto de Pearl Jam con Ticketmaster y el marrón de qué hacer con un batería, Dave Abbruzzese, quien cada vez estaba más en conflicto con el resto de miembros de la banda. La verdad es que es sorprendente que Pearl Jam hayan logrado mantenerse todos juntos hasta el día de hoy.
Casualmente, durante ese período, mientras todavía estaban de gira promocionando su segundo álbum, Vs. (1993), Pearl Jam trabajaron duro para reunir suficiente material nuevo como para hacer un nuevo álbum. Pero, ¿cómo iba a sonar ese futuro tercer disco? ¿Estaban realmente preparados, dada la inmensa presión que tenían sobre sus espaldas en ese momento? Y hablo, nada más y nada menos, a la presión de hacerse cargo del hueco que dejaron vacante Nirvana, y pasar a ser la primera banda verdaderamente exitosa -comercialmente hablando- de Seattle (excluyendo a Soundgarden).
Me imagino que el período justo antes del lanzamiento del trabajo que aquí nos ocupa, Vitalogy (1994), debió de ser estresante. Con la atención de todo el mundo fijada en Pearl Jam, ¿también sucumbirían a algún tipo de cataclismo? Los críticos de Pearl Jam seguramente llegaron incluso a apostar por la desaparición o ruptura de la banda, o incluso por el fracaso de su próximo lanzamiento. Afortunadamente, ninguno de esos escenarios tan sombríos tuvo lugar y Pearl Jam resistieron a la tormenta. Su primer sencillo del álbum, «Spin the Black Circle», alcanzaría el número 18 en el Billboard Hot 100 y, a principios de diciembre de 1994, Vitalogy llegó al puesto número uno en el Billboard 200.
Curiosamente, es fácil decir que ahora, un cuarto de siglo más tarde, este Vitalogy es uno de sus álbumes más importantes. De hecho, fue uno de los álbumes más poderosos, más extraños y más maravillosos que vieron la luz en el año 1994. También fue, en cierta manera, un gran «¡Que os den!» para toda la música popular y el mundo corporativo que también querían su parte de Pearl Jam. Vitalogy es también, para muchos de nosotros, el comienzo de nuestra re-educación al ver que los chicos se estaban convirtiendo en artistas. Realmente ahora estaban haciendo música para ellos mismos, pero tendríamos que esperar un poco más, hasta su cuarto álbum, No Code (1996), para ver qué tan lejos podían llegar.
Si no me equivoco -que mi hermano me corrija- nos compramos el Vitalogy el mismo día que fue lanzado en 1994. Recuerdo flipar bastante con el diseño del packaging del CD. Recuerdo que me costaba horrores sacar el dichoso disco del puñetero bolsillito en el que venía incrustado; la sombra de que rayará el compacto no dejó jamás de planear sobre mi cabeza. Al ponerlo en la cadena musical (una Pioneer de putísima madre que nos trajeron a casa el mismo día que Campeones se estrenaba el Telecinco) por primera vez, sinceramente, no sabía qué esperar, pues todo aquello me parecía como de «personas mayores». Cuando escuché la canción de apertura, «Last Exit», escuché lo que parecía algo así como una sesión de improvisación, y luego, de repente, el sonido de un tambor retumbante abre la canción para pasar a estallar en un sonido chirriante de una guitarra eléctrica distorsionada. Si ese era el gancho para atraparme, funcionó de cojones. ¿Te acuerdas, Abel? Joder, qué tiempos…
Bastante más sombrío que sus dos predecesores, Vitalogy fue el álbum que los fans más hardcore tuvieron dificultades para escuchar. Que no se me malinterprete, pues es un gran disco que requiere un par de escuchas para apreciar su naturaleza agresiva y, sobre todo, su experimentación. Sin embargo, en algún lugar entre esos extremos, una impresionante balada y uno o dos temas más lentos rescatan al álbum de caer en la desventaja de la fama, evidente esto en canciones como «Not For You», «Pry, To», «Corduroy», «Bugs», «Satan’s Bed» e » Immortality».
Gran parte del disco también tiene una sensación muy punk y frenética. En esto, destacan las dos primeras canciones, «Last Exit» y «Spin the Black Circle». Curiosamente, esta segunda, que fue el primer sencillo del álbum, fue originalmente una pieza de guitarra lenta que Stone Gossard le mostró a Eddie Vedder en un reproductor de cassettes que, oh casualidades de la vida, tenía la velocidad de la cinta ajustada incorrectamente, y de ahí que se reprodujera a un ritmo vertiginoso. Vedder no tardó demasiado en convencer a Gossard de que habían escuchando algo brillante. La verdad es que me muero de ganas de escuchar esa versión que Gossard tenía en su brillante cabecita. Pero «Whipping» es, con diferencia, una de mis canciones favoritas. Podría decirse que cuenta con las guitarras más furiosas que jamás hayan tocado, combinadas con una de sus letras más salvajes.
Pero no todo es rápido y furioso en el álbum. Un buen interludio después de «Spin the Black Circle» es el medio tiempo de «Not For You». Líricamente es algo floja, pero lo que hace que «Not For You» sea una canción importante es su amarga crítica o malicia contra el comercialismo. La voz de Vedder parece encabronarse más y más, hasta que explota con ese «This is not for you… oh, never was for you, fuck you.» Sus casi seis minutos de duración la convierten en una pieza épica que todavía me cautiva hoy, 25 años después.
No puedo creer que aún no haya hablado de las increíbles baladas «Nothingman» y «Better Man». Esta última en particular es una de las canciones más queridas de Pearl Jam, de esas que el público canta en los conciertos dejándose la vida en ello. «Nothingman» es una canción que suena agradable y relajante en la que Jeff Ament rasguea su instrumento descuidadamente pero con gran efecto. Es una canción esencialmente sobre el amor y sobre cómo su protagonista logra tirar lo mejor que ha tenido, el amor de su vida. «Better Man» habla sobre una mujer atrapada en una relación abusiva. En mi opinión, llega tarde (es la 11 de 14), pero lo que Vedder construye con sus silencios y su guitarra es emocionante, junto con los sonidos de un órgano antes de que estalle en una balada de rock más animada. Es una canción que Vedder era reacio a lanzar y que había archivado en tantas ocasiones, y solo ante la insistencia del productor Brendan O’Brien, el vocalista finalmente cambió de opinión.
Además de esos pasajes intermedios que son «Pry, To» y «Aye Davanita», las cosas se vuelven realmente extrañas en Vitalogy cuando escuchamos a un Vedder exprimir la vida de un acordeón en «Bugs». Son casi tres minutos de tortura, ya que Vedder lucha con sus propios demonios sobre una fama que estaba al acecho. «Do I kill them? Become their friend? Do I eat them? Raw or well done? Do I trick them? I don’t think they’re that dumb. Do I join them?»
La última canción de Vitalogy se llama «Hey Foxymophandlemama, That’s Me» (aka «Stupid Mop»). Estamos ante un espeluznante collage de grabaciones con una aparente desconexión entre sí. Es la única pista del álbum que realmente no me gusta y, muy a menudo, la dejo a medias o, simple y llanamente, sudo de escucharla. Dicho esto, me enamora mucho la idea de terminar el álbum con «Immortality», la penúltima canción. En resumen, se trata de una canción cínica e inquietante, que habría encajado perfectamente como última canción del álbum si no fuera por «Stupid Mop», en parte creo que debido al brillo del solo de guitarra de Mike McCready, que comienza lenta y pausadamente y se construye hasta desembocar en un final vertiginoso.
Deliberadamente, he dejado para el final la que creo que es la mejor canción del álbum. Me refiero, obviamente, a «Corduroy», la canción número ocho. Para mí, realmente logra capturar la esencia de todo el álbum en cuatro minutos y medio de brillantez. Desde el comienzo de la canción, evoluciona y rebosa con un brillante riff de guitarra. Los acordes distorsionados, tan característicos a lo largo de todo el álbum, realmente funcionan bien, ya que ayudan a elevar la urgencia de la voz de Vedder.
Mi viaje a través de casi todo el álbum no puede llegar a su fin sin hablar brevemente sobre algo que ya os he adelantado unos párrafos más arriba: el packaging y la portada del álbum. Fue por insistencia de Vedder, que Pearl Jam usaría conceptos sueltos (de la vida) de una increíble enciclopedia médica casera publicada por primera vez en 1899. No sé si el álbum se vendió tan bien en su primer mes (casi un millón de copias) porque los fans estaban ansiosos por escuchar lo nuevo de Pearl Jam o porque estaban interesados en su concepto.
Bueno, ya está. No diré que es uno de mis discos favoritos de Pearl Jam, porque favoritos lo son todos. Pero, en resumen, diré que es el álbum que cierra una soberbia y apabullante primera trilogía de la banda, una banda que sigue en pie, 25 años más tarde, yendo a pasos cada vez más agigantados a ocupar el lugar que la historia les tiene reservado entre The Who y los Ramones.
Tipo peculiar y entrañable criado a medio camino entre Seattle, Sunset Boulevard y las zonas más húmedas de Louisiana. Si coges un mapa, y si cuentas con ciertos conocimientos matemáticos, verás que el resultado es una zona indeterminada entre los estados de Wyoming, South Dakota y Nebraska. Una zona que, por cierto, no he visitado jamás en la vida. No soy nada de fiar y, aunque me gusta “casi todo lo rock/metal”, prefiero las Vans antes que las J’hayber.