El lanzamiento de Ten (1991) puso a los de Seattle en el escaparate comercial mundial. Según los medios, ahora estaban en el momento de luchar contra Nirvana para convertirse en la banda de rock definitiva. El problema, sin embargo, era que aunque Nirvana se veía como una banda de revolucionarios que había inspirado a toda una generación (la X) a base de «música enfadada», la propuesta de Pearl Jam era vista como algo menos auténtica y, por así decirlo, «destructiva»; una banda que fue una reacción corporativa al grunge. Pearl Jam reaccionó ante esas críticas y, posiblemente, ante su propia culpabilidad personal al tomar decisiones y medida que, potencialmente, podrían haberles llevado hasta el lado más comercial de la vida musical. Dejaron de hacer videos musicales y le pusieron una demanda a los titanes de Ticketmaster por el tema del precio de las entradas, una medida que restringiría la elección de lugares disponibles para que pudieran tocar en directo. Lo que comúnmente se conoce como «tirar piedras sobre su propio tejado»… pero con un par, sí señor.
Antes de la demanda, sin embargo, llegó su álbum número dos, un disco más crudo y áspero. Algo así como el Ten pero sin el lacado brillante exterior. Las dos pistas de apertura son un uno-dos al mentón en términos de energía. «Go» comienza con algunas guitarras difusas que se cuelan entre un ritmo bastante estándar. Entonces, de repente, suenan ocho grandes beats y unos acordes poderosos, y nos adentramos en una canción más punky, enérgica y cruda que hace que dejes a un lado las comparaciones con Ten en cero coma. Y eso que el tema trata sobre algo tan trivial como que la camioneta de Eddie Vedder no funciona, pero la urgencia con la que nos entrega su voz hace que suene como si llevarla al mecánico fuera poco más que el fin del mundo. ¿Eddie escribiendo una canción sobre su camioneta? Obviamente, creo que todos sabemos que también tiene un significado mucho más serio. «Animal» es más o menos lo mismo. Un riff enorme, un Vedder cantando airadamente sobre lo que parece ser una violación en grupo y un gran solo de Mike McCready. Luego hay tiempo para recuperarse. «Daughter» suena muy agradable, es suave con una gran melodía en sus versos, pero su letra está teñida de tristeza, pues narra la historia de un niño alienado debido a su dislexia.
Después de estas tan soberbias tres primeras canciones, el álbum no deja de funcionar. Por ejemplo, «W.M.A.», una canción sobre el racismo policial, nos muestra a todos y cado uno de los miembros de la banda en pleno estado de gracia. La excelente línea de bajo de Jeff Ament, la batería tribal de Dave Abbruzzese y un brillante trabajo de guitarra a cargo del genio de Mike McCready y de Stone Gossard. Vedder, por supuesto, brilla de nuevo gracias a su entrega. Este cuarto tema también es un gran ejemplo de la producción de Brendan O’Brien en este álbum, otro elemento que falta en su debut. El ritmo de bajo que encontramos en «Rats» va por los mismos derroteros que en la anterior pieza. A esta línea se le unen unos grandes coros y un Vedder gruñiendo en cada verso. «Blood» y «Leash» resaltan aún más la crudeza del registro del vocalista. «Rearviewmirror» es, probablemente, de lo mejorcito que aquí encontramos. Gracias a ese riff de guitarra tan espasmódico en los versos, la canción crece lentamente, entre versos y coros, hasta que llega a un pico donde Vedder grita el título y comienza un solo de guitarra que va in crescendo. Es, probablemente, uno de los mejores momentos que haya concebido la música en los últimos 25 años. Rede hecho, este álbum nos ofrece varios de esos momentos…
Por supuesto, los álbumes de rock también tienen sus momentos más suaves. Aparte de «Daughter», dos aparecen cerca del final. «Elderly Woman Behind the Counter in a Small Town» es lo que yo llamaría una buena canción, emocionalmente feliz y agradable. Por otro lado, «Indifference» es desgarradora. Una canción que habla sobre estar condenado al fracaso, nos muestra a un Vedder en su mejor forma lírica, con varias metáforas utilizadas para simbolizar la devoción a una relación o a la vida en general:
«I will hold the candle till it burns up my arm,
Oh I’ll keep takin’ punches until their will grows tired.»
Tiene un ritmo de platos muy sutil que actúa a modo del latido del corazón de la canción, manteniendo funcionando a Vedder a pesar del «dolor».
Vs. es (no diré «la») una fuente de energía de la era del grunge y, posiblemente, sea su mayor logro como banda. Puede igualar, canción a canción, la mejor de las obras de Nirvana, de una manera que quizá Ten nunca pudo, y también suena como una liberación del sonido crudo de Pearl Jam de la brillantez de su predecesor. ¿El mejor álbum de Pearl Jam? Para muchos, sí, e incluso incluso hay quien opina que supera a su predecesor, mostrando la madurez de la banda, pero sin aventurarse en la pretensión. Ten tiene los éxitos, pero Vs. te ofrece mucho más en términos de energía, riffs y, en definitiva, de rock. Yo, en cambio, no puedo decidirme… y me quedo con ambos. Amo a Eddie Vedder por encima de todas las cosas.
Tipo peculiar y entrañable criado a medio camino entre Seattle, Sunset Boulevard y las zonas más húmedas de Louisiana. Si coges un mapa, y si cuentas con ciertos conocimientos matemáticos, verás que el resultado es una zona indeterminada entre los estados de Wyoming, South Dakota y Nebraska. Una zona que, por cierto, no he visitado jamás en la vida. No soy nada de fiar y, aunque me gusta “casi todo lo rock/metal”, prefiero las Vans antes que las J’hayber.