Como pioneros y unos de los co-fundadores del célebre movimiento djent (amado y odiado a partes iguales) que cada vez está más y más poblado de wannabes e imitadores, Periphery han demostrado rápidamente superar y dejar a un lado todo tipo de encasillamiento estilístico. Si bien su doble disco Juggernaut: Omega & Alpha (2015) y el posterior III: Select Difficulty (2016) mostraron una visión sonora de la banda bastante más amplia, con esta quinta entrega, el sexteto de Washington demuestra seguir estando en plena forma, y su fertilidad creativa, lejos de desvanecerse, parece que crece… y crece cada vez más.
IV: Hail Stan (2019) es una joya, un diamante en bruto que no hace falta pulir para llegar a adivinar lo muchísimo que brilla y vale. El título, bromas tipografías aparte, es algo muy serio. Periphery es un grupo que representa como pocos el éxito. Sus miembros, trabajadores natos, han podido y han sabido adaptarse al mercado actual. Entre el grupo, proyectos paralelos y sus quehaceres personales, no tienen tiempo para aburrirse, y parece que esta rutina les funciona a las mil maravillas. Recientemente, la banda incluso se ha permitido el lujo de abandonar Sumerian Records, para lanzar su propio sello, 3DOT Recordings. Es a través de éste que se publica IV: Hail Satan… digo Stan.
El álbum es relativamente variado. Encontramos canciones muy pesadas («Reptile», «Blood Eagle» y «CHVRCH BVRNER»), otras mucho más suaves («Garden in the Bones», «It’s Only Smiles» y «Crush») y algunos tempos medios («Follow Your Ghost», «Sentient Glow» y «Satellites»). En la variedad está el gusto, y como resultado, no solo pisan nuevos territorios, sino que también los conquistan.
Melodía Vs. Agresividad. Lo que más destaca de este trabajo es su fuerte coherencia, pues la banda no deja que la técnica lleve la voz cantante sobre la musicalidad de las composiciones. Las baterías de Matt Halpern son, simplemente, espléndidas. El tipo le mete que da gusto, al mismo tiempo que retiene y nos enseña miles de matices. Me da a mí que se ha pasado mucho tiempo eligiendo y ajustando su equipo. El sonido es maravilloso y la mezcla acentúa aún más la calidad de su excelente rendimiento.
Por cierto, la mezcla es bellísima. La producción lleva el sello de su guitarrista Misha Mansoor y del que hasta hace un par de años fuera su bajista, Adam Nolly Getgood. También es Nolly quien se ha encargado de la mezcla. Los tonos de guitarra son hermosos, mientras que el bajo es, como siempre, monstruoso. Tiene el sonido característico de Nolly, el sonido de ese bajo que parece una guitarra extremadamente baja, y que sirve para unificar el tono de las guitarras. Sin embargo, el aspecto más destacado del álbum es la interpretación vocal de Spencer, que alcanza nuevas cotas, y los sabrosos riffs de Mark Holcomb, que dotan a la mezcla de un sabor más que suculento.
Como se puede desprender tras analizar, admirar y amar a un grupo tan ingeniosamente inventivo y creativo, IV: Hail Stan es un bello torbellino dinámico. Su abrupto y sorpresivo opener de casi 17 minutos de duración (gloriosos minutos, me atrevería a decir; jamás tantos minutos habían sido tan placenteros y, sobre todo, tan poco pesados) cambia gloriosamente de forma a medida que avanza. «Reptile», que así es como se llama esta maravilla, nos deja multitud de detalles sublimes en lo que es una progresión de metal progresivo de 16:44 minutos que se mueve astutamente entre detalles que te dejan con la boca abierta, soberbios ganchos vocales (qué gran vocalista es el Sr. Sotelo, insisto) y un groove rítmico repleto de mil y una sensaciones. La verdad es que es tan compleja que resulta relativamente fácil perderse entre tantas sensacionales, y de hecho, dada su duración y la formidable densidad de la pista, el registro, insisto, es de todo menos largo; sus intrincadas complejidades ofrecen tantos momentos de asombro que, simplemente, no hay tiempo para aburrirse.
Sin embargo, también es justo decir que el sonido que Periphery ha logrado en esta nueva obra es mucho más musculoso al que nos tenía acostumbrados. Un buen ejemplo de ello es el single de adelanto «Blood Eagle» (para mí, tema del año… de momento). Este temarral es una apisonadora repleta de afilados ritmos que poseen una sincopación, ese típico golpeteo djent que emana de las siete u ocho cuerdas de las guitarras, que podría incluso encajar perfectamente en cualquier disco de death metal.
Podría decirse que la banda ha puesto toda la carne en el asador y nos han entregado todo lo que tenía en su arsenal… y quizá algo más. Entre «Follow Your Ghost», «CHVRCH BVRNER», que por momentos me recuerda a The Dillinger Escape Plan, y la ya nombrada y Meshuggahica «Blood Eagle», nos aplasta la cabeza contra el suelo. Pero la banda tiene otros ases en su manga. En «Crush» experimentan con ritmos y música electrónica, y en «It’s Only Smiles» Periphery nos muestra cuán lejos ha llegado la banda como compositores. Utilizando solo su voz limpia, Sotelo brilla en lo que quizá sea la melodía más accesible hasta la fecha dentro de su catálogo. Su enorme melodía y gancho, la convierten en la que quizá sea su canción más comercial, en la más dirigida al gran público, que jamás hayan creado, dándole mil vueltas a las canciones de centenares de bandas que hacen de esta práctica su modus vivendi.
Pero, a pesar de estos pequeños deslices, estamos ante su álbum más pesado, si bien es de recibo reconocer que este disco, cuando más brilla, es cuando la melodía y las líneas líricas fluyen de forma limpia y conjunta. A los fans de toda la vida les va a encantar, y como suele decirse en estos casos, estoy seguro de que va a atraer a nuevos oyentes que harán engrosar su lista de seguidores.
Unos de los líderes del movimiento djent han publicado exactamente (o no) lo que se esperaba de ellos, y los amantes del metal progresivo tienen ante sí otro álbum para enmarcar. IV: Hail Stan mezcla metal progresivo, orquestaciones y elementos electrónicos con un exquisito buen gusto, lo que lo convierte en una excelente adición a la discografía de la banda y en un claro aspirante a Disco del Año 2019.
La verdad es que no sé si hay algo en el agua, pero yo quiero beber de su fuente… eternamente.
Tipo peculiar y entrañable criado a medio camino entre Seattle, Sunset Boulevard y las zonas más húmedas de Louisiana. Si coges un mapa, y si cuentas con ciertos conocimientos matemáticos, verás que el resultado es una zona indeterminada entre los estados de Wyoming, South Dakota y Nebraska. Una zona que, por cierto, no he visitado jamás en la vida. No soy nada de fiar y, aunque me gusta “casi todo lo rock/metal”, prefiero las Vans antes que las J’hayber.