Përl es un trío parisino cuya apuesta, podríamos decir, es hija de los tiempos actuales: una amalgama de estilos que solo podemos situar en algún punto entre el post-hardcore y el post-metal, y que demuestra, desde el principio, su afán por marcar su propia personalidad. En Luminance (2017), su segundo larga duración, ya mostraron un sonido consolidado, muy onírico y ambiental. Ahora nos presentan Les maîtres du silence, un álbum que me ha parecido muy atractivo a nivel compositivo, con una instrumentación variada, un sonido depurado y menos centrado en los aspectos puramente atmosféricos que su predecesor. Magnus Lindberg (Cult of Luna) se encarga una vez más de la masterización del álbum.
En mi opinión, la música de Përl se situaría, principalmente, en la vertiente más emocional y melódica del post-hardcore. No obstante, sus influencias beben claramente del post-metal e, incluso, muestra cierta estética slowcore en sus pasajes más íntimos, lo que hace que sea muy difícil de etiquetar. Aunque con propuestas estéticas diferentes, según mi experiencia como oyente, les veo ciertas conexiones con los andaluces Viva Belgrado en su mezcla de géneros, su emotividad —más contenida en el caso de Përl—, el carácter poético de las letras y, sobre todo, los juegos de contrastes.
A lo largo de las ocho canciones, cuidadosamente desarrolladas, asistiremos a la alternancia de pasajes más melódicos e introspectivos y otros más contundentes, aunque siempre con una producción pulcra y no demasiado estridente. Las guitarras se mueven entre arpegios suaves y melancólicos para estallar en riffs agresivos, a veces más melódicos, a veces más groovy, a cuyo servicio encontramos un bajo con una presencia notoria, que en ocasiones adquiere una estética más propia del rock/metal alternativo, y una batería que estructura eficazmente los constantes cambios de ritmo.
Pero, definitivamente, lo que más me ha gustado de Përl es la voz de Aline Boussaroque. La cantante, guitarrista y frontwoman de la formación nos ofrece, por una parte, una voz dulce, profunda, sentimental, con un timbre y una personalidad muy atractivos, acorde con la poesía de sus letras, de cuya escritura también se encarga. Por otra parte, resulta igualmente efectiva en su versión hardcore, potente, rasgada, furiosa, que ayuda a completar el abanico de emociones que destila Përl en todas sus canciones. Un contraste en el que las voces femeninas, aunque todavía hoy siguen teniendo menos presencia de la que deberían en los géneros más potentes, funcionan a la perfección. Resulta inevitable, por cierto, pensar en Julie Christmas (Made Out of Babies, Battle of Mice), verdadera maestra en el contraste entre dulzura y agresividad.
El primer tema, «Varulv», es uno de los que más nos sirve para ilustrar los juegos de contrastes en la música de Përl. Se estructura en un riff rítmico, grave e intenso sobre el que, al principio, cabalga una guitarra propia del post-black metal. Esta acaba cediendo su protagonismo a un bajo contundente, mientras se van introduciendo notas más melódicas, a lo que siguen la paulatina relajación de la sección rítmica y, finalmente, la entrada en escena de la voz limpia de Boussaroque, en una progresión que, por momentos, me recuerda a Deftones. Tras un punto de inflexión que de inmediato nos sugiere que se avecina tormenta, efectivamente irrumpe una guitarra severa y violenta, a la que acompañan una batería y un bajo acelerados y, por supuesto, la voz enfurecida de la cantante. Tras este enérgico pasaje, la canción se acaba deshaciendo en notas delicadas de guitarra.
«Je parle au sauvage», segunda pista del álbum, es también la canción elegida para la promoción de Les maîtres du silence, y es comprensible, ya que es la más directa y cuenta con una melodía muy pegadiza en el estribillo, flanqueado por estrofas en las que predomina un riff groovy al estilo de la anterior. Un tema muy efectivo como carta de presentación, en el que predomina la voz abrasiva de Boussaroque y que parece transitar, en sus momentos más atmosféricos, por territorios cercanos a Sólstafir.
En «Monarques» se recuperan los juegos de contrastes. Sin embargo, aunque me han gustado los pasajes más melódicos, los más agresivos me han parecido un poco confusos; entran de una forma abrupta y parece como si no acabara de definirse la dirección que quieren tomar. Es el único tema que me ha hecho desconectar un poco.
Pero no por mucho tiempo. En «L'(h)être balafré» las ideas vuelven a estar más claras: primero encontramos unos pasajes delicados, con una línea de bajo que les da una estética casi de post-punk y una voz suave que los termina de llenar de melancolía. La intensidad esta vez no aumenta de golpe, sino que se desarrolla en un crescendo que acaba con unos riffs intensos y afilados, donde se aprecian destellos de post-metal al estilo de Cult of Luna o The Ocean. Sin duda, uno de los temas que más me han gustado. El siguiente, “Le veilleur”, presenta una estructura similar. Se trata de otra pieza cargada de pesar y bellas melodías que se vale de una guitarra acústica en sus inicios y nos conduce a un riff potente y entrecortado que, diría, tiene mucho que ver con Gojira.
Nos introducimos en el último tramo del álbum, en el que encontramos cierto cambio de tono; las canciones adquieren un carácter más atmosférico y envolvente. «Sur le seuil», sexta pista del álbum, es un tema delicado, cargado de nostalgia y cocido a fuego lento, con un estribillo triste y emotivo que no he podido quitarme de la cabeza en horas. Lo corona un crescendo en el que la delicadeza se torna en agresividad —pienso en Sólstafir, de nuevo—, propiciada por una línea de bajo que transmite tribulación y desasosiego.
«Le jour de corneilles» toma su nombre de una novela del escritor quebequés Jean-François Beauchemin. Tras un arranque que va dibujando un aura siniestra, estalla la violencia en forma de guitarras pesadas y afiladas, una voz desgarradora y un potente ritmo de batería. Es quizás el tema más genuinamente arraigado en el post-metal, donde la influencia de bandas como Cult of Luna o Rosetta es más notoria. Durante la segunda mitad se nos obsequia con unas notas de shamisen que acaban derivando en un solo épico. Este instrumento japonés impregna la canción de exotismo y resulta una sorpresa más que agradable.
El disco se cierra con «Et dans l’aube la nuit emplit leurs yeux», que, pese a lo poético de su título —algo así como «y al alba la noche llena sus ojos»—, arranca con una gran contundencia; hacia la mitad, no obstante, se diluye poco a poco en un pasaje atmosférico donde la sección instrumental se apagará paulatinamente. La voz de Boussaroque adoptará un tono más dulce y lánguido a modo de despedida, antes de desvanecerse.
Les maîtres du silence no es un disco para escuchar una vez, pasar un buen rato y olvidar, sino que merece la pena darle más de una vuelta para recrearse en los detalles. Las canciones, en general, tienen una estructura poco convencional que tal vez puedan despistar en algún punto, pero esta sensación se va esfumando conforme les vas dando más escuchas, y todas tienen algo —un estribillo, una melodía, un ritmo— que te ayuda a mantenerte pegados a ellas. Tampoco encontraremos excesos; pese a ser una música sentimental, donde alternan la melancolía y nostalgia con la furia y la desesperación, no cae en las estridencias ni hipérboles que podemos encontrar con frecuencia en el screamo o el post-black metal. En definitiva, Përl es un grupo muy recomendable, con un gran afán por encontrar un sonido genuino que los distinga de los demás, lo que sin duda consiguen. Sería de justicia que empezaran a atraer más la atención y espero que podamos verlos pronto en directo cuando por fin acaben las restricciones.
Filólogo, traductor, coleccionista de discos y obsesionado con el cine y la música. Desde que oí por primera vez una guitarra eléctrica supe que mi rollo era el rock, especialmente el metal y el punk.
Prefiero intensidad a velocidad, sencillez a complejidad y melancolía a épica, pero en esto de la música tengo más filias que fobias, y nunca sé qué me apetecerá al día siguiente. Deseoso de compartir mis gustos volubles y contradicciones.